Diario de León

Publicado por
Manuel Vilas
León

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Llevo unas cuantas semanas viajando por España. A los escritores nos toca promocionar nuestros libros, y vamos de ciudad en ciudad. Yo lo hago encantado y feliz. Me gusta viajar por España. He tenido que coger muchos trenes en estos últimos días. He mirado los paisajes y los pueblos por los que pasan esos trenes. No me gusta lo que he visto. He visto lugares abandonados, casas perdidas, caminos tristes. Hay una España de interior en la que no vive nadie, o vive muy poca gente. Es un territorio desolado.

De vez en cuando aparece algún pueblo. Se adivina poca prosperidad económica en esos pueblos. Se ve una escasa actividad laboral, se ve casi la Edad Media, se ve casi el rastro de la noche de los tiempos. Lo han dicho cientos de personas antes de mí. Lo han dicho escritores, sociólogos, historiadores, economistas. Hasta que esa España del interior no consiga ser un territorio deseado, un territorio próspero, no nos irá bien a todos. Solo la costa mediterránea ha conseguido protagonismo. Esto lo saben los políticos desde hace mucho tiempo. Es un asunto viejo de los males endémicos de España.

El problema es la falta de imaginación y de ilusión. Habría que crear un Ministerio de la España sin Nadie y nombrar un ministro. Yo mismo podría encargarme de este ministerio. La tarea sería muy sencilla: lograr que la España sin mar se convierta en una España mágica, esplendorosa, donde la gente viviera con imaginación, donde hubiera una fiesta nueva. La España sin mar, sin costa, necesita inversiones especiales. Se necesitan proyectos culturales, ideas, gracia, talento, libros, canciones, teatro, música, una mirada diferente, una revolución pacífica. Se necesita amor e imaginación. Si a mí me nombraran ministro de la España sin Nadie cobraría solo 2.000 euros al mes, y me comprometería a lograr resultados en dos años. Si no, dimitiría. Haría de todas esas ciudades sin mar centros importantes de la ciencia, de la literatura y del arte. Centros de la vida. Nadie lo ha intentado. Y es uno de los problemas más acuciantes de la desigualdad territorial. No es solo una cuestión económica, pues hay ciudades del interior que son ricas. Es algo que tiene que ver con el deseo de querer vivir en esas ciudades porque en ellas ocurra algo interesante. Hay que cambiar el espíritu de la España profunda.

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