Diario de León

Pedro Baños: «El poder fomenta las relaciones no reproductivas porque ya no necesita fuerza de trabajo»

Su discurso no resulta amable, pero esa es precisamente la razón de que sea una voz necesaria. El experto en Geopolítica y Contrainteligencia Pedro Baños enciende una luz en un mundo que trata de mantenernos a ciegas.

MARCIANO PÉREZ

MARCIANO PÉREZ

León

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El mundo ha cambiado de paradigma pero la inercia del anterior impide que nos demos cuenta de que caminamos por un sendero desconocido. El coronel Pedro Baños ofrece en esta entrevista algunas pistas para manejarnos a través de la incertidumbre, hacia un momento en que no podemos estar seguros de nada.

—Hace un año de nuestra última entrevista ¿Cómo ha cambiado el mundo?

—Nos tenemos que fijar en los acontecimientos que han tenido lugar en Oriente Próximo, empezando con el ataque terrorista de Hamás en territorio israelí. Y a partir de ahí, con el desastre humanitario total y absoluto en Gaza. Estamos hablando ya de 22.000 personas fallecidas, un verdadero drama teniendo en cuenta que la franja tiene una población de poco más de dos millones. Condenando siempre el atentado terrorista, la actuación de Israel es totalmente inaceptable para cualquier país democrático. Además, corremos el peligro, nada remoto, de que esto se extienda a otros lugares. Hay acciones de manera permanente por parte de Hezbolá y las fuerzas aéreas israelíes han bombardeado también objetivos de Irán localizados en Siria. Recientemente, se ha atacado a un comandante importante de la guardia revolucionaria iraní, con el peligro de que el país persa se vea involucrado, más incluso si tenemos en cuenta la situación con los hutíes en Yemen.

—Parece incluso que Ucrania ya no existe.

—El conflicto de Ucrania ha quedado relativamente congelado tras el fracaso de la ofensiva de primavera, que luego se convirtió en la de verano, más tarde en la de otoño y así hemos llegado al invierno sin que haya habido ningún resultado por parte del ejército ucraniano.

—Los acontecimientos se suceden de manera vertiginosa. El 1 de enero los discursos de los presidentes de China y Corea del Norte no fueron tranquilizadores.

—Desde luego. Incluso Vladimir Putin, que hacía veinte años que no ofrecía un discurso de Año Nuevo, lo ha dado. Xi Jinping nos ha dicho que la anexión de Taiwán es algo absolutamente inevitable. Ha usado exactamente esa palabra, no otra. El dictador coreano, por su parte, advierte de que seguirá adelante con sus pruebas nucleares porque se siente amenazado por Estados Unidos. La tensión va a ser máxima. A eso le añadimos que Reino Unido ya ha anunciado su participación militar en Yemen, con lo que el conflicto se activa en muchos lugares del mundo de una manera en la que nos afectará a todos. Aunque es verdad que en esta operación que pretendía llevar a cabo Estados Unidos con apoyo de Europa solo Gran Bretaña parece seguirle y el resto se ha puesto de perfil. Empezó España y le siguió Italia. Lo cierto es que de momento no hay nadie, salvo Londres, que le que le haya secundado en esta operación.

—¿A qué achaca esta postura de Europa?

—No lo han visto claro y, además, el riesgo es evidente. Hay que pensar que si bien al principio se pensó que estaban involucradas fuerzas de Al-Qaeda, en esas mismas aguas fue atacado el buque estadounidense SS Carney, con lo que no cabe duda de que a través del lanzamiento de drones, de barcas de llenas de explosivos o lanchas suicidas, la situación puede terminar por involucrarnos en una verdadera guerra. No lo han tenido que ver claro porque también puede ser que acabe implicado Irán. Y eso que es cierto que la acción de los hutíes nos afecta a todos porque al final si hablamos del Mar Rojo, estamos haciéndolo del canal por el que pasan todas las mercancías. Los barcos que llega de China, por ejemplo, tienen que dar la vuelta por el Cabo de Buena Esperanza, atravesando todo África y duplicando el trayecto y, con ello, el coste. Es decir, que no está nada claro los riesgos de la escalada que se puede provocar.

—En el caso de que Donald Trump ganara las presidenciales en primavera ¿Estaríamos a punto de alcanzar un momento político inédito?

—Vemos que están haciendo todo lo posible para que Donald Trump no se presente a las elecciones y eso que lo tienen muy complicado porque, según la legislación estadounidense, incluso estando en prisión podría presentarse como candidato a presidente. Desde luego, creo que si ganara Trump, las cosas no irían a peor porque lo que la administración Biden ha demostrado es que está encantada con todo lo que está pasando, igual que las grandes empresas armamentísticas, un lobby fundamental que está haciendo verdaderas fortunas, disparadas en bolsa, con una guerra, la de Ucrania, absolutamente suicida. Porque lo que tenemos que entender es que el 60% de la ayuda armamentística que EE UU le presta a Ucrania va a empresas estadounidenses. Así que veremos todas las zancadillas que le pondrán a Trump para que llegue a ser presidente. Y es que, además, hoy por hoy no hay muchas más opciones. Es muy triste que el país que presume de ser el adalid, el abanderado del mundo libre, tenga como presidente a una persona como Joe Biden, que raro es el día que no comete una torpeza absoluta, que desde luego es un descrédito total, no solamente para él, sino para todo un país. Luego está Trump y un candidato con ideas muy revolucionarias, Robert Kennedy, que tampoco tiene la fuerza suficiente. En cualquier caso, la sensación es que con Trump las cosas no irían a peor, probablemente irían a mejor, porque es un hombre pragmático, un hombre de negocios, y lo que le interesa es que su país prospere económicamente, por lo que no tendría ningún inconveniente en suavizar las relaciones tanto con Rusia como con China.

—Estamos ante el final definitivo de la globalización?

—En Europa estamos totalmente descolocados y desnortados. Lo acabamos de ver ahora con la regulación de la Inteligencia Artificial. Somos el mercado que menos produce. Los grandes monstruos son China y Estados Unidos. Nosotros tenemos una participación muy pequeña y resulta que somos los que queremos regular algo que creo que es irregulable porque no es el futuro sino un presente que avanza por segundos, literalmente. Acabar con la globalización va a ser difícil. Es complicado que se rompa del todo, aunque es cierto que hay movimientos muy nacionalistas que quieren recuperar su propia identidad. Tendemos a relacionarlo con su vertiente económica, pero hay una globalización cultural, una asimilación en virtud de la cual parecía que todos teníamos que pensar igual, comer lo mismo, escuchar el mismo tipo de música. Sin embargo, surge una corriente que pretende recuperar precisamente los valores tradicionales de cada nación. Desde el punto de vista comercial, a nadie le interesa que la globalización se rompa. No le interesa a China, por ejemplo, que sigue siendo la gran fábrica del mundo, pero tampoco a nosotros, porque al final estamos obteniendo productos baratos y de alta calidad de las que no podemos prescindir.

—Al tiempo que se modifica el statu quo geopolítico cambia la estructura social que habíamos conocido debido a los adelantos tecnológicos, se modifican valores que hasta ahora parecían estar claros. En Occidente se ataca el feminismo con teorías queer mientras que en otros se prohíbe la libertad sexual con la complacencia de la izquierda europea por un extraño complejo de colonialismo revenido.

—Desde luego, estamos en los albores de un mundo completamente diferente. Fíjese. Ha tocado dos temas que podríamos diferenciar. En el mundo hay dos corrientes ideológicas enfrentadas completamente. Por un lado, está el mundo que quiere volver a lo tradicional, un lugar conservador. Pensamos en Rusia, pero también en Argentina. Allí, el nuevo ministro de Defensa ha dado orden a todos los ejércitos de prohibir terminantemente el lenguaje inclusivo. Estamos hablando de lo que pretende Víktor Orban en Hungría o de Francia, donde Marine Le Pen podría ganar las elecciones. Mientras, tenemos lo contrario: un territorio que podríamos llamar ultraprogresista, ultraliberal que tiene ideas muy revolucionarias que afectan incluso a estamentos que, como las feministas tradicionales, están a años luz de las teorías conservadoras, mujeres que lucharon por la verdadera igualdad de la mujer y que están escandalizadas con todos los acontecimientos. Porque como todo, cuando llegas al extremo, te puedes equivocar. Entre tanto, se está generando un mundo completamente nuevo, el de la inteligencia artificial, que lo va a transformar todo.

—Sí, porque hasta ahora la clase media estaba a salvo pero ahora todas sus funciones las realizará la inteligencia artificial y las máquinas.

—Efectivamente. Desde la abogacía a la ingeniería, todo lo que no tenga que ver con la creatividad, con la originalidad propia del ser humano, corre el peligro de desaparecer porque lo va a realizar la inteligencia artificial. La IA tendrá toda la legislación en su memoria. Y, de hecho, ya hay despachos de abogados que están gastando muchísimo dinero para tener su propio Chat GPT. Va a haber muchos menos empleos y quien lo mantendrá será quien sepa utilizar bien la inteligencia artificial. Por eso, la transformación y la adaptación tiene que ser máxima y más en un momento en el que todo es tremendamente impredecible y evoluciona a pasos agigantados.

—¿Qué hacer en este nuevo mundo con la actual superpoblación?

—Ese es el quid de la cuestión porque lo que ocurre es que la gente no será productiva y ni siquiera tendrá la capacidad o posibilidad de tener un trabajo. De ahí el debate para establecer una renta básica universal porque no sabemos qué hacer con las personas. Está muy claro que los seres humanos sobramos, pero sobramos a los que de verdad llevan las riendas del mundo. Porque hasta ahora habíamos sido una fuente de energía, una fuente de trabajo, una fuente de ingresos, pero ya no.

—Habla de eugenesia.

—Por supuesto y por esa razón tratan de fomentar las sexualidades no reproductivas. No quieren que tengamos hijos. Ellos sí, claro, las élites seguirán teniéndolos.

—Eso nos lleva a la profecía de Wells.

—No. La profecía de Wells ya se ha cumplido. Tenemos una clase social muy alta, muy elevada, íntimamente relacionada con la alta tecnología y una clase media tendente a desaparecer para convertirse en clase baja. Lo estamos viendo con los jóvenes, jóvenes que no tienen acceso a la vivienda o tienen que vivir en infraviviendas. En Madrid ya lo ves con estos locales que se están transformando en habitacionales con fachada de dos metros y medio y un fondo de seis. Esta situación incapacita cualquier proyecto vital. Los jóvenes no pueden tener hijos, disponen de trabajos mal pagados y sin posibilidad de llegar a tener una pensión el día de mañana. Mientras, hay una élite que vive prácticamente aislada en zonas que son fortalezas, en un nivel completamente diferente de dominio de la sociedad.

—Un manera inédita de esclavitud.

—Hay un ejemplo muy claro en esto que ahora se conoce como las ciudades de 15 minutos. Si no vives en el centro sólo tendrás a tu disposición el espacio que puedas caminar en ese tiempo. Son guetos medievales. Aquí en León puede que no pase, pero imagínese en lugares como Madrid, donde sólo podrás salir de tu barrio si pagas o tienes un permiso especial.

—Bueno, eso ya ocurre un poco con la prohibición de la circulación contaminante...

— Exacto. ¿Quién puede circular por el centro? Puedes comprar un coche de superlujo, de 200.000 euros y 600 caballos, con 30 kilómetros de autonomía eléctrica para acceder la centro. Pero ¿Quién puede permitírselo? Ellos no van a prescindir de los yates ni de los jet privados, pero tratan de convencernos de que tenemos que ir en bicicleta o andando. Y eso es lo moderno porque además lo dicen abiertamente, que tenemos ir al a un decrecimiento y comer grillos mientras ellos continúan con sus banquetes versallescos.

—Eso puede llevar a posturas radicales semejantes a las de los años veinte del siglo pasado.

—Debemos tener en cuenta que la mayoría de las personas se informa a través de las redes sociales, que son una manipulación total y absoluta y buscan la desinformación política. Sólo se permite lo que no vaya en contra de la narrativa oficial. Además, ahora mismo hay un adoctrinamiento muy importante en los colegios. Hay niños y adolescentes absolutamente obsesionados con estas cuestiones y piensan que hay que hacerlo todo por el bien del planeta, por el medio ambiente, por la humanidad.

—En el siglo de la ciencia se prohíbe la duda. Solo hay espacio para la fe.

—Claro, sólo se publican, se amplifican y se da voz a aquellos informes científicos o a aquellos científicos que coinciden con la narrativa oficial. Cualquiera que trate de oponerse es poco menos que un asocial y hay que eliminarle. Lo vemos de manera constante y por eso es tan difícil tener un discurso alternativo al poder. Además, los medios dependen, absolutamente deficitarios, del poder y las grandes empresas, con lo que tampoco tienen libertad.

—Y Europa se ha convertido en un lugar caduco, o al menos eso se refleja.

—El problema es que parece que la democracia occidental se ha convertido en un modelo caduco y casi autoritario. Vemos cada día como sus medidas no coinciden exactamente con lo que debería ser un sistema verdaderamente democrático. Además, tiene un modelo inoperativo en el que tardamos mucho en reaccionar, en tomar decisiones y ejecutarlas. Y para hacerlo más complejo, ahora queremos incorporar a más países en una espiral de desastrosa Torre de Babel. Nos hemos vuelto obsoletos en un mundo tremendamente ágil. Antes Europa dominaba la tecnología, ahora ya... Y, sin embargo, seguimos con el complejo de imperio, de que una vez fuimos.

—Y frente a todo esto ¿Cómo podemos defendernos como individuos?

—Todos debemos hacer un esfuerzo enorme por pensar. Es cierto que el cerebro consume muchísima energía y es mejor dejarnos arrastrar por las circunstancias y por la ola del momento, pero hay que tratar de analizar las razones por las cuales quieren imponernos determinadas cosas, qué intereses puede haber detrás, que siempre los hay. Nos hemos vuelto demasiado conformistas mientras algunos políticos se han instalado en la mentira permanente. No podemos tener esa tolerancia hacia una mentira política tan sumamente descarada y ser muy conscientes para no caer en esa inercia de votar a lo que hemos votado toda la vida. Las circunstancias van cambiando y nos falta un liderazgo que de verdad piense en el beneficio de España y del conjunto de todos los españoles y no en el personal o de su grupo político. La situación actual requiere pensar, requiere dudar y, sobre todo, también la valentía de salir de las propias voces personales y familiares.

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