Diario de León

ELECCIONES 2015

Sánchez luchará por ser el candidato del PSOE a La Moncloa pase lo que pase

No contempla renunciar a pesar del ruido interno o la frialdad explícita de Susana Díaz.

Susana Díaz y Pedro Sánchez en un acto en Sevilla.

Susana Díaz y Pedro Sánchez en un acto en Sevilla.

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PAULA DE LAS HERAS | MADRID
León

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Pedro Sánchez no renunciará bajo ningún concepto a ser el candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno en las elecciones generales de finales de 2015 o principios de 2016. El secretario general de los socialistas tiene intención de presentare a las primarias que el partido celebrará el 26 de julio, dos meses después de los comicios locales y autonómicos, pase lo que pase y haya o no rival. Eso es lo que ha trasladado a su entorno en los últimos días, en medio de un ruido interno que, según admiten en el núcleo duro de la formación, ha encajado con cierto desconcierto.

No hace ni cinco meses que el hoy primer partido de la oposición, siempre dado a la crítica interna, decidió encumbrar a la secretaria general al joven diputado madrileño y ya anda sumido en una nebulosa operación de acoso y derribo al líder. Y lo llamativo es que en el epicentro de esa marejada se erige la persona que más tuvo que ver con su victoria, la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. Fue ella quien, tras negarse a competir contra el rebelde Eduardo Madina, ofreció su trasatlántico, cargado de barones que la aclamaban como única y verdadera líder del partido, a su servicio.

Ahora en sus múltiples encuentros y conversaciones con los principales hombres del partido -el palacio de San Telmo, en Sevilla, se ha convertido en un hervidero por el que ya han pasado varios líderes regionales, el último esta semana, el catalán Miquel Iceta- Díaz repite que Sánchez «no tira». No es que actúe por la espalda. En público, la dirigente de la federación más poderosa del PSOE ya ha renunciado a apoyar al secretario general como presidenciable. Y algunos de los que en su día trataron, sin éxito, de convencerla para que diera el salto a Ferraz ya van dejando caer que a Pedro Sánchez le dieron la mano y él se ha tomado el pie. O sea, que le respaldaron para ser secretario general y él habla ya de «cuando sea presidente del Gobierno» sin tener el aval del partido como candidato.

La deriva que están tomando las cosas no sólo preocupa en la dirección del partido, que no termina de entender la razón de un sopapo que ni vio venir ni beneficia a nadie, dicen, a menos de seis meses de las municipales y regionales de mayo. Esta misma semana, el extremeño Guillermo Fernández Vara, paradójicamente, el único que junto al asturiano Javier Fernández no apoyó a Sánchez en el congreso de julio, se lanzó a una defensa sin ambages del secretario general. Y el ex presidente andaluz (y del partido) Manuel Chaves rompió su habitual silencio para advertir de que, en este momento, el PSOE tiene pocas oportunidades y las que tiene «se llaman Pedro Sánchez». «Así que no conviene jugar con fuego», avisó.

Un antiguo rival de Díaz explica lo que sucede en una mera clave de juego de poder. «Es como la fábula de la rana y el escorpión; ella no puede evitarlo, está en su naturaleza y no parará hasta que tenga el mando», aduce. Muchos decían que, al haber sido elegido con el apoyo de Andalucía, el político madrileño no estaría sometido a las tensiones que, durante sus dos años de mandato, sufrió Alfredo Pérez Rubalcaba (nombrado en contra del criterio de los andaluces que apostaron por Carme Chacón). La realidad lo desmiente.

Si la presidenta de la Junta sopesa ahora dar el paso que no dio en el verano para concurrir a las primarias es algo que nadie se atreve a afirmar. Parece difícil sin un adelanto electoral (a mayo, por ejemplo) que la legitime como la ganadora que parece ser. Y, aun en ese supuesto, dicen fuentes del PSOE andaluz, su marcha sería casi imposible de justificar. Tampoco ha trascendido aún otro nombre alternativo. Díaz ha recompuesto sus relaciones con Madina pero, hoy por hoy, él se muestra dispuesto a mantener su promesa de hacerse a un lado y «no dar la lata».

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