Diario de León

Se avecinan tiempos de pactos

PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos van a protagonizar una nueva etapa con cuatro minorías políticas que estarán obligadas a pactar todo en el Parlamento.

Un operario trabaja en un almacén donde se encuentran las urnas que se utilizarán hoy.

Un operario trabaja en un almacén donde se encuentran las urnas que se utilizarán hoy.

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ramón gorriarán | madrid
León

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Un tiempo nuevo llama a las puertas con fuerza y la atravesará hoy llevándose por delante viejos goznes y cerraduras. Será la mayor revolución política desde la transición promovida por unos ciudadanos hastiados de los partidos tradicionales, minados por casos de corrupción y desprestigiados por unas prácticas endogámicas ancladas en el pasado. Todo apunta, sin embargo, a que el hartazgo no ha llegado a las cotas necesarias para barrer al PP y al PSOE, aunque sí ha alcanzado la altura suficiente para que irrumpan con desparpajo Ciudadanos y Podemos. La reflexión del italiano Antonio Gramsci de que una crisis estalla cuando «lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer», se cumple a medias porque lo viejo no acaba de morir y lo nuevo ha nacido, pero sin la fuerza suficiente para sepultar lo antiguo.

Cuatro fuerzas políticas van a dominar la escena política y todos van a tener que aprender a convivir y pactar porque están condenados a entenderse. Será una legislatura de minorías minoritarias. Algo inédito en los 37 años de historia contemporánea del Parlamento porque en el palacio de la madrileña carrera de San Jerónimo siempre han campado mayorías absolutas o minorías casi mayoritarias. La política va a doblar el Finisterre del bipartidismo para adentrarse en la desconocida tierra del tetrapartidismo, en la que PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos deberán aprender a convivir. Los dos partidos tradicionales deberán reeducarse porque no va a servir el desprecio a la oposición y el apaño con los nacionalistas para aprobar leyes y dar estabilidad al gobierno. Se avecinan años de grandes pactos, en los que la imposición y la rigidez estarán condenadas a dar paso al diálogo y la cintura. De no ser así, España será ingobernable y un adelanto electoral a media legislatura sería una hipótesis nada descabellada.

A tenor de lo prometido en la campaña electoral, la próxima legislatura será la de la reforma de la Constitución, de la ley electoral, de las leyes educativas, de la revitalización del Pacto de Toledo. Normas que requieren grandes consensos y mayorías muy cualificadas. No bastará con tener un voto más que la oposición para imponer la voluntad. El reto es que no existe costumbre de tejer alianzas tan amplias salvo para los acuerdos antiterroristas y poco más. La tradición es que el PSOE siempre opone a las iniciativas del PP sean las que sean y el PP, a las del PSOE. Ya no podrá ser así. Una reforma de la Constitución agravada, por ejemplo, necesita el voto favorable de dos tercios del Congreso, una mayoría que solo será alcanzable con acuerdos a tres o cuatro bandas, y con los grupos más minoritarios. Cabe la posibilidad, no obstante, de que el PP, el menos entusiasta con la reforma de la Carta Magna, la pueda vetar si obtiene 117 escaños, un tercio de la Cámara. La cifra está a su alcance y tendría en sus manos una minoría de bloqueo.

La montaña rusa

Pero no parece que los tiros vayan a ir por ahí y los nuevos aires llegarán a todos para que la política deje de ser cosa de dos para convertirse en algo más plural. La campaña se ha encargado de demostrarlo. Los debates a dos, a tres o a cuatro, han adquirido un protagonismo como nunca; la intención de voto ha estado sometida a los vaivenes de una montaña rusa, al punto de que Ciudadanos tocó con los dedos la primera posición y ahora ocupa la cuarta, o Podemos, que viniendo de atrás, discute la segunda a los socialistas; la política de pactos, además, con todas sus variantes ha estado a la orden del día. Hasta estas elecciones, lo habitual era que la foto del comienzo de la campaña apenas difiriera de la foto final; ahora, el escenario del 4 de diciembre poco tiene que ver con el del 19.

Solo una cosa ha permanecido inmutable en estas dos semanas, que el PP y Mariano Rajoy son los favoritos para ganar las elecciones aunque con una enorme hemorragia de votos. Pero gobernar será otro cantar porque por primera vez no está asegurado que el ganador vaya a instalarse en La Moncloa. «Nos vamos a acostar sin saber quién va a ser el presidente», comentaba en un momento de distensión de la campaña uno de los cuatro candidatos. Una incertidumbre que será el paradigma de la nueva era política que se avecina.

El juego negociador para la investidura tendrá una intensidad desconocida por estos lares. Si se confirma lo que dicen los sondeos y corroboran los expertos, Rajoy se va a quedar muy lejos de la mayoría, y nadie sabe cuantos votos va a necesitar para seguir al frente del Gobierno ni si el apoyo de Ciudadanos resultará suficiente para ello o si se embarcará en la siempre mencionada y nunca intentada operación de gran coalición con el PSOE.

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