Estoy triste y tengo miedo

VANESSA CARREÑO

Se atreve a decir que está triste cuando lo está? Y el miedo, ¿se atreve a manifestarlo cuando lo siente? Es curioso que la mayoría de las personas piensen que es mejor callarse estas cosas, cuando precisamente reconocerlas y expresarlas nos libera de ellas. Y no pasa nada por hacerlo, nadie le va a comer.

El problema es que nos atamos a la falsa seguridad que nos da pensar que si no mostramos lo que sentimos es como ?si lo estuviéramos controlando… Y así es como, de tanto esconder nuestra fragilidad, terminamos engañándonos a nosotros mismos, viviendo en un mundo de apariencias, haciendo como que no pasa nada. Como que no estoy triste, como que yo nunca tengo miedo y como que a mí nada me afecta, porque en eso consiste ser fuerte.

Y aquí es donde surge la contradicción, porque el fuerte no es aquel que nunca se derrumba, sino aquel que se cae y vuelve a levantarse. Porque nadie puede ser siempre fuerte, porque aceptar y mostrar nuestra propia fragilidad es precisamente lo que nos hace poderosos y porque todos somos todo: malos y buenos, puntuales e impuntuales, frágiles y fuertes. Eso es lo que nos hace seres completos, auténticos, de carne y hueso.

Por supuesto que no le estoy diciendo que se recree en su fragilidad. Simplemente que se dé permiso para mirarla, sentirla y aceptarla. Que pida perdón, que reconozca que se ha equivocado, que se atreva a decir «hoy no estoy bien», o «esto me ha hecho daño», o «necesito un abrazo». Que se dé permiso para ser como es, porque todos somos así, aunque algunos se empeñen en esconderlo. Y que recuerde que ser fuerte es ser resiliente. Es decir, tener la capacidad de caerse, de romperse y de volver a recomponerse, las veces que haga falta. Verá que aceptar su fragilidad no sólo le conecta más consigo mismo, sino que también le permite conectar con los demás de una forma sincera y auténtica, como nunca antes. ¿O acaso no se siente más cerca de una persona cuando ésta se muestra tal cuál es, con sus miedos y sus inseguridades? Claro que sí, yo también.