La lotería salva un quiosco

La cara de un ganador de la lotería es inconfundible: gran sonrisa y ojos llenos de satisfacción. Bosco, el empleado de un pequeño quiosco contiguo a la Administración número 247, fue este jueves su más claro ejemplo. «Es la primera vez que compro un décimo», aseguró con tono suave y tímido, pero sin cambiar su semblante risueño. La jefa, que no quiso desvelar su nombre, apuntó que no había tenido la misma suerte que su empleado y que sólo le había tocado a su hijo, Rubén. Pero poco después, éste confesó: «Los Reyes han venido aquí porque hemos sido muy buenos, y por eso nos ha tocado un décimo a mí y otro a ella». Comentó que dos días antes del sorteo decidieron comprarlo porque terminaba en trece. «Nuestra situación económica es muy mala y tenemos que pagar muchas facturas. Este dinero sólo nos va a servir para vivir un poco más desahogados», señalaron. Cuando les preguntaban para qué utilizarán el dinero, enunciaban la típica y tan repetida frase en días como éste: «nos servirá para tapar agujeros». La primera decisión ya estaba tomada: descolgar el cartel de -˜se vende-™ de la cristalera.