Sintáctica ¿sin táctica?
Todo lo que dijeron las acusadas y de lo que luego se desdijeron
Cansada después de casi 30 horas detenida, Montserrat González no reparó en aquella fecha. Martes y 13. Tampoco estaba para supersticiones. Pasada la medianoche decidió declarar ante uno de los policías de Burgos que luego se harían célebres en el caso (la defensa lo acusa de haberla conminado con engaños a confesar la autoría del asesinato) y ante otro compañero de León. Y empezó a explicarles lo que había pasado. «Me encontré con Isabel y no sé muy bien lo que me pasó pero de repente saqué una pistola y le metí tres tiros».
Del desconcierto inicial de sus primeras aseveraciones, la asesina confesa pasó ya bien entrado el otoño de 2014 a un tono muy diferente cuando se sometió a las dos exploraciones psiquiátricas que en el plazo de un mes, propuso la instructora: «La tenía sentenciada. No se puede matar, pero no podía consentir, a esa persona solamente se le podía hacer eso. La mala hierba se tiene que cortar, eso lo decía mi abuelo».
Los mismos agentes que interrogaron a su madre se ocuparon de Triana alrededor de las dos de la madrugada de la noche posterior al crimen. «Isabel ha llegado a reclamarme 12.000 euros diciendo que lo había cobrado indebidamente», explicó. No dijo nada de ningún tipo de insinuación sexual en Comisaría. El 15 de mayo, en el juzgado de Instrucción número 4 de los de León, el primer letrado que asistió a la joven le preguntó expresamente si había sufrido algún tipo de propuesta sexual por parte de Carrasco. La hija de la asesina confesa respondió taxativamente que no. Cuando las forenses sometieron a la muchacha al examen psiquiátrico para analizar sus facultades mentales, se encontraron con una revelación: «A principios del año 2010 Isabel me llamó por teléfono para tomar café en su casa. Pensaba que era por motivos laborales pero una vez en su casa, se me insinuó y trató de besarme. No accedí y decidí irme, aunque ella me insistió para que me quedara. A partir de ese momento empezaron mis problemas».
Raquel Gago fue detenida, interrogada y puesta en libertad al día siguiente de la muerte de Carrasco, ya cerca de las dos de la mañana. La instructora decidió imputarla y el viernes 16 de mayo, tres días después, le tomó declaración en el juzgado. Se le preguntó por una llamada que había recibido instantes después del crimen. Era una comunicación de 17 segundos en la que no se produjo conversación. «No sé si fue a mí o a ella a quien se le cortó». El fiscal preguntó rápidamente: «¿Por qué sabe usted que quien llamó era ella?». Raquel respondió: «Estaba pensando en que la llamada tuvo lugar cuando vi a Triana y por eso...».
No obstante, el de Gago quizá ha sido el discurso que menos ha cambiado a lo largo de la instrucción. «La única explicación que encuentro para que mi amiga dijera que no vio el bolso cuando se subió al coche es que al circular se hubiera movido. Yo desde luego, no me di cuenta de que Triana me hubiera dejado nada».
Las tres imputadas por la muerte de Isabel Carrasco se someten a partir del próximo martes al juicio que determinará el grado de participación que presuntamente tuvieron en la muerte de la presidenta de la Diputación Provincial.
A lo largo de los veinte meses que median ya desde el asesinato de la presidenta del Partido Popular en León hasta justamente el día de hoy, la línea de los discursos ha sufrido variaciones. El Ministerio Fiscal y las acusaciones están convencidos de que la táctica obedece a los intereses de las defensas. Los letrados que representan a las acusadas entienden que a lo largo de la investigación, ha sido necesario dar explicación a determinadas interrogantes.
El atuendo
Montserrat González se presentó al examen psiquiátrico oficial cubierta con un pañuelo en la cabeza y ciertos aires de extravagancia: «Con ello consigue un efecto contrario al que supuestamente pretendía», advierten las forenses en su informe. Luego, en junio de 2015 se le permitió salir de la prisión para recibir atención médica en una conocida clínica dentista de la capital. Llamó la atención la elegancia con la que vistió en aquella ocasión y el buen gusto que demostró para elegir el atuendo, aderezado con un bronceado elegante y un trato muy cordial con los agentes de la Guardia Civil que la escoltaban.
«Había intentado coincidir con Isabel en otras ocasiones en los dos últimos años, pero cuando nos encontrábamos no llevaba el revólver encima», explicó en su primer interrogatorio en la Comisaría de Policía Nacional. «Le había hecho varios seguimientos, pero no sé si era con intención de matarla». En el transcurso de la instrucción, en algún momento insinuó que no se habían producido esos seguimientos.
La fórmula de entrega del bolso con el arma también está sujeta a varias versiones. Triana declaró inicialmente que su madre había aparecido «desencajada y pálida» a la altura del pasaje de la calle Colón y que le había dicho: «Deshazte de esto». A renglón seguido la hija arrancó a caminar y se produjo el episodio del encuentro con Raquel Gago.
No fue la única modificación en el discurso de madre e hija. «Dejé el bolso en un garaje (se localiza el inmueble al principio de Roa de la Vega) para que mi hija lo recogiera».
«No sabía que mi madre tuviera marihuana en casa. A lo mejor entraba a su habitación alguna vez a por una cazadora y cosas así, pero no miraba si había algo», explicó Triana a la jueza. «Ni vi la bolsa con las sustancias ni tampoco me olía», insistió. Por esta otra causa, que forma parte de una pieza separada, las dos fueron condenadas este invierno a una pena de año y medio de prisión, como autoras de un delito contra la salud pública por hallarse en su domicilio varias bolsas de marihuana con un peso total de 660 gramos. Estaban guardadas en una bolsa de Carolina Herrera.
«Nunca hice seguimientos a Isabel Carrasco con mi madre», insistió en el transcurso de uno de los interrogatorios. Una vecina de la víctima la reconoció en una rueda fotográfica practicada en sede policial. «Era la chica que venía más atrás de la señora que se escondía entre los árboles del Paseo de la Condesa de Sagasta».
Raquel Gago «no llegó a pensar si estaba metida en un problema» cuando abrió el bolso que le había dejado Triana en el coche y comprobó que en el interior se encontraba un arma. «Fue en ese momento cuando me acordé de haberla visto en Lucas de Tuy y que ahí es cuando tuvo que meterme el bolso en el coche. No pensé en lo que me podía pasar, pensé que lo que había ocurrido era gravísimo y me entraron los nervios», explicó a la jueza.
«Me pasó una cosa parecida cuando murió mi abuela. Estuve en el tanatorio pero no reaccioné hasta dos días después. No fui consciente. Y en el trabajo me ocurrió lo mismo una vez con un niño».
«Triana nunca me dijo que Isabel Carrasco hubiera intentado besarla», aseguró. Sí que recordó perfectamente por qué una memoria USB que había en su domicilio estaba completamente vacía: «No era mía, era de una amiga».
Llegó tarde a la clase de manualidades que tenía concertada aquella tarde «porque solía retrasarme habitualmente quince o veinte minutos, pero no le dije a nadie que me hubiera quedado dormida porque nunca duermo la siesta», explicó en otro de sus interrogatorios ante la jueza.
«No tenía ningún motivo de enemistad contra Isabel Carrasco. No la conocía. No tenía ninguna motivación económica, laboral ni coacción alguna ni formaba parte de ningún plan para atentar contra ella. Tampoco tenía ningún plan para encubrir el arma», manifestó la última vez que compareció en el juzgado de Instrucción. El siguiente paso fue ya en la Audiencia Provincial donde se determinó su puesta en libertad bajo fianza.
Todos los testimonios expuestos hasta ahora en sede policial y en sede judicial carecen de validez para el jurado, que podrá tener en cuenta cualquier giro en el sentido de las manifestaciones que se realicen, pero que deberá apoyarse para emitir su veredicto fundamentalmente en lo que se escuche en sala a lo largo de las 17 sesiones de que constará el juicio. Llega la hora de la verdad.