Diario de León

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Los pescadores de Trípoli, «daños colaterales» de la guerra

AMR NABIL

AMR NABIL

Publicado por
ENRIQUE RUBIO | texto
León

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|||| Hace ya casi tres semanas que los pescadores de Trípoli no pueden salir a faenar, y su precaria vida empeora cada hora que pasa sin que se ponga fin a la guerra en el vecino campo de refugiados palestinos de Nahar al Bared. Desde que el pasado 20 de mayo comenzaron los combates entre el Ejército libanés y los extremistas de Fatah al Islam de Nahar al Bared, las fuerzas armadas han tomado el control total de las costas de Trípoli, a apenas unos kilómetros del campamento. Una de las primeras órdenes fue prohibir a los cientos de marinos de la ciudad salir a faenar en sus barcas. Los pescadores de esta zona, gente muy humilde que se dedica sobre todo a la pesca de esponjas marinas, pasan ahora sus días ociosos, caminando por el puerto y con un ojo puesto en las compensaciones que esperan por su situación. Necesitan salir a faenar o pronto se agotarán las exiguas ayudas que algunas instituciones les han concedido. Morad Kaparé, un hombre de 51 años poco disimulados, vive desde hace una década en un barco cochambroso y de dimensiones ridículas. Lo llama «Cabaret de la Felicidad». «Desde hace tres semanas, apenas sólo me alimento de esto», dice señalando una botella de ron. «Empleo todo mi tiempo en pintar el nombre a las otras barcas y en dibujar carteles, y así consigo sacar algo de dinero para no morirme de hambre, pero será difícil que pueda aguantar mucho tiempo», explica Morad. El cartel en el que trabaja ahora este veterano pescador, y cuyo boceto ya ha terminado a lápiz, es, paradójicamente, un mensaje de agradecimiento y felicitación a los soldados del Ejército, «por librarnos de esos criminales» (de Fatah al Islam). Morad se queja por no haber recibido la subvención de 100.000 libras libanesas (unos 67 dólares) que la Fundación Hariri ha concedido a los pescadores, pese a mostrar orgulloso un documento que le acredita como tal. Según informó ayer el diario The Daily Star , se han registrado casos de personas que han intentado pasar por pescadores para beneficiarse de las ayudas, lo que ha impedido que las cobren algunos que sí lo son. Tras el inicio de los enfrentamientos con Fatah al Islam, el Ejército prohibió que ninguna embarcación, por pequeña que sea, se hiciese a la mar, para impedir que los milicianos las utilizasen para escapar o como vía de comunicación. En el horizonte marítimo de Trípoli sólo se ve a lo lejos algún carguero y barcos militares. Por la línea de costa, nueve kilómetros hacia el norte, ascienden columnas de humo y se escuchan grandes explosiones. En el puerto, inundado por un profundo olor a salitre, dos jóvenes hermanos cuidan de la barca de su familia, la Jihad 2270 . Pese a tan bélico nombre ( jihad significa guerra santa ), Ahmed y Daud sólo esperan que las tropas acaben con Fatah al Islam y ellos puedan volver a faenar con su padre, quien, dicen, lleva más de dos semanas sin de salir de casa. Ahmed, de 16 años, y Daud, de 12, pasan sus horas muertas dedicándose, como muchos otros jóvenes en las orillas libanesas del Mediterráneo, a pescar con caña. Hace mucho tiempo que dejaron la escuela. «Lo que pesquemos hoy será probablemente nuestra comida del día, así que no nos importa pasar horas y horas. Pero nuestro sitio está en el mar, con las olas y con nuestro padre. Aquí no hacemos nada», dice a Efe Ahmed. Se agota el tiempo para los pescadores de la ciudad de Trípoli, «daños colaterales» de un conflicto al que no se le termina de ver el final.

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