Diario de León

La vida en Camboya o la pericia con la motocicleta

Camboya es un país que va sobre dos ruedas, que son las que tiene la motocicleta, el vehículo que en el reino indochino sirve para viajar con toda la familia o transportar con pericia cualquier tipo de mercancía por abultada que sea

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Bombonas de gas, hasta cuarenta gallinas colgando del manillar o una cama de matrimonio son algunas de la cosas que los camboyanos no dudan en cargar sobre sus motocicletas, el único medio de transporte privado razonablemente asequible para los empobrecidos bolsillos de la mayoría de la población.

Por cualquier carretera de Camboya, incluidas las calles de la capital Phnom Penh, se puede ver a diario exhibiciones colectivas de equilibrismo con tres, cuatro y hasta cinco pasajeros apretados encima del sillín.

En la misma moto viajan un grupo de jóvenes al salir de la Universidad, la familia de campesinos que se traslada a la ciudad para vender sus verduras o cochinillos en el mercado, o unos cuantos amigos que se van de fiesta.

Y si el aforo del vehículo acostumbra a sobrepasar todo sentido de la prudencia, la forma de conducción roza siempre lo delictivo.

En un país que hace sólo cinco años se colocó el primer semáforo, los conductores respetan una única regla de tráfico: la prioridad es siempre para el primero que llega, venga de frente, por detrás, de lado o en diagonal.

Al llegar a un cruce se gira el manillar, sin más, aunque uno se incorpore a una vía de cuatro carriles y sea en dirección contraria a la del resto de usuarios.

Es un código de circulación desarrollado espontáneamente por una población que aprendió a circular en bicicleta y que todavía no ha asumido las normas elementales del código de circulación, aprobado hace dos años.

El Ayuntamiento de Phnom Penh, que tiene un parque de unas 700.000 motocicletas matriculadas y otras tantas sin matricular, impuso el año pasado a los propietarios la obligación de instalar retrovisores, faros y luces intermitentes, para que emplearan esos accesorios y así aminorar el caos en las calles.

Pero la medida ha tenido escaso éxito.

«Las motos que llevan retrovisores son en su mayoría de mujeres, pero los emplean de espejo para retocar su maquillaje», explica un agente de tráfico.

Aquellos camboyanos que adquieren un retrovisor lo hacen para adornar la motocicleta, que se importa sin ese accesorio para facilitar el embarque, mientras que el faro y las luces intermitentes acaban con frecuencia en las casas de empeño.

Otra iniciativa gubernamental pretende conseguir que los pastores o dueños se responsabilicen de las vacas, ovejas o cabras que arrean por las urbes en busca de las basuras más generosas.

En octubre del 2007, la Policía arrestó a una vaca después de que causara varios accidentes en los que murieron seis personas, la última de ellas un motorista de 66 años que embistió al rumiante cuando se encontraba parado en un cruce mal iluminado.

La última iniciativa del plan vial, que empezará a aplicarse el año próximo, consiste en multar a los motoristas sin casco, que muchos camboyanos se resisten a ponerse por razones estéticas o bien porque les molesta y además supone un gasto adicional de entre 20 y 30 dólares.

Sokha, conductor de una de los miles de mototaxi que recorren Phnom Penh, considera que el casco es muy incómodo y que agudiza el calor que se sufre al conducir bajo el tórrido sol de Camboya.

El jefe de la Policía de Phnom Penh, Tin Prasoer, ha declarado que no quiere oír hablar de excusas y sostiene que «si tienen dinero para comprarse la moto, también deben tenerlo para el casco».

Detrás de la iniciativa hay un intento de reducir la mortalidad en las carreteras del país, las más peligrosas del sureste asiático.

De las 1.545 personas que perdieron la vida en accidentes de tráfico durante en el 2007 en Camboya, 971 viajaban sobre dos ruedas.

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