Diario de León

LA ABDICACIÓN DEL REY

¿Por qué ahora?: El fin del bipartidismo encendió las alarmas en la Zarzuela

Don Juan Carlos aprovechó la estabilidad institucional para abrir una sucesión ordenada ante el avance del sentimiento republicano y el serio retroceso de PP y PSOE

El Rey entrega al presidente Rajoy el acta con su abdicación esta mañana, en el despacho de don Juan Carlos en el palacio de La Moncloa

El Rey entrega al presidente Rajoy el acta con su abdicación esta mañana, en el despacho de don Juan Carlos en el palacio de La Moncloa

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RAMÓN GORRIAGÁN | MADRID
León

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Que la Monarquía necesitaba un nuevo impulso era cosa sabida y admitida tras la caída en picado de su aceptación popular. Pero ¿por qué ahora, por que escogió el Rey el 2 de junio para abdicar? Don Juan Carlos no renuncia al trono por los resultados de las elecciones europeas de hace nueve días, pero de las urnas surgió un mensaje nítido, el bipartidismo está herido, la sociedad anhela un cambio, algo nuevo, el modelo surgido de la transición hace casi cuatro décadas está cuestionado. Se necesita, como reconoce el Rey, otra generación para remontar la situación. La Zarzuela no esconde que la Corona pasa por sus horas más bajas desde 1975.

La abdicación, una alternativa en boca de muchos, no entraba en ninguna de sus hipótesis de trabajo, al menos de puertas para afuera. Pero no era así. El Rey decidió la renuncia en enero, al cumplir los 76 años, y dos meses después informó al presidente del Gobierno y al líder de la oposición. La abdicación es un paso destinado a garantizar la continuidad de la institución. Es el revulsivo que, según el análisis de la Casa del Rey, se necesita. Solo faltaba poner la fecha. Un elemento capital para la pervivencia de la Corona es la estabilidad política, un equilibrio que, por el momento, no está en peligro, pero que podría estarlo.

La institución goza de un seguro de vida con la profesión de fe monárquica de los dos principales partidos, un sentimiento que empieza a flaquear. No tanto por el PP, aunque un sector minoritario del conservadurismo nunca vio con buenas ojos que el franquismo desembocara en una Monarquía. El problema es más serio en el PSOE, un partido de tradición republicana que abrazó el sentimiento monárquico en aras de la transición y cuya fidelidad ha sido crucial para la Corona. Una lealtad puesta en cuestión en estos dos últimos años por sus bases, que no por sus líderes. La presión antimonárquica, confesaba más de un dirigente socialista, es cada día mayor dentro del partido. Las Juventudes Socialistas, por ejemplo, han aprobado más de un pronunciamiento crítico hacia el Rey y han recuperado muchos mimbres del discurso republicano. De hecho participarán hoy en las concentraciones a favor de un referéndum sobre el modelo de Estado y a favor de la tercera república.

Pero el crecimiento de las fuerzas abiertamente republicanas, Izquierda Unida, Iniciativa o Esquerra, junto a la irrupción de otras con ese mismo componente ideológico, como Podemos, Compromís o Equo, acabaron por encender las luces rojas en la Zarzuela. El idilio entre la Corona y la sociedad, por errores de una y por la evolución de la otra, empezaba a resquebrajarse

No es extrapolable, pero marca tendencia, y si se trasladan los resultados de las elecciones europeas a unas generales surge una composición del Congreso ingobernable. La mayoría sería de izquierda, con un sentir republicano creciente, aunque la fuerza más votada sería de nuevo el PP. La única fórmula de Gobierno que no requeriría acuerdos extraños sería la gran alianza de PP y PSOE, un pacto que provoca más que repelús en las filas socialistas, y que además sufre un desgaste progresivo. La suma de votos entre los dos grandes partido no alcanzó ni el 50% en últimos comicios, después de décadas por encima del 75 y hasta del 80%. La renovación del PSOE En todo caso, la estabilidad reinante desde las primeras elecciones de 1977 se tambalearía de confirmarse el cuadro dibujado en las urnas el 25 de mayo. La seguridad política, y no hay más que revisar la historia de España, es un elemento esencial para la pervivencia de la Monarquía.

El proceso de renovación en el PSOE tampoco es un elemento tranquilizador, nadie apuesta por un cambio radical, pero la incertidumbre está ahí. Con Felipe González, Joaquín Almunia, José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba el compromiso socialista con la Corona estuvo asegurado. Hay quien sostiene que Rubalcaba no presentó su dimisión la misma noche del varapalo en las europeas para seguir con las riendas socialistas en el proceso sucesorio. Estas mismas fuentes no lo aseguran, aunque afirman que no sería de extrañar, que fue la Casa del Rey la que pidió al secretario general del PSOE que siguiera en su puesto hasta concluir el relevo. Es de suponer que con el próximo secretario o secretaria general nada cambiará, pero para qué arriesgar.

No es ajeno asimismo a la fecha elegida, el probable mantenimiento de la imputación de la infanta Cristina en el juicio a Iñaki Urdangarin por el 'caso Nóos'. El juez José Castro tenía previsto cerrar la instrucción en los próximos días y fuentes jurídicas mantenían que la hija del Rey iba a figurar en el auto del juez como cooperadora de los presuntos delitos de su marido.

Pero con independencia de los escenarios político y jurídico, la Casa del Rey tenía asumido que el cambio en el timón era innegociable. El hundimiento en las encuestas es un hecho, certificado por el CIS y confirmado en los estudios que encarga la Zarzuela, según reconocen los portavoces de la institución. De los notables 7,46 y 7,48 de media obtenidos en marzo de 1994 y diciembre de 1995, la Monarquía pasó a ser valorada con 3,68 y 3,72 en abril de 2013 y 2014.

La Casa del Rey tenía claro desde hace tiempo que remontar esa situación con don Juan Carlos al frente se antojaba tarea imposible. La abdicación en su hijo se impuso como la solución inaplazable.

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