Diario de León

EL PAPA ARGENTINO. EL PRIMER DÍA DEL NUEVO PONTÍFICE

Francisco impone en San Pedro

Bergoglio no subió al trono al ser elegido Papa, rechazó el coche oficial e intentó evitar la escolta . Pidió a los cardenales que sean «irreprochables» en sus vidas en su primera homilía como pontífice.

Francisco oficia su primera misa como Papa en la Capilla Sixtina.

Francisco oficia su primera misa como Papa en la Capilla Sixtina.

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Íñigo Domínguez| roma
León

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Nada de ir al sastre, primero la ‘Madonna’, la Virgen. Según ha trascendido, algo así dijo ayer el Papa Francisco a los oficiales de ceremonias pontificios a las 5,30 de la mañana cuando le presentaron el programa del primer día de su mandato. A las ocho ya estaba en la basílica de Santa María la Mayor, donde la gendarmería vaticana había ido a toda prisa a hacer unos acelerados controles de seguridad. Los franciscanos del templo se encontraron a los agentes con sorpresa al abrir las puertas, tampoco sabían nada. El nuevo Papa llegó en un turismo normal, un Volkswagen negro de la Gendarmería, y no en el lujoso coche oficial del pontífice, con matrícula CV1. Esta era CV, a secas. También llegó sin escolta. Es más, casi le fastidió que cerraran la basílica para él solo: «Dejadla abierta, soy un peregrino, quiero ir entre los peregrinos, no estoy indefenso». Es de prever que estos prontos empiecen a volver locos a los servicios de seguridad del Vaticano, algo que recuerda los primeros tiempos de Wojtyla, cuando de repente cogía el helicóptero y se iba a esquiar. Así empezó el día, y ya fue todo por el estilo. El nuevo estilo rompedor de Francisco.

«Los responsables de la seguridad están al servicio del Papa y se adecuarán a su estilo pastoral, su modo de moverse es distinto del de sus predecesores», se limitó a explicar ayer Federico Lombardi. El portavoz vaticano, también jesuita, estaba más contento que unas pascuas. Ayer había cierto ambiente de euforia en la calle. A los romanos, que han visto todos los papas posibles y les calan enseguida, les gusta. Todo el mundo hablaba de él, en el bar, en el mercado, elogiando sus destellos de humildad en las primeras palabras del balcón de San Pedro. En esta ciudad que se llame como Totti y le guste el fútbol solo puede darle puntos. Y lo que se iba sabiendo de él con las horas no hacía más que confirmar esa buena impresión. Por ejemplo, que a media mañana pasó por su alojamiento de estos días, la Casa del Clero, en pleno centro, para llevarse sus cosas y pagó la cuenta como uno más. En Italia, donde el poder se asocia al privilegio, les ha parecido algo increíble.

En la Capilla Sixtina, tras ser elegido, no lloró «porque le daba vergüenza» y enseguida fue a abrazar al purpurado indio Ivan Dias, en silla de ruedas. Luego no quiso sentarse sobre el trono pontificio y recibió de pie los saludos de los demás. Esto es, el Papa Francesco es uno que no se sienta ni se siente en el trono. Después rechazó el coche oficial —el CV1— y se acomodó como los demás en el autobús que les llevaba de vuelta a la residencia donde se han alojado los electores del cónclave. Luego cenaron todos en una atmósfera festiva y soltó una broma: «¡Que Dios os perdone por lo que habéis hecho!».

También se va revelando el estilo de su visión religiosa. La visita a Santa Maria la Mayor está llena de simbolismo. Allí se encuentra una antigua imagen de la Virgen a la que los jesuitas tienen mucha devoción, la ‘Salus populi romani’, cuya reproducción llevaban consigo los misioneros de la Compañía que iban a China. Francisco se detuvo a rezar en la capilla donde Ignacio de Loyola, fundador de su orden, celebró su primera misa el día de Navidad de 1538, un lugar muy importante para los jesuitas. También se arrodilló ante un retablo de San Francisco de Asís y rezó a San Francisco Javier, otro jesuita. Dijo unas breves palabras a los confesores de la basílica con un simple consejo: «Sed misericordiosos». Su lema episcopal es Miserando atque eligendo , una frase del Evangelio que describe la escena de Jesús con un pecador: «Lo miró con misericordia y lo eligió».

El acto solemne del día fue la misa con los cardenales electores en la Capilla Sixtina, por la tarde. También ahí dejó su impronta en la homilía, en una cadena de gestos que le van alejando del estilo de Benedicto XVI ya desde el principio. En el 2005 Ratzinger la leyó en latín. Francisco la improvisó y habló en italiano. Acostumbrados a las elaboradas argumentaciones de Benedicto XVI, el sermón fue curioso. Sencillo, sintético, coloquial, basado en un puñado de imágenes, duró cinco minutos. No obstante, mostró el rostro más severo de Bergoglio, paternal pero exigente, un rasgo que aún quedaba por descubrir y que volcó en dar una fuerte identidad a la Iglesia: «Quien no reza a Dios, reza al diablo», dijo citando a Leon Bloy. Se basó en tres conceptos: caminar, construir y confesar.

«Sin Jesucritso nos convertiremos en una ONG piadosa, pero no en la Iglesia», advirtió.Les instó a ser «irreprochables» en sus vidas, lo que se puede interpretar como una alusión a los escándalos recientes.

Son señales fuertes y sólo han pasado las primeras 24 horas de Francisco.

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