Diario de León

UNA AVENTURA INOLVIDABLE

La Medina y los zocos

MANUEL CUENYA

MANUEL CUENYA

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León

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|||| Penetrar en la medina, solo, sin guía, puede llegar a ser una aventura inolvidable. Aunque la medina de Marrakech no es un laberinto de calles y callejuelas como Fès-el-Bali, tiene su encanto. A poco que te desvíes de los zocos, donde se concentra la muchedumbre y los turistas hacen sus compras, te encuentras con la vida cotidiana, en la calle, con los mercados habituales, donde ellos hacen sus compras. Después de deambular por la medina, durante un rato, alejado de los centros turísticos, resulta difícil que no haya algún tipo o un niño que se acerque para conducirte a algún sitio de interés para él. «¿No te apetece ir a los curtidores de pieles?», te suelen decir. «Prefiero ir a Bab el-Khemis», respondes. Para aquellos que no tengan el estómago a prueba de bomba, recomendamos que no vayan al zoco de curtidores, le quartier de tanneurs , en Bab El-Debbagh. El olor es nauseabundo. «Incluso los turistas alojados en La Mamounia -te acostumbra a decir el chaval o falso guía-, visitan este barrio». A uno le entusiasma Bab El-Khemis, donde se monta un zoco animado, y algunos días la feria de ganados, el mercado de burros. Otra buena forma de visitar la medina es en compañía de una marrakchía que sea tu cómplice. De esta forma, nadie intentará llevarte adonde no quieras, y por supuesto tu guía te hará conocer mejor que nadie los lugares de interés real, lo que deseas ver, y a la vez te sentirás tranquilo y podrás charlar con el paisanaje. Agradezco a Sanaâ, Hind y Fouzia, tres hermanas hermosas, despiertas y entrañables, que hicieron que mi última estancia en Marrakech fuera de lo más agradable. Que cada cual elija el mejor modo de visitar la medina y los zocos, y aun la ciudad entera. Me sigue pareciendo interesante el capítulo que les dedica Elías Canetti en Las voces de Marrakech . «En una sociedad, que tanto oculta, que esconde celosamente a los extraños el interior de sus casas, la figura y el rostro de sus mujeres e incluso sus lugares santos, esa progresiva apertura de cuanto se elabora y se vende, resulta atrayente en doble medida». Y añade: «en los Souks... el primer precio que se ofrece constituye un acertijo inextricable. Nadie lo conoce de antemano, ni siquiera el tendero, pues existen en cualquier caso numerosos precios. Cada uno vale para la situación, el comprador y la hora del día».

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