Diario de León

Llegan las Juanis, glamur de periferia

Llevan años entre nosotros, pero nadie se fijaba en ellas. Son jóvenes, de barrio y quieren triunfar: las Juanis son legión y Bigas Luna las llevará al cine

Publicado por
SARA CARREIRA | texto
León

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Bigas Luna, el director de cine que firmó películas como Jamón jamón, Huevos de oro o Son de ma r está realizando un casting por España para encontrar a la Juani, la protagonista de su nueva cinta. Quiere elevar a la categoría de icono cinematográfico a una de estas muchachas. Pero, ¿quiénes son las juanis? Según lo que se recoge en la página web yosoylajuani.com, se trata de una joven veinteañera, que vive en las periferias urbanas, tiene estudios básicos, viste con un puntito de descaro, se pasea con un novio tunero (que redecora el coche) y está al quite para triunfar a la mínima que le permitan. Juani, Vanesa, Jenifer... son muchos los nombres de estas jóvenes que conforman una de las tantas «nuevas multitudes» que han nacido al amparo de la sociedad postmoderna, según apunta el catedrático de Sociología de La Coruña. Hay juanis en Madrid o Barcelona, pero también en León, Sevilla o Valladolid. En realidad en cualquier ciudad que tenga un centro comercial, que es el auténtico templo de esta mujer que representa -para quien ha hecho de Penélope Cruz y Javier Bardem el paradigma de la hispanidad- el glamur de la periferia, la reina del extrarradio, la cenicienta del siglo XXI «que lanzó su zapato a la cabeza del principito porque era un capullo», en palabras del propio Bigas Luna. A sus casting por media España se presentan miles de chicas sin ninguna formación en arte dramático -es una premisa del director- dispuestas a ponerle cara al nuevo icono de Bigas Luna. ¿Podría ser del Norte esta Juani? Sin duda. Patri es una juani de libro y es más, en cuanto se entera de que existe una denominación, se siente totalmente identificada. Vive en Monte Alto, un barrio coruñés, estudió estética pero trabaja de dependienta en una tienda. Tiene 23 años, el pelo más rubio que Claudia Schiffer (y por el mismo sistema), le encanta la ropa ceñida, el reggeaton (la música bailona de moda) y salir con sus amigas. Tiene novio, claro, pero no siempre quiere dar una vuelta con él por la noche. En cuanto a su futuro, no es algo que le inquiete aunque se ve con pareja estable y un piso propiedad. Sobre Patri sobrevuela el sueño de cualquier juani que se precie: triunfar. No quiere un marido rico, ni una vejez acompañada, ni piensa en la salud. No sufre los complejos de otras generaciones que se conformaban con poco, como si no tuviesen derecho a nada y todo lo que les llegaba era un regalo. Ella, tan juani, sabe que sus aspiraciones pueden ser infinitas y poniéndose las tendencias del Wallpaper por montera reinterpreta lo que los gurús de la moda, los mandamases de la música y los políticos de turno le aconsejan. No le importa que Galliano apueste por el abullonado, ella lleva sus camisetas ceñidas porque está encantada con su cuerpo, que es el que le ha tocado en el reparto; no le interesa que la fusión de jazz y flamenco levante pasiones, ella adora hoy el reggeaton y mañana dios dirá; y de política, pues es que nunca ha sentido la necesidad. ¿Ella es vulgar? Sobre todo auténtica. Su compañera María es una juani menos declarada. Estudió comercio y aunque le gustan las tiendas, su objetivo está un poco más lejos. Eso no le impide disfrutar y mucho de su vida actual, que tiene todo lo que una chica de veinte años quiere: un novio estupendo al que adora, una afición desmedida por los rallies y un cuerpo que le permite ponerse pantalones de cintura baja, camisetas ceñidas y botas tipo ugg para compensar las corrientes de aire de la parte alta de su anatomía. María lleva rastas y un piercing, baila los sábados por la noche y aspira a comprarse un piso. No duda en posar -«mi novio me saca muchas fotos», dice orgullosa- y mira al fotógrafo, segura y coqueta, con ganas de conquistar a la cámara. Sin duda, es juani. El poder del grupo Porque las juanis a veces se esconden, despachan en la panadería, venden cremas, hacen la manicura y así apenas nos fijamos en ellas. Pero el fin de semana y el centro comercial son suyos. Las hay a cientos y si entre ellas deciden poner de moda los pendientes de aro grande, ya puede Karl Lagerfeld apostar por los lacitos de terciopelo. Los colores ácidos y redondeces gigantescas nos inundan por donde miremos. «Ya era hora que alguien nos viese», dice Yasmina, una barcelonesa, en un foro de Internet dedicado a las juanis. Porque están hartas de ser la mayoría pero no verse reflejadas en ningún papel. Ahora tienen la oportunidad y tal vez incluso se vuelvan reivindicativas.

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