Diario de León

tomasa fernández dios | 102 años. tabuyo del monte

«A arar no había quien me ganara»

Una centenaria jovial que atesora un rico repertorio de música popular

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León

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«Yo ya tengo cien años y dos más. Nací el 29 de abril de 1908». Tomasa Fernández Dios se pone a cantar sin dar tiempo a otra pregunta, en parte por qué el oido ya está desgastado por la vida y en parte porque su vida es cantar. Y se lanza con una canción popular: «¡Yo 113 años tengo, los cumplí en el mes de enero...!».

-"¿Y qué ha hecho en tanto tiempo?

-"Pues trabajar en la labranza: a arar no había quien me ganara. Si fuera hoy a arar me pita que no echaba nadie los surcos más rectos que yo. Pero ¿quién sois vosotros?

-"Una periodista y un fotógrafo, el que hace las fotos.

-"¿Me vais a sacar a mí?

-"Pues claro. 102 años bien se lo merecen y todavía cantando... ¿Cuál es su secreto para vivir tanto tiempo y estar tan bien?

-"¡Qué sé yo!

-"Abuela, ¿qué es lo que le gusta comer todos los días?, tercia su nieta Visi.

-"Todo: berzas, pan, alubias, sopas de ajo...

-"Pero, ¿qué es lo que pide todos los días?

-"Todos los días... Todos los días... Pues no me acuerdo.

-"¿No pide pan con tocino todos los días?

-"Ah, coño. Sí, sí...Pan con tocino. Es lo que más me gusta.

Y sigue a lo suyo:

-"Yo era de las más sabía en la escuela. Había otra, que se llamaba Encarnación, y yo.

Se arranca Tomasa con otra canción: ¡Ya me sé la tabla de multiplicar... dicen que en enero me podré casar! ». Y recita de pé a pá la tabla del quince. Y las provincias de España por orden alfabético, desde Álava hasta Zaragoza. «Las provincias de España son 49...», entona siguiendo el antiguo nomenclátor.

-"¡Cuánto va le la escuela!-" exclama-" ¡No sé cómo no me estudiaron! Lo que se aprende en la cuna llega hasta la sepultura.

Durante la guerra civil, con tres hermanos en el frente, era ella la que escribía «todas las cartas». Tomasa Fernández Dios presume, y tiene motivos, de ser la vecina más longeva de Tabuyo del Monte. Su larga biografía está repleta de penurias y trabajos, aunque ella los ha espantado con cantares y libre albedrío. «Nunca me preocupó el qué dirán... hice siempre lo que quise», corrobora la anciana.

Se quedó viuda a los 46 años con tres hijas. Pero el recuerdo que ella conserva no es el de la pérdida: «El mejor mozo que había en el pueblo me lo llevé yo: alto, guapo y rico... José Astorgano», recalca. Y tuvo tres hijas: María Purificación, a quien hasta hace un año cuando falleció iba a visitar a la residencia de ancianos del pueblo; Visitación y Victorina, la más pequeña y su cuidadora principal desde siempre. Ha perdido la cuenta de los nietos, que son cinco, y los bisnieto, tres ya... Recuerda mejor sus tiempos jóvenes, cuando se hacía baile con el tamboril y se celebraban en las casas los interminables hilandones en los que las mujeres aprovechaban para hilar y hacer media.

-"¿De qué hacían el lienzo más que de lo que nosotras hilábamos?, aclara.

También rememora Tomasa uno de los trabajos más duros que realizó durante años. «Íbamos a cortar urces y marchábamos con ellas para Jiménez de Jamuz a venderlos; a real el feje», cuenta. Ella misma conducía el carro: «Pocas veces lo dejé trincar (volcar) porque iba con cuidado». Y vuelve otra vez a su surco: «A arar no había quien me ganara...».

-"«Ni a romper rejas», apostilla la nieta.

-"Rompí la «tiba» tres veces en el mismo día. Iba a donde mi padre y me la arreglaba. Era carpintero y de los mejores del pueblo.

-"¿Cómo es que rompía tantas rejas? ¿Había muchas piedras?

-"Había unas pedronas... así de gordas, dice dibujándolas con un gesto de las manos.

Tomasa quería hacer la faena rápidamente y «picaba a las vacas con la hijada», admite, lo que ponía más en riesgo a la reja.

-"Mientras usted araba, ¿el marido dónde andaba?

-"En el monte, a sangrar los pinos para que saliera la resina. Anduvimos de resineros.

De soltera, Tomasa trabajó también en el hospicio de Astorga y de criada con un sastre en Castrillo, «el tí Parrondo que era el mejor sastre que había. Aprendí a coser y a cortar con él».

En Tabuyo del Monte era norma no escrita que las mujeres labraran la tierra, hicieran las veceras para cuidar las vacas y ovejas de todo el pueblo por turnos y fueran a moler el pan a Priaranza y Castrillo «porque ya venía cernida la harina». Los molinos del pueblo, que se conservan en pie excepto uno, se usaban para moler el grano destinado al ganado. Se amasaba en casa y se lavaba en el monte, en un reguero: «Íbamos a donde salía el agua caliente...»

Ahora, dice Tomasa, las cosas han cambiado mucho: «Todos se han hecho señoritos», aunque ella, de vez en cuando, vaticina a su hija Victorina: «Vamos a tener que volver a amasar. Yo masaba bien; tengo el horno y tengo la masera».

De todos aquellos avatares hay algo que esta mujer centenaria no ha dejado de hacer. Cantar. Su conversación es un cantar: « Sé cantar y sé bailar, sé tocar la pandereta. El que se case conmigo, lleva música completa ».

Su memoria prodigiosa, su voz y su buen humor la han convertido en informante de grupos folclóricos leoneses como Parva y Sosiega y Son del cordel. Atesora dos centenares de canciones populares de Reyes, cantares de bodas, mudaos, rondas y corridos, y además Tomasa es compositora.

Le falla la vista, pero no la perspicacia para reflejar en unos versos un suceso tan importante como el incendio del Teleno de 1998: « Viva Tabuyo del Monte que es un pueblo muy alegre, con un pinar tan bonito que siempre viste de verde. La mitad se nos quemó por tirar para el pinar el ejército español... ».

Como dijo una vecina en su centenario: «La cabeza de Tomasa es igual que una cinta... Las canciones que ella sabe no las canta en un día».

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