Diario de León

Talasoterapia, una medicina guardada en alta mar

Las propiedades curativas del agua marina han sido siempre un gran misterio. Hipócrates, Galeno o Herodoto ya recomendaban este líquido elemento para la cura de enfermedades. Los tratamientos modernos reinciden sobre esta idea

MARGA RODRÍGUEZ

MARGA RODRÍGUEZ

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JAVIER PRESAS | BAIONA
León

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A veces, el agua de mar asemeja estar compuesta de otro modo, como de pasta carbonara transparente. Sucede, por ejemplo, cuando se calienta hasta los 34 grados centígrados. Entonces, la sal parece dilatarse hasta el punto de sentirla cuando uno se introduce en la piscina. Sin embargo, superados los miedos iniciales las sensaciones se disparan. El cuerpo, ahora tórrido, se relaja y se olvida de todos los problemas cotidianos. Si a esta percepción ya de por si satisfactoria se le suman una serie de masajes, obtendremos algo muy parecido a aquello que los expertos denominan talasoterapia. La idea que recoge esta palabra no dista mucho de aquella frase empleada por Platón: «El mar todo lo cura». La afirmación, cuatro siglos antes del nacimiento de Cristo, surgía vestida de sueños y deseos por cumplir. Hoy, 2.400 años después, en una época marcada por la tiranía de las ciencias, la química moderna constata por medio de selectivos análisis esta extraordinaria realidad: el mar todo lo cura. Al parecer, el agua marina contiene más de 80 elementos fundamentales para el organismo; muchos de ellos con demostradas propiedades antitumorales, antivirales y antibacterianas. Además, su composición se acerca extraordinariamente a la de nuestro plasma sanguíneo. «El mar posee una composición sódica muy similar a la de la sangre. La diferencia está en que mientras que aquél cuenta con 35 gramos de sal por cada litro, ésta tiene 9 gramos por litro», explica Joselín García Calleros, licenciada en medicina. Especializada en hidroterapia trabaja desde hace tres años en el Talaso Atlántico, único hotel dedicado a la talasoterapia como tal en toda Galicia. Absorción de minerales Cuando uno se introduce en la piscina de agua marina, la temperatura de la misma facilita un proceso de ósmosis de todos los elementos y minerales allí reunidos: calcio, magnesio, hiodo, potasio... La piel, entonces, absorve todas estas sustancias, que facilitan su renovación. «Estas moléculas son ingeridas por el ser humano de forma deficiente cuando se alimenta. En el agua, a temperaturas que rondan la del cuerpo humano, entre 34 y 36 grados, se asimilan en grandes cantidades», corrobora García Calleros. Así, los tratamientos de talasoterapia sirven para multitud de dolencias. En un nivel básico, este tipo de baños ejercen una función antiestrés actuando como bálsamo relajante y estimulante. Pero también facilitan la cura de enfermedades cutáneas como la psoriasis, favorecen la circulación sanguínea, abren las vías respiratorias en caso de catarros, o alivian los dolores producidos por el mal funcionamiento de las articulaciones. «Ya sólo introducirse en el agua relaja, dado que en ella un cuerpo humano de ochenta kilogramos pasa a pesar tan sólo ocho. Las articulaciones, de este modo, se liberan de un gran peso», aclara García Calleros. No es, pues, de extrañar que los tratamientos con agua de mar fuesen recetados ya hace muchos siglos. En la Grecia clásica, Hipócrates, Galeno o Herodoto recomendaban el agua salada para la cura de numerosas enfermedades. En aquella época algunos incluso pensaron que el hombre era hijo del mar. Es la idea del mito de Afrodita. Sin embargo, con la caída del Imperio romano el mar se considera medio hostil. Por suerte, en Francia, en el siglo XIX, se cambiará esta valoración, adoptando el doctor La Bonnardiere un término muy de boga en nuestros días: talasoterapia. Los que la puebran quieren repetir. Tal vez tengan razón aquellos que recuerdan que los peces nunca enferman.

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