Diario de León

Puigdemont pone en marcha la fase final de la ruptura con España

El nuevo presidente afirma que aplicará de inmediato la declaración independentista.

Mas y Puigdemont se dan la mano una vez concluida la sesión de investidura.

Mas y Puigdemont se dan la mano una vez concluida la sesión de investidura.

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cristian reino | barcelona
León

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A rey muerto, rey puesto. Con 62 votos a favor de Junts pel Sí y ocho de la CUP (dos diputados anticapitalistas se abstuvieron) y 63 en contra, Carles Puigdemont fue investido ayer como el 130º presidente de la Generalitat.

Tres meses y medio después de las elecciones catalanas, planteadas por el independentismo en clave de plebiscito, el alcalde de Gerona (renunciará hoy al cargo municipal) tomó el relevo de Artur Mas, tras una rocambolesca negociación entre las fuerzas independentistas, y salió elegido en un pleno especial convocado horas antes de que expirara automáticamente la legislatura, lo que pone de relieve las dificultades con las que llega al Palau de la Generalitat.

Puigdemont ofreció casi nulas diferencias en el programa de gobierno respecto a su predecesor. Afirmó que «no le temblarán las piernas» y, como Mas, puso rumbo sin dilaciones hacia la creación de un Estado independiente. «Iniciamos el tramo más incierto del proceso soberanista», dijo el nuevo jefe del Ejecutivo catalán. «Lo culminaremos con éxito, me dejaré la piel», añadió.

La elección del nuevo presidente de la Generalitat, que pertenece al ala más secesionista de Convergència, supone el giro definitivo de la formación nacionalista hacia la independencia. Puigdemont dejó pocas puertas abiertas a la negociación con el Gobierno central y, de hecho, limitó las conversaciones con Madrid a la constitución de un Estado en Cataluña y a su reconocimiento. Seré el presidente de la «postautonomía y de la preindependencia», aseguró.

En la práctica, esta afirmación implica que en 18 meses el Gobierno catalán tratará de poner «a punto» algunas de las principales estructuras de Estado, como la hacienda propia, el banco central o la seguridad social, tramitará el proceso constituyente y la ley de transitoriedad jurídica e internacionalizará el proceso.

El nuevo presidente de la Generalitat se mostró moderado en las formas, pero contundente en el fondo. «La declaración abría el proceso constituyente y espero que al final de la sesión tengamos los instrumentos para llevarla a cabo», dijo. Una defensa cerrada del texto, aprobado por la Cámara catalana el pasado 9 de noviembre y que con posterioridad suspendió el Tribunal Constitucional, y con la que Puigdemont corroboró que no ralentizará el desafío y que está dispuesto, como así afirma la propia resolución anulada, a ignorar a la corte de garantías, lo que anuncia un próximo choque institucional, ya que el texto señala que los trabajos para elaborar las leyes que desarrollan la hacienda, la seguridad social y el proceso constituyente deberán comenzar en el plazo de un mes.

Y es que, el independentismo, a pesar de que el pasado 27-S el 52% de la ciudadanía votó a formaciones no secesionistas, tiene prisa, aunque Puigdemont reconociera que la mayoría social a favor de la secesión necesita ser más amplia, por lo que la undécima legislatura catalana se antoja de vértigo.

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