Diario de León

Fiat 500, directo al corazón...

Medio siglo después, la sugestiva reinterpretación del Cinquecento de finales de los cincuenta, la propone Fiat en una actualizada y modernista versión del que ha acabado por convertirse en auténtico icono de la industria del automóvil

Publicado por
JAVIER FERNÁNDEZ | texto
León

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Ágil y atractiva, piccola e divertente , la original reinterpretación que Fiat ha hecho del mítico Cinquecento se ha apoderado, en «cuatro días», del corazón de miles de nuevos usuarios europeos. Un simpático ejercicio de estilo que no se comprará tanto con la cabeza como con el corazón -¿y por qué no?-, que acaba de desembarcar en los concesionarios españoles estrenando su flamante título de «Coche del Año en Europa 2008» y que, en un suspiro , agotó la primera tanda de 500 unidades previstas para este final de año en nuestro mercado... sólo 9 horas tardaron en venderse. Y es que, por rendir, incluso la nuova 500 rinde culto a un pasado en el que -algunos todavía se acordarán- las «listas de espera» eran algo irritantemente habitual en la popularización automovilística que entonces despuntaba. A ritmo de twist , de tupés engominados y de minifaldas... que casi ni se adivinaban entonces. Con el Dolce beso de la vita al pie de la fontana . El Cinquecento ya rodaba entonces al paso de las zancadas del velocista Livio Berruti en los Juegos Olímpicos de Roma, justo después de que Domenico, aquel Modugno que consiguiera Volare en el firmamento de San Remo, nos pusiera a todos -o casi- en pie de melodía. A finales de los cincuenta, cuando los mágicos sixties (de la magia nos enteraríamos después... bastante después), ya había quien rondaba a golpe de una... piccolissima serenata... con un fil di voce si può cantar ... Bonito hasta en la llave de contacto, que cada cual puede personalizar a su antojo en infinidad de combinaciones, la nuova Cinquecento se declina en un preciosista utilitario, a medio camino entre la modernidad tecnológica y el antañón encanto de la chapa vista en el salpicadero (impecable la trasposición del encanto echando mano de los modernos materiales), del cuadro de instrumentos agrupando la mayoría de informaciones en un reloj central de generosas dimensiones... No ha sido pequeño el reto, la provocazione , de mantener la filosofía, y la esencia, de aquel primitivo Cinquecento de finales de los cincuenta (1957) que hace, a principios del XXI, un simpático guiño al pasado más célebre de Fiat. Considerado como el «Manifiesto de la Nueva Fiat», el 500 aporta interesantes innovaciones al segmento de utilitarios: primer coche de su tamaño (3,55 metros) en conseguir las «5 estrellas» EuroNCAP, primero de su categoría en incluir en su equipamiento de serie hasta 7 airbag (incluso el de rodillas para el conductor), posibilidad opcional de montar ESP en todas sus versiones (de serie con el motor gasolina 1.4 de 100 CV) y que ya cumple, en sus tres motorizaciones, con los exigentes límites anticontaminantes de la futura normativa Euro5, que entrará en vigor dentro de un par de años. Más grande y musculado que su genuino ancestro, el actual 500 juega una de sus mejores bazas a primera vista: faros redondos, escudo en el centro, formas redondeadas, trazos descendentes desde el techo a la zaga, picaportes de las puertas directamente «rescatados» del modelo de 1957 y, a la postre, todo lo que hace de él un modelo único frente a la práctica totalidad de utilitarios actuales. Sólo el Mini es -podría ser- capaz de disputarle un mínimo trozo de tarta en el ánimo de los incondicionales. Eso sí, que nadie se confunda, el añejo diseño de los ¿60 nada tiene que ver con las sensaciones al volante: el 500 es un coche de nuestro tiempo, y como tal se comporta: pensado para uso urbano, tampoco le hace ascos a la carretera -como tampoco se los hacía el abuelo -, con un conjunto mecánico capaz de mover sin agobios su contenida romana y con una ergonómica organización interior digna de segmentos superiores: palanca de cambios en posición elevada, que «cae» perfectamente a la mano y cuyo generoso pomo esférico -y lacado- es todo un guiño por las grafías en blanco de cada marcha; asientos cómodos, de banqueta larga y -bastante- buena sujeción del respaldo; reposapié izquierdo y cómoda situación del conjunto de pedales; volante de tres radios, grueso y confortable aro (aquí se ha roto con la tradición del antañón arito en beneficio de los, hoy «inexcusables», mandos multifunción) y regulable en altura (nadie echará en falta la regulación telescópica); sin demasiados huecos portaobjetos, aunque con prácticas y recónditas guanteritas , amén de unas más que aceptables bolsas en el panelado de puertas... incluso techo panorámico eléctricamente abatible «Skydome» (750 euros suplementarios) que multiplica la luminosidad del habitáculo y, eso también, un maletero tan digno como que ofrece 185 litros de capacidad normal, ampliable a 550 litros si se abate el respaldo trasero, que aloja bajo su piso una galleta de emergencia y con la guinda de la apertura eléctrica (mando a distancia) del coqueto portón. Manejable y seguro, ágil en ciudad y perfectamente utilizable en carretera gracias a sus innovaciones tecnológicas, el 500 hace gala de un tacto suave y agradable con, incluso, ciertas concesiones a segmentos superiores. La facilidad de conducción es una de sus grandes bazas dinámicas. Tal parece que lo hayamos tenido «siempre» en nuestras manos. Con tres posibilidades de elección motorística: dos gasolina (1.2 de 69 CV y 1.4 de 100 CV) y un turbodiesel Multijet (75 CV), todas ellas unidas a una caja manual de 5 velocidades, la modernidad diesel le viene que ni pintada a nuestro protagonista, de forma que el 1.3 Multijet (nuestra unidad de pruebas) se presume como la elección más equilibrada por su dualidad ciudad/carretera, sin que eso quiera decir que el centenar de caballos del gasolina «grande» no resulta también de lo más recomendable. Lógicamente, el «pequeño» gasolina de 69 CV etaría -de echo lo está- más indicado para una utilización casi exclusivamente urbana... y su alfoz. Salvo por una mínima pereza en los regímenes más bajos, conviene salvar lo antes posible la cota de las 2.000 vueltas, el Multijet de 75 CV rueda fluidamente en 3ª, 4ª y 5ª -las relaciones que, en realidad, más se utilizan con este tipo de coches- y, sobre todo en 3ª, «estira» tanto, que no hay necesidad de estar actuando continuamente sobre el cambio de marchas. Las suspensiones cumple perfectamente, aunque sin olvidarnos que conducimos un utilitario de batalla corta y que, en consecuencia, transmitirá bastante las irregularidades de un firme irregular. También los frenos están perfectamente a la altura y paran con autoridad la escasa romana del 500, lo mismo que la dirección, cuya asistencia eléctrica variable es toda una delicia -sin sensación alguna de blandi - y con la ventaja añadida del modo «City» que, como en todos los Fiat, permite «ablandarla» aún más para ayudar en la maniobras de estacionamiento. Consecuencia: el 500 se aparca en un bolsillo . Y lo mejor, haciendo gala de su condición de utilitario: poco más de 5 litros de consumo medio, lo que nos permitirá, con el pequeño depósito de 35 litros, recorrer alrededor de 570 kilómetros sin necesidad de visitar el surtidor. Puede que no se trate de un utilitario en estricto sentido crematístico, ¡que no es precisamente barato, vaya!, aunque el capricho resulte asumible. Así que... ¡atrévase!. Estará usted comprando la diminuta, milimétrica y sugestiva réplica de aquel otro Cinquecento -sucesor del Topolino- que con tanta pasión dibujara, allá por la segunda mitad de los ¿50, Dante Giacosa. Un perfecto ejercicio de estilo... cargado de nostalgia.

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