Diario de León

Leoneses en tierra hostil

Cientos de leoneses se han desplazado a los puntos más ‘calientes’ del planeta: hay medio millar de misioneros en los cinco continentes, 51 militares en Somalia, Afganistán o Líbano, periodistas en campos de batalla y decenas de voluntarios de organizaciones humanitarias. Varios de ellos relatan cómo conviven con la guerra, las hambrunas o el sida a gran escala .

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«El mayor problema ahora es el sida; está apareciendo una nueva pobreza de niños de la calle huérfanos porque sus padres se han muerto por esta enfermedad», relata desde Mozambique la carmelita Encarnación Flórez, originaria de La Mata de Monteagudo. Lleva 40 años en un país que ha sufrido mucho, primero como colonia y después por una guerra civil de 16 años cuyas secuelas lastran todavía hoy a su población, una de las más pobres de todo el planeta y en la que mueren cien de cada mil nuevos nacidos. Habla por teléfono desde la Vicaría de Santa Teresa, donde ese mismo día tienen una celebración popular. Las Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús llevan más de 50 años de presencia misionera en Mozambique, donde admiten haber tenido fuertes experiencias y mucha vida, también muchos sufrimientos, caminando con el pueblo en su lucha por la independencia colonial, la paz y la democracia.

Y ese camino no es fácil. El mundo es un manantial de guerras y violencia. Hay decenas de conflictos en todo el planeta que no son televisados, rincones o grandes metrópolis donde siguen cayendo bombas que no trascienden más allá del entorno local; lugares donde la vida de las personas vale lo que una bala. Pero no pasan desapercibidos para todos. Cientos de leoneses se han desplazado a algunos de estos remotos lugares, bien por motivos religiosos, profesionales o por voluntad propia para facilitar ayuda a la población civil. No están registrados como tal en ningún archivo público, pero las estadísticas facilitadas por diversos colectivos acerca a la cifra de 600 el número de personas nacidas en León situadas actualmente en algún territorio peligroso del planeta.

Los lectores de prensa diaria de todo el mundo pueden seguir el conflicto bélico de Siria gracias al trabajo del fotoperiodista leonés José Manuel López. Encontrar a JM López, como firma sus instantáneas para la agencia Agence France Press, es cuestión de casualidad. Actualmente se encuentra destacado en la ciudad de Alepo, tomada en su mayor parte por la resistencia del gobierno de Bashar Al-Assad. Desde el pasado verano, cuando los rebeldes tomaron esta ciudad y Damasco, la situación se ha vuelto insostenible. Según cuenta en varios email —unos los escribe desde Turquía y otros dede Alepo—, la ciudad se encuentra totalmente devastada. Según los datos que maneja Naciones Unidas, esta guerra ha dejado, de momento, a cuatro millones de personas en situación de crisis y a 600.000 refugiados en otros países. El último contacto que este periódico mantuvo con el periodista gráfico fue a través de un email que decía: «He pasado la última semana en Alepo con mi compañero Antonio Pampliega, pese a que unos días antes habían secuestrado a tres periodistas que vivían donde nosotros; uno es español. El secuestro solo duró 12 horas y aún no está esclarecido del todo, pero les robaron todo lo que llevaban encima: dinero, pasaportes, equipos... hasta las cazadoras y las botas». En otro de los contactos con este joven multipremiado en el ámbito de la fotografía —entre otros galardones tiene el segundo premio de Foto del Año de Unicef— describe las imágenes que han dado la vuelta al mundo durante los últimos días tomadas por él en un canal de Alepo: «Estábamos terminando unos reportajes que teníamos pendientes cuando un día fuimos al barrio de Bustan Al Quaser. Por azar llegamos a las proximidades del canal; allí se había congregado gente, pero no sabíamos lo que estaba pasando. Algunos gritaban que había francotiradores y otros nos señalaban hacia el canal. Cuando llegamos vi los cuatro primeros cuerpos. En un primer momento creí que se habían ahogado o algo asi, pero cuando bajé ya vi que todos tenían las manos atadas hacia la espalda y un disparo en la cabeza. Pero lo más impresionante fue cuando avancé por el canal y después de una curva vi una fila de cuerpos, todos asesinados de la misma manera, niños incluidos». Una de esas imágenes en las que se puede ver la recuperación del cadáver de un niño es la que ha cedido para publicar en este reportaje.

Por extraño que parezca, todo esto es lo que motiva su vida. «Contar al mundo una tragedia da sentido a lo que estoy haciendo», confiesa el fotógrafo. En su web (jmlopez.net) se puede ver un retrato del drama que se vive en lugares como Afganistán, Congo, Palestina o Haití.

Esta nómina de periodistas gráficos emergentes crece ahora con la aportación de Álvaro Laiz (León, 1981). Venezuela es su nuevo destino. Y retratar un momento histórico para el país, uno de sus objetivos. Se va a Caracas, la tercera ciudad más peligrosa del mundo por número de asesinatos dolosos por cada cien mil habitantes. Sospecha que allí empiezan a sonar los tambores de guerra; al menos se percibe una tensión social extrema. Pero su viaje tiene este escenario solo como fondo. «Me gustan los trabajos de largo recorrido: coger una temática e ir documentándola», indica al otro lado del teléfono. Uno de esos temas que ha comenzado a trabajar es la transexualidad en las zonas nómadas y rurales. «El nivel de conciencia de una sociedad se mide por cómo trata a las minorías», reflexiona. De manera que arrancó ese tema en Mongolia y ahora pretende ampliarlo con un proyecto en una comunidad del Orinoco, donde los transexuales son vistos casi como deidades desde el punto de vista espiritual. Su mayor retrato del dolor ha sido Uganda —visible alvarolaiz.com—. «Tengo mucha conexión personal con este país porque he estado dos veces  y mucho tiempo. Además de los huérfanos del sida, están los niños soldado; es un conflicto terrible, pero ignorado». Son precisamente los olvidados la nueva motivación del colectivo que Álvaro Laiz y un grupo de periodistas, fotógrafos y creadores audiovisuales han constituido recientemente para documentar los cambios sociales contemporáneos. Se trata del colectivo Anhua —traducido del chino, que significa «lo que solo se ve a contraluz»—, centrado en los testimonios sobre derechos humanos, antropología, economía y medio ambiente. ¿Cuál sería entonces el retrato de la corrupción?, se le pregunta. «Es una foto que no he hecho». Pero ese es otro tema.

El otro gran grupo de leoneses desplazados a territorios de máximo riesgo son los militares y el resto de personal de las Fuerzas Armadas. Según la estadística facilitada por el Ministerio de Defensa, actualmente hay 51 militares nacidos en León que se encuentran cumpliendo misiones en el exterior. El grupo más numeroso (41) se encuentra en Afganistán. 34 de ellos pertenecen al Ejército de Tierra y siete al Ejército del Aire. Esta agrupación está dando apoyo en la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (Isaf, por sus siglas en inglés) al gobierno interino afgano. En las provincias que controlan los mandos españoles ya han muerto 96 militares, dos guardias civiles y dos intérpretes. Los soldados están proporcionando seguridad a la población afgana y formando al ejército de Kabul para que vaya asumiendo sus responsabilidades cuando se produzca el repliegue.

Seis militares más (cuatro de la Armada y dos del Ejército del Aire) están destacados en aguas de Somalia en la denominada misión Atalanta. Supervisan las actividades pesqueras, luchan contra la piratería y forman a agentes privados que poco a poco se harán cargo de la seguridad en esta zona, esencial para los intereses pesqueros españoles. El tercer destino donde se ha destacado a militares leoneses es Líbano. Los cuatro son del Ejército de Tierra. Su entorno es realmente hostil desde que en el 2006 se produjese la crisis israelo-libanesa, con el bombardeo por parte de Israel sobre la infraestructura del sur del Líbano y la consecuente respuesta armada de Hezbollah sobre las ciudades del norte de Israel.

Entre 500 y 505 misioneros y misioneras de la diócesis de León se reparten a fecha de hoy por los cinco continentes, según los datos facilitados por la Delegación de Misiones del Obispado de León. El 80% de ellos se encuentran en Latinoamérica. Pero la presencia religiosa llega a rincones verdaderamente olvidados por el resto del mundo. Hay misioneros leoneses en Congo, como la concepcionista Verita García, la capuchina María Teresa González o la claretiana Irene Pérez; también en Uganda, como Adela González. En Togo se encuentra Asunción Pellitero y en Marruecos, Trinidad Prieto. Sinesio Rodríguez sigue en Zambia y Pedro Rubio Bardón en Tanzania. El listado es irreproducible. Pero no las palabras de sor Lucía, que ha regresado a León tras toda una vida como misionera. «Cuando te vas es muy difícil volver. No sabía ni dónde estaba porque no volvía a la España que yo dejé. Hay religiosos más mayores que ya no se encuentran en su tierra. Cuando te olvidas de España y vuelves, ya nada es igual».

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