Diario de León
Publicado por
vanessa carreño
León

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Todos tenemos creencias. Y no me refiero a creencias religiosas, sino a ideas sobre el dinero, el trabajo, la pareja, la familia o la vida, que consideramos ciertas sin la más mínima discusión. De unas somos conscientes, otras las tenemos tan interiorizadas que ni sabemos que las creemos. Unas no tienen demasiada importancia, otras nos limitan enormemente. Porque hay pocas cosas más limitantes que pensar “yo creo esto es así y no hay más que hablar”.

Y, si hay tres creencias especialmente peligrosas, serían éstas: Existen las personas especiales. ¿Lo crees así? Pues no. Los que alcanzan el éxito no tienen nada especial ni diferente. No son más capaces, ni más inteligentes, ni tienen más suerte. Son iguales que todos los demás. Y si hay algo que les diferencia es que ellos creyeron que podían y creer eso les hizo actuar en consonancia.

Por eso la segunda creencia más limitante es el “no soy capaz”. Creerte incapaz de algo es uno de los principales motivos de que no lo consigas. ¿Cómo te comportarías tú si creyeras que eres capaz de todo lo que te propongas? De tener el mejor trabajo, de vivir la vida que siempre has soñado, de triunfar en cada proyecto… ¿Te comportarías tal y como lo estás haciendo ahora? Pues ahí está la diferencia, en que si crees que puedes, podrás. Y si crees que no puedes, no podrás. Así de sencillo.

Es imposible. Si algo es imposible, ¿para qué voy a intentarlo? Dicho y hecho, cerramos puertas y guardamos herramientas. ¿De verdad crees que vas a hacer todo lo posible para conseguir un ascenso si en el fondo crees que es imposible? En cambio, si tienes claro que es posible, ¿qué harás? Pues usar todo tu potencial y buscar la manera hasta encontrarla. Por eso, si no prestas atención a tus creencias limitantes, corres el riesgo de que condicionen tu vida. Porque lo que crees determina lo que piensas. Porque según lo que piensas, así actúas. Y porque según actúes, tus resultados serán unos u otros. Recuerda: no podemos dejar de creer, pero sí podemos elegir qué creer.

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