Natalia, piloto

Todas las miradas están clavadas en el Peugeot 205. Diez. Comienza la cuenta atrás. Nueve. Natalia respira hondo mientras su copiloto continúa la resta. Ocho. Siete. Seis. En el interior del coche se palpa la tensión. Cinco. Parece que se detiene el tiempo. Cuatro. Tres. Dos. Natalia fija la mirada en la carretera. Uno. Acerca el pie al acelerador. Cero. Y arranca un recuerdo que se graba para siempre en su memoria.

«Nunca se me olvidará», reconoce Natalia. Después de nueve años la emoción aún le empaña la mirada. «Me temblaban las piernas y bajé todo el tramo llorando». Era un 25 de julio y lo recuerda a la perfección. Como para no hacerlo, era un sueño cumplido. Era su primera carrera como piloto de rally.

Su amor por la gasolina viene de lejos. A Natalia siempre le encantaron las motos. Desde pequeña. Pero en su casa nunca quisieron comprarle una. Por miedo. De todas formas, ella cogía las de sus amigos del pueblo. Y con el carnet de conducir fue algo parecido «a los chicos siempre les dejaban el coche antes que a nosotras», recuerda con rabia. Agua pasada porque hoy en día ella tiene su propio coche.

En los rallys corren pocas mujeres pero eso no significa que sean peores. Natalia no lo es. A ella le sobran habilidades para la conducción. Y no solo como piloto sino también como copiloto y como conductora en Eslalon, donde compitió durante dos años. Aún así, reconoce que desde las cunetas se oyen todo tipo de cosas. «No hace falta ser tía, pasa un chaval despacio y también lo pone todo el mundo a parir», reconoce. Pero las mujeres tienen que demostrar más debido a su «mala fama como conductoras».

Si algún día es madre Natalia lo tiene claro «le compraría un kart a los cinco o seis años. Yo no tuve la oportunidad». Y ¿el futuro? Reconoce que el mundo del rally es muy complicado, sobre todo por el dinero. «Es un mundo muy caro», asegura. A pesar de todo, Natalia seguirá disfrutando entre curva y curva ya sea de piloto, de copiloto o de espectadora.