Diario de León

Junts pel Sí y la CUP no son capaces de evitar las elecciones

Los independentistas no logran alcanzar un acuerdo sobre Mas .

Rull sale de la sede de la ANC tras reunirse con la CUP.

Rull sale de la sede de la ANC tras reunirse con la CUP.

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cristian reino | barcelona
León

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Esta vez parece que es la definitiva y Cataluña tendrá nuevas elecciones autonómicas el 6 de marzo. La que se anunció como última reunión entre Junts pel Sí y la CUP volvió a cerrarse sin acuerdo sobre la investidura del presidente de la Generalitat. El escollo, el de siempre. Convergència y Esquerra se negaron a retirar el nombre de Artur Mas, y el partido antisistema exigió otro nombre.

El encuentro fue propiciado por la Asamblea Nacional Catalana como última oportunidad para llegar a un acuerdo después de tres meses de negociaciones infructuosas. La reunión duró poco más de hora y media, un tiempo que pudieron ahorrarse los interlocutores porque las posturas fueron las que mantienen desde octubre. La ANC intentó mediar con ofertas propias, formación de una asamblea de alcaldes y concejales que designara un candidato a la investidura y una consulta ciudadana que ratificara o rechazara el nombre de Mas. Pero ambas fueron desechadas. Junts pel Sí se opuso a la consulta ciudadana, seguramente por temor a pulsar a una opinión pública hastiada; y los anticapitalistas descartaron la asamblea de cargos porque en ella tienen mayoría los ‘convergentes’ y los republicanos.

El presidente de la plataforma soberanista civil, Jordi Sánchez, reconoció el fracaso, pero se aferró a que aún queda «un hilo de esperanza» de aquí a las 24.00 horas del domingo, cuando el Parlamento catalán se disuelva de forma automática al cumplirse los tres meses de la primera votación sin que nadie haya alcanzado la mayoría suficiente para lograr la investidura como presidente de la Generalitat. El presidente de la ANC señaló que el único motivo para la confianza es que tanto unos como otros mantienen «un clima de diálogo» y «se han comprometido a mantener un contacto permanente». Aceptaron volver a dialogar hoy, aunque no está prevista ninguna reunión.

Pero no hay motivos para la esperanza de Sánchez. Se necesitaría que Junts pel Sí y la CUP llegaran a un acuerdo, algo que se ha demostrado inalcanzable; luego habría que habilitar el sábado y domingo para celebrar un pleno en la Cámara catalana, y hay serias dudas reglamentarias sobre si se puede hacer con tanta premura. «Hemos finalizado la tarea que nos tocaba. El tiempo se agota», comentó compungido el presidente de la ANC.

La reunión comenzó mal. Tras el desacuerdo de la víspera después de tres horas a cara de perro, los negociadores, cuatro por Junts pel Sí y tres por la CUP, llegaron a la sede de la ANC con el ambiente caldeado por un cruce de acusaciones entre unos y otros. La CUP emitió a primera hora un comunicado en el que denunció «la falta de voluntad política» de Convergència y Esquerra para sellar un acuerdo de investidura. La diputada convergente Marta Pascal contraatacó con el argumento de que vetar a Mas es ignorar a los votantes de Junts pel Sí después de que su formación haya cedido en todo, declaración independentista y plan de choque social incluidos.

Después de la decisión del Consejo Político de la CUP del pasado domingo de rechazar de forma definitiva a Mas, las reuniones posteriores estaban condenadas al fracaso. Los antisistema y los representantes de Convergència y Esquerra accedieron a verse las caras porque ninguno quería quedar como el responsable de no gestionar el mandato de las urnas del 27 de septiembre y de que el proceso independentista haya encallado. Al final es probable que a ojos de los votantes los culpables sean las dos partes.

En la política catalana de los últimos años no se pueden descartar las sorpresas de última hora, pero esta vez la sorpresa sería un acuerdo in extremis. De hecho, Artur Mas ha concentrado su actividad en los últimos días a intentar convencer a Oriol Junqueras para reeditar la lista conjunta de Junts pel sí para las elecciones de marzo, pero Esquerra se muestra reacia a compartir candidatura cuando sus expectativas electorales son mejores que las de una alicaída Convergència.

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