Diario de León

león lucha por la minería. El carbón se adentra en la metrópoli

Santa Bárbara truena en Aravaca

. «Sentíos como en casa» dijeron a los mineros el vecindario de la Asociación Rosa Luxemburgo. . Los bomberos de Madrid les reciben con honores por ser la «punta de lanza del movimiento obrero».

Los bomberos de la Comunidad de Madrid saludan con admiración a la columna minera del norte por su «lucha ejemplar»

Los bomberos de la Comunidad de Madrid saludan con admiración a la columna minera del norte por su «lucha ejemplar»

Publicado por
Ana Gaitero Alonso. Texto | Norberto Cabezas. Fotos.
León

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Los mineros encontraron rosas en un camino de espinas a las puertas de Madrid. Y tronó Santa Bárbara en Aravaca. Pero no con petardos ni voladores. Tampoco estaban los que lanzan las pelotas. Los que sacan el carbón hicieron ‘tronar’ Aravaca, en un mediodía tórrido, con su voz emocionada. Cantaron el himno minero a la entrada de la población madrileña, en los dominios de Ana Botella , en la que son acogidos por la Asociación Rosa Luxemburgo (Acrola) que sudó para que la alcaldesa de Madrid les permitiera utilizar el pabellón de las escuelas.

A los mineros les esperaban rosas. «La Rosa acoge, sentíos como en casa», era uno de los numerosos carteles que el vecindario de la urbanización Rosa Luxemburgo y muchos jóvenes prepararon para recibir a la columna con los 160 mineros y mineras que caminan desde las cuencas de León, Palencia y Asturias. «La mina para los mineros, la austeridad para los banqueros», decía otra pancarta.

Hay un vecino que pregunta por los bercianos. «Soy de Balboa, aunque salí de allí a los 18 años», comenta. Pedro Santín es diputado de Izquierda Unida de la Asamblea de Madrid. «Conozco bien Fabero. «Eran comarcas llenas de vida y ahora parece que se las quiere echar el cierre», apunta tras condenar la falta de diálogo del ministro para sacar al carbón y a los mineros del túnel en el que están metidos.

Los mineros cantaban el himno de sus minas y bajo unos árboles les sorprendió el gaitero. José Ángel Hevia agasajó a la columna con el Asturias patria querida . Y de nuevo tronó Santa Bárbara en Aravaca. Ahora al son de la gaita del artista asturiano que vive en Las Rozas y se declaró nieto de mineros. «Mi familia ha sido mantenida por la minería», afirmó.

Hevia se anticipó a toda la nómina de artistas y faranduleros que se unieron por la noche a los mineros en un acto solidario y festivo en La Rosa de Aravaca, tras la estela del abuelo picador de Víctor Manuel y la dignidad de los mineros. Las zapatillas desgastadas de Sergio Díez , de Villablino, ya han sido remendadas con esparadrapo pero no se las piensa quitar hasta culminar la toma de la capital después de casi 500 kilómetros sobre el asfalto. «Voy a llamar al ferrador para que me las arregle», dice apuntando a Miguel , el minero jubilado que se preocupa de los 320 pies que caminan a Madrid.

La Marcha Negra cubrió ayer 38 kilómetros de puro asfalto entre Collado-Villalba y Aravaca apartada de la A-6 y engullida por el intenso tráfico de la hora punta de un lunes. Es julio y Madrid arde. Al fondo se ven las torres Kio, símbolo y sede del poder financiero rescatado, envueltas en una nube gris. Parece contaminación. «No se habrán quitado la manta todavía», comenta José Gomes , de Fabero. La marcha minera camina a paso ligero pero el atasco es inevitable. Micrófonos y cámaras pululan entre la columna minera. «¿Vienen a paralizar Madrid?», pregunta un periodista a los mineros de la columna. «No venimos a paralizar Madrid», contesta Roces . «Hemos demostrado que tenemos más voluntad que el Gobierno porque hemos andadado 500 kilómetros para hablar con ellos», afirma Jesús Ignacio López Mata .

«Hala que es un paseíno», dice a los mineros uno de los agentes de la Guardia Civil que les da el paso para salir de Villalba poco antes de las 7.30 horas de la mañana. «¡Buenos días!», «¡Buenos días!», se saludan mineros y guardias. Lo cortés no quita lo valiente. Los autobuses piden paso a los mineros por la vía de servicio de la autovía que comunica los pueblos de la margen derecha de la A-6 por el noroeste de Madrid.

El helicóptero sobevuela la columna que camina para exigir a Soria que rebaje el recorte de las ayudas al sector del carbón del 63% a una cifra «más razonable». «Rajoy quiere información al detalle», afirma Carlos Alberto Ferreira al ver el aparato volador.

Los mineros piensan en Madrid y en lo que va a pasar después del 11-J. «La cosa no es cómo se empieza, sino cómo se acaba», comenta Cundo dispuesto a emprender el camino a Bruselas «si hace falta». De vez en cuando, desde la acera, llegan voces de apoyo: «¡Nos vemos el miércoles en Madrid!».

A los mineros les saludan trabajadores desde los edificios de oficinas, acristalados unos, ciegos otros, que concentran a la población trabajadora Torrelodones —el centro comercial abre todos los días del año, estamos en la metrópoli— y Las Rozas. «¡Ánimo!», les gritan las mujeres desde la oficina de una mutua de seguros. «Ahí va otro camión de ministros», alertan los mineros cuando ver pasar al segundo transporte de gorrinos. Pobres animales.

Los coches hacen cola detrás de la columna. El camino se hace tedioso por la monotonía del tráfico y agobiante por el calor que va en aumento. La columna pasa por una sede de Caja Madrid que todavía no ha cambiado su rótulo. «¡Ladrones!», gritan los mineros. «Para los bancos todo el dinero y ¿para nosotros?», claman.

Se avista el pinar de Las Rozas y suenan sirenas y aplausos en una rotonda. Son los bomberos de Madrid, quemados, que saludar a los mineros y les invitan a un refrigerio para darles fuerza. «Su causa es la causa de todos», señala Julio. «Son la punta de lanza del movimiento obrero y hacen oposición a un Gobierno que arremete brutalmente contra los trabajadores», apunta Damián Rodríguez. Conoce Sabero: «Es una zona Cero de la reconversión». Lo dicen en Madrid.

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