Diario de León

PERFIL MATRIMONIO TORRES-TEJEIRO

La ambición separa a la pareja

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koldo domínguez | madrid

Cuando el 8 de noviembre de 2011 los agentes llamaron a la puerta de su chalé, Ana María Tejeiro (Figueres, 1968) supo que su fastuosa vida era un castillo de naipes que empezaba a tambalearse. Han pasado más de cinco años desde que aquella noche el timbre de su dúplex ordenara abrir a la policía y ayer la esposa de Diego Torres (Mahón, 1965) supo que aquella idílica vida que llevaba junto a su marido y sus dos hijos como un matrimonio feliz de la burguesía barcelonesa sólo fue un sueño previo a una larga pesadilla.

Adiós al dúplex ubicado en una urbanización de Sant Cugat, al velero amarrado en el puerto de Barcelona, al tren de vida al que ella estaba acostumbrada como miembro de una familia bien de la Ciudad Condal. Todo estaba ya embargado desde septiembre de 2015 por la Audiencia Provincial de Baleares y nada volverá. Durante el juicio ella llegó a quejarse al tribunal de «estar viviendo por debajo de la dignidad». Nadie quiere contratarle y los 282.000 euros en metálico que había sacado de las cuentas que el matrimonio tenía en Suiza se iban agotando.

Nada que ver con aquella vida que le vendió -siempre fue un embaucador, en la vida y en los negocios- un joven menorquín en la efervescente Barcelona pre-Juegos Olímpicos. Diego Torres había llegado a la gran ciudad para estudiar en Esade, la prestigiosa escuela de negocios que garantizaba un acaudalado porvenir a sus alumnos. Y eso era lo que buscaba el hijo de Bartolomé y Rosario, la peluquera de un barrio humilde de Mahón: «ser rico».

Cuando él decidió mudarse a California en 1991, ella se marchó con él. Tras su periplo americano Torres regresó a las aulas de Esade. Formó a cientos de alumnos pero se asoció sólo con uno de ellos. Fundó Nóos y en 2003 se asoció con Urdangarin y el instituto comenzó a ser una máquina de ingresar dinero perfectamente engrasada.

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