Diario de León

Navidades para el milagro

Aunque la crisis no ha podido todavía con la gastronomía festiva, el futuro no esnada halagüeño para el sector

Hasta hace no demasiado tiempo, el vino no se consideraba un artículo de lujo ni una obra de arte

Hasta hace no demasiado tiempo, el vino no se consideraba un artículo de lujo ni una obra de arte

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León

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Son estos días de grandes cenas que, a pesar de lo que dicen los refranes, no aumentan la ocupación de sepulturas del municipio. Pero también de grandes almuerzos, de comilonas sin tasa que, sin querer, nos hacen pensar en los banquetes más famosos de nuestra civilización.

Puede que los más glosados sean los que tuvieron como protagonista a Cristo, el de la prodigiosa multiplicación de los panes y los peces, el de las bodas de Canaan y la Última Cena, que en los últimos tiempos ha tenido mucha fama mediática gracias al

, libro y película.

Lo del milagro de la multiplicación, sería bueno que Zapatero pudiera repetirlo, por lo menos que fuera practicando, porque si las cosas no cambian, que los banqueros americanos están empeñados en que si cambian sea para peor, habrá que tener a mano algún milagro. Estas navidades la inercia ha permitido que no se pasen demasiadas estrecheces, pero para las próximas-¦ ¡más vale no pensarlo!

Lo del vino también tiene su estudio. Los cosecheros de este país nuestro, incluso los de nuestra provincia, bien adornados por cierto de ilustres D.O., se empeñan en hacer solamente vinos para ricos, para muy ricos, sin pensar que la gran mayoría no genera dividendos suficientes en sus nóminas como para acceder a sus magníficas, intocables y casi innombrables botellas.

Hasta hace no demasiado tiempo, el vino no se consideraba como un artículo de lujo, ni como una obra de arte de enorme cotización. Los vinos eran los mejores amigos de las viandas que ponían a nuestra mesa y, también, agradables lubricantes de las conversaciones de nuestras tertulias. Pero hoy el rito del vino ha llegado a extremos insólitos, las ceremonias que lo acompañan son de lo más barrocas y de lo más ilustradas.

Antes, tomarse un vino era eso, degustarlo sin más historia, disfrutarlo y compartirlo sin conocer cuál era su aristocrática nacencia, quienes lo habían bautizado con más o menos fortuna, y que artista le había puesto el cascabel al gato, perdón, la etiqueta a la botella.

Hoy, hay que saber de que uva procede, en que denominación de origen han sido vendimiados sus racimos, quienes y como lo han pisado, en que cubas ha dormido-¦ y lo que es mucho más difícil, a que flores se aproxima su aromas, a que parte del arco iris pertenecen sus iridiscencias, y a que sabores se parecen los del noble caldo. Hay que conocerlo y hay que saber expresar el conocimiento con ajustadas palabras, porque sino es así-¦ usted no tiene ni idea y más vale que se dedicara a catar refrescos de cola.

Por eso se nos ha venido a la mente que Cristo fue quizá el primer gran bodeguero de élite, el primero en crear vino de autor. Fue en aquella evangélica boda, y a propuesta de su Madre.

Gracias y virtudes

Milagrosamente llenó las vasijas de un delicioso caldo que nada tenía que ver con los degustados al principio del banquete, un vino lleno de gracias y virtudes, muy semejante a los que en estos días nos ofrecen las grandes bodegas y que pagamos a 2 o 3 euros el vaso en nuestras espléndidas cafeterías, en nuestros modestos bares y en nuestras rústicas tabernas. ¡Quinientas pesetas de las de antes por un vaso de vino! Si alguno de los grandes catadores de otros tiempos levantara la cabeza, volvería corriendo a su tumba.

Pero se trataba aquí de cumplir con el precepto navideño y comentar algunos aspectos gastronómicos de estas fiestas-¦ aunque nos hemos ido por los ceros de Úbeda y no es hora ya de corregir el error.

Así que certifiquemos, para terminar, que la crisis no ha cambiado las costumbres gastronómicas, las mesas navideñas siguen siendo pantagruélicas, no aptas para personas delicadas o inapetentes. Eso sí, los langostinos han sido y serán un centímetro o dos más pequeños y vendrán de más lejos, de recónditos mares orientales.

El champán no será francés y, posiblemente, tampoco cava, muchos de conformarán con las proletarias burbujas de nuestras carpetovetónicas mesetas.

Los vinos llegarán a la mesa festiva de denominaciones de origen de segundo orden-¦ los pescados serán congelados y las carnes-¦ en fin, que todos bajaremos un poco el listón, pero la mesa estará bien surtida y supliremos con alegría lo que la crisis se ha empeñado en llevarse, o sea, nuestros dineros y, lo más lamentable, para algunos su trabajo.

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