Diario de León

Siria

La vida renace entre escombros

Los sirios ocupan las casas que encuentran más o menos en pie. Un fenómeno muy extendido ahora que regresan a su lugar de origen tras seis años de guerra

Fotografía realizada el pasado 8 de marzo de dos calles contiguas a la mezquita Omeya de Alepo, reflejo de la lucha sin cuartel.

Fotografía realizada el pasado 8 de marzo de dos calles contiguas a la mezquita Omeya de Alepo, reflejo de la lucha sin cuartel.

Publicado por
Mikel Ayestarán
León

Creado:

Actualizado:

Volví a mi casa después de cuatro años y me he encontrado una bomba en el cuarto de estar, ¿qué hago?», pregunta Mohamed al ver un extranjero en la calle principal de Bustan al-Qaser, uno de los últimos barrios que abandonaron los grupos armados de la oposición siria en diciembre pasado, en su retirada del este de Alepo. Mohamed acudió al Ejército y le dijeron que era cosa de los rusos, pero no hay ni rastro de rusos por estas calles. Tampoco sirven de ayuda los carteles de alerta de la ONU porque se limitan a pedir a los vecinos que informen en caso de encontrar un explosivo, pero no dicen a quién. Mientras busca una solución, Mohamed ocupa una vivienda que ha encontrado más o menos en pie, un fenómeno muy extendido entre los ciudadanos que regresan a sus casas tras cuatro años de guerra en la ciudad y solo encuentran escombros.

Abdula y su familia son también ‘okupas’ en este nuevo Alepo oriental. Tiene once años y lleva sin ir al colegio desde hace cinco. «Ya se me ha olvidado todo», responde mientras llena dos bidones de agua de uno de los depósitos instalados por la Media Luna Roja. Se ven niños y más niños por las calles, ellos parecen los encargados de llevar el agua a las casas. Una vez que han callado las armas, la nueva batalla de los sirios es lograr el desescombro y llevar a las casas agua y electricidad.

A diferencia de otras ciudades, Alepo permaneció tranquila durante un año y medio tras el inicio de las revueltas contra el Gobierno de Damasco, pero en el verano de 2012, en un asalto sorpresa, media ciudad pasó a manos de grupos armados opuestos al régimen. Al comienzo el Ejército intentó recuperar el terreno perdido, pero ante la falta de fuerza se creó una especie de línea divisoria dentro de la ciudad que se mantuvo hasta que, con la ayuda de Rusia, se lanzó la ofensiva de finales del pasado año. Fue el momento de los grandes bombardeos, día y noche, y los efectos de la aviación y la artillería son devastadores.

Hasta el límite

«El califato es la meta» En An Share Sharki, como en Bustan al-Qaser o Sukkari, los grupos armados resistieron hasta el límite y el castigo fue el más duro. En la mezquita principal solo quedan en pie las cuatro paredes y el minarete desde el que un altavoz llama a la oración. Un puñado de hombres, mayores en su mayoría, caminan por el sendero que han abierto las excavadoras entre los escombros de lo que fueron bloques de viviendas. Ahmed Sarraj se siente afortunado porque, aunque su casa ya no existe, la de su hermana está en pie y allí se ha metido con sus cinco hijos. «Si los terroristas aguantaron tanto aquí es porque era la única vía de salida que les quedaba y por eso se agruparon en esta zona antes de irse para siempre y dejarnos esta enorme destrucción», comenta desde un balcón que tiene vistas directas al interior de la mezquita ya que la cúpula está destrozada. An Share Sharki, Bustan al-Qaser o Sukkari fueron los últimos bastiones opositores.

En plaza Dar Shifaa se encontraban varios de los hospitales más importante de la zona este, a los que «los Cascos Blancos traían a los heridos, los dejaban a toda prisa en la puerta y salían a por más», recuerda Radwan Farawiti, dueño de un comercio desde el que ha sido testigo directo «de mucha sangre y de toda la destrucción que nos rodea, en cada bombardeo nos metíamos al sótano y rezábamos para que acabar pronto». El comercio está de nuevo bien surtido, tienen hasta máquina para café, nada que ver con los últimos años. «No abandonamos el barrio porque aquí tenemos nuestra casa y negocio de toda la vida», apunta mientras nos señala a lo alto de un edificio de seis pisos desde el que cuenta que los hombres de la Brigada Abu Amaro, el grupo que controlaba estas calles, tiraba a antiguos militares y policías y a homosexuales. Radwan y su familia se alimentaron de pan y salsa de tomate durante meses «porque no había otra cosa, el cerco fue muy duro» y ahora solo espera «que la gente regrese pronto, hay muchos desplazados que están esperando que acabe el curso escolar para volver. pero el problema de Siria no ha terminado con la victoria del Ejército en Alepo».

tracking