Diario de León

La otra cara de la cumbre del G-8

Los grupos que se oponen al sistema ocuparon una vez más un hueco en el circo mediático haciendo una exhibición de poder como la de la reunión de los líderes en el balneario alemán de Heiligendamm

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ROSA PAINO | texto
León

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Cansados, magullados, pero sobre todo satisfechos por la misión cumplida. Este es el sentimiento general de los antiglobalización que asediaron a los líderes del Grupo de los Ocho (Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Japón, Estados Unidos, Canadá y Rusia) resguardados en el vallado balneario de Heiligendamm, a orillas del Báltico alemán. Atrás quedan los históricos hitos de abortar una cumbre, como la de la Organización Mundial del Comercio de noviembre de 1999 en Seattle. Los objetivos de este heterogéneo grupo se han rebajado, ahora los manifestantes se conforman con hacerse un hueco en periódicos y telediarios para reivindicar su oposición a la globalización capitalista, mientras sus gurús acuerdan puntos concretos en contracumbres o en foros como el de Porto Alegre. Los antisistema son ya parte indivisible del circo mediático de unas cumbres que cada vez son más vistas como una mera exhibición de poder que no sirven para nada. Los desacuerdos son maquillados con pactos light -el ejemplo más claro fue el compromiso de seguir hablando, y nada más, de medidas contra el cambio climático- y las promesas de ayuda suelen cumplirse a medias o no cumplirse -desde el Banco Mundial a las oenegés han denunciado que los dólares prometidos hace dos años a África nunca llegaron a su destino-. Esta vez la sangre no llegó al río, como en la trágica cita de Génova, aunque cada uno de los actores cumplieron con sus papeles. Los antidisturbios lanzaron sus chorros de agua para disolver los bloqueos a las vallas de Heiligendamm y las patrulleras hicieron naufragar las lanchas de Greenpeace. Los antisistema optaron por el clima festivo y disfrazados de payasos protagonizaron las mejores instantáneas frente a los parapetados agentes. La fiesta sólo fue rota por el Bloque Negro, izquierda radical y anarquista, en la batalla campal en los días previos en la vecina Rostock. Los antisistema celebraron la cita con un «misión cumplida», con los daños colaterales consabidos: 300 detenidos, unas decenas de heridos leves y cuatro condenados a diez meses de cárcel, entre ellos dos españoles.

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