Diario de León

¿Quién elige el vino?1397124194

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León

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|||| Siempre me toca elegir el vino en el restaurante. Por lo general, el resto de comensales están encantados de delegar la elección. La carta de vinos es la patata caliente de la comida. Y no me extraña, no es nada fácil. Aunque a fuerza de lidiar con ellas, aplico una serie de normas que me suelen dar buen resultado. En primer lugar, hay que tener en cuenta que uno conoce sus propios gustos pero no los de los demás; así que a veces nos podemos equivocar al escoger un vino demasiado moderno, que no se entienda; o uno demasiado conocido, con lo que todos quedan algo decepcionados; o un tinto potente, cuando han escogido marisco para comer. Así que lo primero es indagar en las preferencias de los demás: denominaciones, estilos o variedades, para encaminarnos y tener una ligera idea de por donde van los tiros. Pero hay otra averiguación que también es importantísima: cuanto piensan gastarse en vino. Para algunos pagar quince euros es una barbaridad y a otros no les dolerán prendas en gastarse el triple. Así que si no quieren caras largas a la hora de pagar la factura pregunten francamente cuanto querrían gastarse. Mi experiencia me dice que es más fácil acertar con zonas poco conocidas. Todos los establecimientos tienen vinos de zonas populares porque es casi una imposición; pero cuando topamos en la carta con un producto de una zona ignorada por la mayoría, es, sin duda, porque tiene algo que cautivó al comprador. Pongamos un ejemplo: en Rioja hay más de seiscientas bodegas inscritas, muchas buenas y muchas malas; pero en Granada, por ejemplo, sólo hay cuarenta y si han llegado hasta aquí, algo tendrán. Créanme: no es fácil vender una zona nueva, si alguien se arriesga es porque le encantó. Otro consejo es huir de las marcas que nos suenan demasiado, que es diferente que una buena marca. Son aburridas y, comparativamente, demasiado caras. Siempre es preferible arriesgarse a cometer un error a ser descubierto con una botella de Carta Nevada...

En cuanto a precios, nunca escojan lo más barato. Dense un margen y abandonen esa zona de la tabla: les compensará cambiar lo barato por algo un poco más caro. Muchos restaurantes sacan menos margen de beneficio de los vinos de precio medio que de los más baratos de su carta. Así que por algo más de dinero obtendrán bastante más calidad. Tampoco está de más tener una idea sobre los precios de los vinos; así podrán comparar y verán si el precio es excesivo o razonable. Márquense su propio índice a partir de un vino que infaliblemente aparece en todas las cartas: la referencia de precio de un Marqués de Cáceres o de un Pesquera no les fallará. Así se harán una idea de si los precios son razonables o escandalosos, con lo que más les vale ir recortando.

Y, por último, antes de pedir el vino echen una ojeada al local. Por pura lógica no malgasten su dinero en un vino expuesto bajo un gran foco de luz o colocado en una estantería al lado de la cocina. Lo mismo es aplicable a zonas turísticas donde haga mucho calor y las botellas pasen de los cuarenta grados centígardos a la sombra en el mes de agosto. Imposible que resista con dignidad el verano. Lo pertinente en estos casos es un vino del año. Un blanco que nos aseguramos que estará en la nevera o como mucho un tinto de media crianza que aún no haya tenido tiempo de estropearse. Ni se preocupen en repasar los vinos caros. Por si aún esto de la elección sigue sin atraerles, piensen que es mejor perder el miedo y evitar males mayores, como dejar la elección en manos de un incauto. Sin ir más lejos, ese comensal con dinero y ostentación que se ofrece amablemente a escoger y que sabemos seguro hará caer el más caro. Claro, así cualquiera acierta.

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