Diario de León

Bachelet rompe y rasga

Esta semana, una vez finalizado el recuento de las elecciones celebradas el pasado domingo en Chile, Michelle Bachelet ha accedido a la presidencia de la república. El triunfo de la líder del Partido Socialista es singular, pero no sólo por tra

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FÉLIX SORIA | texto
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Encarcelada y exiliada durante la dictadura de Pinochet, de formación política marxista y hoy socialdemócrata, la recién elegida presidenta de Chile no sólo rompe moldes por sus trayectorias vital e intelectual, sino que además es mujer, madre de tres hijas que son fruto de dos relaciones diferentes y, por si fuera poco, es agnóstica, está divorciada y no se le conoce pareja estable. Tal como han reconocido destacados miembros de la derecha chilena, Bachelet semeja la más genuina personificación de los males contra los que dijeron haberse alzado los golpistas que el 13 de septiembre de 1973 asesinaron al entonces presidente constitucional, Salvador Allende. No es la primera mujer que accede a las más altas responsabilidades, monarcas aparte. Mucho antes lo hicieron las emblemáticas Golda Meir (Israel) e Indira Gandhi (India), y más recientemente Margaret Thatcher (Gran Bretaña). Con su presencia en primera línea, las dos primeras reforzaron, en cierto modo, las tesis que en las décadas de 1950 y 1960 defendían los movimientos feministas que por aquel entonces eclosionaban en Occidente. Ya en la década de los noventa, el número de mujeres con poder político (legislativo o ejecutivo) aumentó exponencialmente en todo el mundo, no sólo en Europa. En India, Bangladesh, Pakistán, Indonesia e incluso en varios países latinoamericanos la mujer se hizo hueco en ámbitos a los que apenas tres décadas atrás sólo accedía en calidad de primera dama, salvo que fuera la heredera de un monarca en ejercicio, o bien como reina consorte o regente. Paradigma y espejo En comparación con la de hombres la cifra todavía causa rubor, pero cabe subrayar que durante el siglo XX el número de mujeres que ostentaron altas responsabilidades públicas superó ampliamente el centenar; si bien para alcanzar ese resultado hay que sumar ministras y reinas. No obstante, el paso ha sido de gigante si se tiene en cuenta que en los siglos precedentes -también durante el llamado de las luces, el XIX- ellas fueron sistemática e incluso legalmente relegadas a segundo plano, máxime en ámbitos institucionales, salvo las monarcas reinantes. Entre las más recientes jefas de estado o de gobierno cabe mencionar a Khaleda Zia y Hasina Wajed, ambas han sido primeras ministras en Bangladesh; la panameña Mireya Elisa Moscoso, la irlandesa Mary Robinson, la noruega Gro Harlem Brundtland, la ucraniana Yuliya Timoshenko y, aunque no llegó a tocar techo, la francesa Nicole Fontaine, que fue ministra y luego presidenta del Parlamento de la Unión Europea. Sin demérito de las mencionadas ni del penúltimo triunfo femenino -el protagonizado por la alemana Angela Merkel-, el caso de Bachelet es más significativo por dos aspectos sustanciales. Primero, porque ha sido elegida por el 53,5% de los y las votantes en un país en el que los resabios machistas y autoritarios tienen hondo calado. Así lo reconocen -poniendo mayor o menor énfasis- todos los analistas y sociólogos chilenos, sin excepción, incluidos aquellos que asumen las premisas de la derecha más radical y defienden la conveniencia de mantener determinados valores y normas de la dictadura pinochetista. En segundo lugar, la chilena destaca porque es una mujer autónoma e independiente, incluso en lo económico; circunstancia esta que condiciona la vida y el desarrollo personales de un elevado porcentaje de féminas. Para aquilatar el triunfo de la candidata de la Concertación, conviene tener en cuenta que es hija de un general encarcelado por orden de Pinochet que murió en prisión y, sin embargo, ella, siendo ministra de Defensa, no sólo contribuyó a redondear la reforma de las todavía mal vistas fuerzas armadas, sino que además se ganó la confianza y el respeto de los militares. Y esto, en un país en el que los pinochetistas y el recuerdo fresco de la dictadura todavía concitan temores, ha hecho que miles de chilenos premien la mezcla de ductilidad y pragmatismo de una mujer -en este caso, la hija de un general constitucionalista- como una garantía de estabilidad.

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