Diario de León

Una mina inagotable

Belén Esteban vuelve a estar en el ojo del huracán mediático al conocerse que su marido se ha ido de casa

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León

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|||| Ella es, salvando algunas distancias, la Jade Goody española. Su existencia transcurre bajo la luz de los focos, ante la atenta mirada del público, como si se tratara de algo ficticio, de un culebrón, de una telenovela. Ana Rosa Quintana se lo recordó el otro día en directo: «Tu vida es así, Belén. Cuando lo de tu traje de novia se hundió España...». La presentadora exageró bastante, desde luego, pero no iba del todo desencaminada, porque es verdad que cada nueva vicisitud de la Esteban genera expectación, especulación, rumores y, últimamente, hasta apuestas por el móvil.

Los triunfos, y más aún las desgracias de Belén, llenan páginas, programas... Se puede decir que cuando ella sufre, sube el pan; el pan con el que nos alimenta, y del que ella vive, el que representa su medio de vida: airear su intimidad.

Lo peor que le podría pasar a alguien así es que no le pasara nada. Pero ése no es el caso de esta mina mediática inagotable llamada Belén Esteban. A ella no paran de sucederle cosas, generalmente dramáticas, o al menos ella así las percibe. A su separación de Jesulín, le siguieron las trifulcas con los Janeiro, a éstas, sus desencuentros con la Campanario, su sospechoso romance con Óscar Lozano, su noviazgo de ida y vuelta con el camarero Fran... Y cuando por fin llegó la boda, la tragedia de proporciones casi griegas para encontrar a alguien que quisiera o pudiera confeccionarle el traje de novia. Más tarde, llegaron los nervios ante la comunión (prevista para mediados de mayo) de su hija, Andreíta, cuya lista de invitados es más improbable y trascendental que la de Schindler. Y cuando ya parecía que no podía ocurrir nada más, llega la noticia de que su marido se ha ido de casa. Como dijo aquél: «Abandonada en el quicio, tanta desgracia... es vicio».

La separación, aparentemente temporal, de Belén Esteban y Fran de nuevo ha desatado un tsunami de especulaciones. Unos opinan que se debe al mal carácter de Belén y a las agrias amonestaciones que le ha dedicado a su marido en público, en el bar que él regenta. Otros creen que el problema es que los dos tienen un carácter fuerte y chocan a menudo. Unos piensan que la relación (intermitente durante años) de Belén y Fran nunca pasó de la amistad, que ella se casó con él sólo para tener la experiencia de vivir una boda con un gran banquete y muchos invitados. Otros sencillamente lo consideran un mero montaje estratégicamente urdido para aumentar su cotización mediática justo ahora que le toca renovar contrato en Telecinco. Los hay que sufren sinceramente por ella y quienes apuestan con total frivolidad a través del móvil sobre si la Esteban y Fran celebrarán o no su primer aniversario de boda, previsto para el próximo 27 de junio. De momento, va ganando el -˜Sí, lo celebrarán-™.

Las verdaderas causas de este cese temporal de la convivencia (ella insiste en que hay vuelta atrás, que se quieren y que pueden arreglarlo) no se conocen con claridad. Cabría preguntarle a la propia Belén qué es lo que ha destapado la caja de Pandora. Pero es muy probable que contestara lo mismo que el despistado roomate de Hugh Grant en Notting Hill : «Conocí una vez a una tal Pandora, pero nunca me dijo que tuviera una caja...».

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