Diario de León

«Adiós, que esquilan»

Cuadrillas de esquiladores extranjeros recorren la provincia pelando a las ovejas, una actividad residual de las explotaciones ganaderas que dejó en León el año pasado una producción de 1.126 toneladas, con un valor total de 375.061 euros

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CARMEN TAPIA | texto
León

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El balido de las ovejas y el ruido de las máquinas indican el camino a recorrer hasta llegar al establo del ganado de Roberto Soto en Grulleros y delatan que es temporada de esquila. Alfonso Suárez y uno de los 25 miembros de su cuadrilla llegado de Uruguay trabajan desde las siete de la mañana en una nave en la que esperan pacientemente su turno alrededor de 1.000 ovejas. La campaña de esquila comienza el 15 de marzo y termina el 10 de octubre, con un descanso de 20 días de agosto. Es, en la época del calor, cuando las ganaderías se ponen manos a la obra. Las casi 500.000 ovejas esquiladas en año pasado en la provincia, según datos del jefe provincial de Agricultura, Fidentino Reyero, dejan patente la ausencia de mano de obra para realizar este trabajo campero que en la actualidad se nutre de cuadrillas que contratan a profesionales procedentes de otros países. Es el caso de la empresa que regenta Alfonso Suárez, de Esquiladores Montaña de León, que se dedica profesionalmente a este trabajo en las provincias de León, Zamora y Palencia. Esquiladores de Uruguay, Polonia, Bulgaria, Nueva Zelanda -que trabajan descalzos- Escocia y Marruecos, se desplazan a León como temporeros y estos días están a pleno rendimiento. Es un trabajo duro, aunque necesario para los animales «lo peor son los primeros diez días, luego el cuerpo se acostumbra, aunque tengo compañeros que necesitan ir a fisioterapia», dice Alfonso Suárez, mientras pasa la tijera a una de las ovejas. Durante toda la jornada, desde que sale el sol hasta que oscurece, los esquiladores permanecen con la espalda curvada. Las herramientas han mejorado. Las modernas tijeras «lister» y «sumbean» agilizan el trabajo y aumentan el rendimiento. Una oveja, dos minutos, esa es la media, aunque depende de la raza. «Con las merinas se tarda un poco más porque tienen más lana en la cabeza, las patas y la barriga», aclara este esquilador. Ellas, las ovejas, permanecen inmóviles durante la operación. Dejan de balar. La maestría del esquilador las mantiene quietas durante la faena. Con una mano les sujetan las patas, la cabeza queda hierática entre las piernas. Dos minutos y listo. Algunas son heridas levemente durante la operación. El ganadero se apresura a curarlas. Un desinfectante azul acaba con la contusión. Cada vellón pesa aproximadamente dos kilos, un peso del que se ve despojado el animal y sirve para aumentar y mejorar su producción de leche. Además, la oveja gana en calidad de vida al desprenderse de una manta de calor que podría matarla durante los meses de verano. La tradición marcaba que las ovejas debían estar esquiladas para san Juan, el 24 de junio, «pero este año llevamos retraso», dice el ganadero. Después de la esquila hay que proteger al animal. Los ganaderos preservan a los animales durante quince días para que no se expongan a cambios de temperatura y mojadas innecesarias que pondrían en peligro su salud. La escasez de lana las deja desprotegidas durante dos semanas, tiempo que tarda en empezar a crecer el vellón. Este ritmo de crecimiento hace que sea necesario que algunos animales tengan que ser esquilados dos veces por temporada. Son las cuadrillas de esquiladores las que mantienen este trabajo del que apenas existen profesionales en la provincia. «Yo creo que cada vez hay más trabajo, nosotros no descansamos en toda la temporada, y vivimos de ésto», asegura Alfonso Suárez. Esquilar una oveja cuesta, según las razas, una media de 1,60 euros. Esto significa un valor total en toda la provincia de 375. 061 euros con una producción de 1.126,28 toneladas y 499.400 cabezas esquiladas en el año 2006, según los datos de los que dispone el jefe de servicio de Agricultura de la Junta, Fidentino Reyero. Tras el esquilado, los ganaderos bañan a las ovejas con un producto especial de sulfato para desparasitarlas, «ahora, con la humedad, hay muchas garrapatas». La operación del esquileo, que consiste en quitar la lana de la oveja, es fundamental realizarla correctamente, ya que de esta operación depende que la fibra de la lana sea más larga o más corta, que esté más sucia o más limpia, lo que es clave para revalorizar la lana. Es difícil saber cuántos esquiladores pasan por la provincia de León en plena temporada. Según el jefe de servicio de Agricultura de la Junta, Fidentino Reyero, «la lana es un campo que va por libre. Las cuadrillas aparecen y desaparecen y no es fácil contabilizar el número de esquiladores que hay trabajando en ésto». Lo que si reflejan las estadísticas es que la producción se mantiene desde hace varios años en medio millón de cabezas esquiladas. Una vez esquiladas las ovejas, el ganadero mete la lana en sacas, con capacidad para 20 vellones aproximadamente (cada uno de ellos pesa aproximadamente dos kilos). La cooperativas de ganado de la provincia son las que se encargan de recoger la lana, para comercializarla después. Una de esas cooperativas es Colemasa, de Mansilla de las Mulas. Sus responsables afirman que la lana está considerada un residuo de las explotaciones, no un producto. «El negocio ha caído, el kilo de lana llegó a vales 150 pesetas, el año pasado ya se vendió a 66 pesetas», afirma Pedro Reguera, responsable en esta cooperativa de la comercialización de la lana de las ovejas de las ganaderías de sus socios en León. Esta cooperativa vende el producto al lanero Santiago Collantes, propietario del lavadero situado en Villalón de Campos, en Valladolid. Collantes es un experto profesional que conoce a la perfección las cualidades de la lana procedente de las ovejas de Castilla y León. Asegura que no sirve para hace pañería, «porque tiene mucho pelo», y se vende bien para confeccionar moquetas y alfombras, «no es apropiada para la ropa por la calidad del pelo, quizás sirva algo de la raza merina, pero no toda». Collantes recoge las sacas de la lana de las cooperativas de León, Valladolid y Palencia. «El proceso es largo porque hay que clasificar el vellón según calidades», afirma este lanero. «Hay que separarlas por micras de espesor». En este punto Collantes comenta que la mezcla de razas en la zona ha deteriorado la calidad de la lana de las ovejas. El valor de la lana en el mercado depende de su finura y de la longitud de la fibra. También se considera su resistencia, elasticidad, cantidad de rizo y su uniformidad. El proceso de clasificación lleva su tiempo, que no supo cuantificar en días, «es un proceso largo porque primero tenemos que recoger el producto, clasificarlo y separar la lana para los clientes y por lotes según lo ganaderos, después entran en el proceso de lavado que en plena campaña lleva más tiempo». La lana procedente de las provincias de Castilla y León se venden en todo el mundo, «pero León es una de las que menos lana tiene», asegura Collantes. Val de San Lorenzo De lana saben mucho en Val de San Lorenzo, donde el batán museo muestra la actividad textil de la localidad, desde el siglo XVIII hasta la artesanía actual. Maquinarias de tradición antigua y medieval: el batán y el batanado, la percha y el perchado, la cardencha o cardón. Un batán es la máquina ordinaria con unos mazos de madera muy gruesos que son movidos por una rueda con el agua, y que forman una especie de pilón en el que se golpean los paños para limpiarlos de aceite. Este museo se puede visitar del 1 de mayo al 30 de septiembre. El horario es de 17.00 a 19.00 los martes; de 11.00 a 14.00 y de 17.00 a 19.00 los miércoles y viernes; de 11.00 a 14.00 y de 17.00 a 20.00 los sábados, domingos y festivos. Los lunes, incluso si es festivo, permanece cerrado.

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