Carmelo Gómez, todo unmaestro del teatro

|||| Carmelo Gómez, el gran juglar de Sahagún, que lleva en esto de la interpretación lo suyo, también lleva hasta las últimas consecuencias su condición de actor. Y, si es en teatro, mejor, porque entonces se come al personaje y lo vive y revive, como si sólo pensara en desprenderse de ese papel cuando haya agotado hasta la última gota de su talento, que es inmenso.

Algo de eso es lo que está pasando con su Días de vino y rosas , junto a Silvia Abascal, un clásico contemporáneo. De aquella película de Blake Edwards, y que en las tablas está dirigida por Tamzin Townsend, ahora Carmelo Gómez compone un personaje tan a su medida como volcado en rescatar el drama de unos seres hundidos y devastados por el alcohol. Gómez quería, y lo consigue, ahondar en esa problemática externa que lleva a la destrucción interior, a una psicología social de un tema tan presente que es tan colectivo como individual.

Días de vino y rosas , en esta versión teatral, aunque nació con grandes intenciones, se ha visto sobrepasado por su propio éxito gracias a las excelentes interpretaciones, en las que el leonés rozará, si no es que tocará, los premios pertinentes. En el teatro Lara de Madrid, hoy terminan una temporada que se alargó gracias al soñado éxito teatral, ese que cuando llega consigue hacer cumplir los mejores deseos del actor: cambiar de planes porque hay que quedarse.

Y Carmelo Gómez, que no necesita ni presentación ni confirmación, reedita el éxito que tuvo con La Cena , de Josep María Flotats, que le valió un Max.

Entre tanto, se sumergió en proyectos como La carta esférica o la película de Gonzalo Suárez Oviedo Express , en la que hace de actor, en un rizar el rizo en el que campó a sus anchas por Vetusta y dejó una interpretación para el recuerdo.

Excesivo, actoral, gestual e intérprete al límite.