Diario de León

juan manuel álvarez, ‘benito’

El filósofo de ‘La Cuadrilla’

La pieza leonesa de aquel grupo que produjo la trilogía ibérica formada por ‘Justino’, ‘Matías’ y ‘Atilano’ regenta hoy una taberna singular donde la parroquia lee a Malraux y bebe ron con nombre de actor porno mezclado con prieto picudo

Marciano

Marciano

Publicado por
EMILIO GANCEDO
León

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No es muy común entrar a tomar un corto y toparse con una oferta bibliográfica que incluye pulcras ediciones de Chandler, Steinbeck y Malraux —renovada periódicamente, además—, escuchar de fondo a El Vez y contemplar una enorme pizarra plagada de mensajes del tipo: «Queremos Disneylandia con tragaperras».

Tampoco es Juan Manuel Álvarez Benito, conocido sobre todo por su segundo apellido, un tabernero convencional. Aparece detrás de la barra con su bigote y barba futuristas o de aristócrata zarino, y su pelo enloquecido, y en pausado conversar habla sobre los audaces planes que tiene para el local que acaba de abrir en el barrio de La Asunción, el i-Bar, irónico nombre si tenemos en cuenta su amor fetichista por la letra impresa, las buenas películas en celuloide... y por su móvil del cuarternario.

Benito formó parte, en labores de producción y guion, de aquel grupo cinematográfico comandado por Santiago Aguilar, Luis Guridi y Raúl Barbé, ‘La Cuadrilla’, autores de las carpetovetónicas Justino, un asesino de la tercera edad ; Matías juez de línea y Atilano presidente , todas protagonizadas por el veterano actor leonés Saturnino García; además, es el autor del libro El cine en León y cierra currículum con la notable cualidad de atesorar 7.500 referencias musicales (2.500 de ellas en cedés), buen y añejo blues, rock y jazz entre brillantes botellas de cerveza Pacífico y del Grupo Modelo.

Nacido en Valdeteja, montaña argollana, de familia ganadera, tenía dos años cuando bajaron a vivir a un León capital que deparó al guaje Benito una infancia de muchos westerns en el cine Ventas, galopadas de indios y de jichos que decantaron la pasión del rapaz: también él quería fabricar aquella luz y aquella emoción. Luego vendrían las sesiones en el Trianón, el Mary y el Emperador, y una recordada huída a Madrid para ver el estreno de La naranja mecánica en el Cid Campeador sin haber cumplido los 18. «La entrada me costó el doble porque había una cola enorme y le dije al tercero que estaba en ella que me la comprase y que yo le pagaba la suya», recuerda.

Fanático de Billy Wilder y de Jacques Tati, del Kubrick de Senderos de gloria y del gran cine mudo (Griffith, Keaton), estudió Ciencias de la Información, rama de Imagen, en la Complutense, y allí, entre cervezas y naipes, surgió La Cuadrilla, diversos géneros de gamberradas en súper 8 y después en 35 milímetros. «Estábamos todo el tiempo rodando cortos, escribíamos guiones en los bares y utilizábamos película caducada, que era más barata», y rememora aquellos proyectos desmelenados, cuando llamaban por el telefonillo a Naschy para que bajara a rodar y no se sabían si preguntar por Paul o por Jacinto. Pez... , Tarta tarta hey o La hija de Fumanchú fueron algunos de sus enloquecidos títulos. «Una vez estábamos haciendo un corto, robándole la luz a una comunidad de vecinos, y salió un viejo muy enfadado. Yo iba vestido de gendarme francés para la peli , y le dije: ‘No se preocupe, que aquí no pasa nada’, y coló».

Años después ganarían, con Justino , el premio del Festival de Sitges y dos Goyas. «Después de la gala nos fuimos a celebrarlo al bar de siempre, yo creo que ahí nos equivocamos, no hicimos piña con las celebrities ». O sea, que cató poco la fama. Y ha acabado por asentarse en León y reabrir un local familiar al que llama «bar-productora». Su más inmediato proyecto es grabar un corto ( Holy Smoke , posible título) ayudado por amigos de nombres como Thai-Chi y Pies de Gato sobre el día a día de un barrio donde, como afirma, poético, «la miseria se cuece a fuego lento» y «vivimos los que hemos perdido el ascensor del éxito y tenemos que usar las escaleras». Mientras, Benito sirve ron embotellado con el nombre del actor porno Ron Jeremy (mezclado con Prieto Picudo) «y nos reímos de los piscineros que leen 50 sombras de Grey sin sospechar siquiera que existe Las once mil vergas de Apollinaire», celebra este insaciable devorador de Dyer, Giles Smith, Farber y Cabrera Infante que escribe cuentos de una sola frase. Le pedimos que nos lea uno, así que carraspea, y dice:

—Este es bueno: «¿Dónde están los ochos de mi jerséi?».

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