Diario de León

El infierno de Hipercor cumple su 30 aniversario

El atentado más mortífero de la historia de ETA dejó 21 muertos y 45 heridos en Barcelona.

Acto de recuerdo del Ayuntamiento de Barcelona. ALEJANDRO GARCÍA

Acto de recuerdo del Ayuntamiento de Barcelona. ALEJANDRO GARCÍA

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M. Sáiz-Pardo | Madrid

El sol cae a plomo. Son las cuatro y ocho minutos de la tarde. La misma hora en la que aquel 19 de junio de 1987 ETA convirtió en un infierno el Hipercor de la Avenida Meridiana de Barcelona, llevándose la vida de 21 personas e hiriendo a otras 45 en el atentado más mortífero en la historia de la banda terrorista. Tres jóvenes y un adulto charlan a las puertas del centro comercial. El público entra y sale mirando de reojo a los cuatro hombres que posan ante el fotógrafo en las escaleras. «¿Quiénes son?», pregunta un chaval de unos veinte años. «Víctimas del atentado», es la respuesta. «¿Qué atentado?», repregunta el joven transeúnte, antes de quedarse de piedra al enterarse de lo que aquí ocurrió hace ahora 30 años.

«No se debe ocultar la historia. Es una historia mala, pero es la que es. En Alemania no se esconde lo que hizo Hitler, pero aquí estamos empeñados en olvidarlo». Habla Jordi Morales. Aquel coche bomba mató a sus padres, María Teresa Daza y Rafael Morales, y también acabó con la vida de su futuro hermano o hermana ya que su madre estaba embarazada. «Habían ido a Hipercor a llenar la nevera para San Juan», recuerda Jordi. Ahora tiene 37 años. Bueno, quizás solo 35, porque asegura que el atentado, además de arrebatarle lo que más quería, también le robó casi un año y medio de memoria. «A mí me cortaron la vida de golpe. Me sigue doliendo cada día a pesar de que han pasado 30 años. Lo llevo muy dentro. Mi padre, mi madre, mi hermano. Estaba iniciando una vida que no me dejaron vivir». las palabras se agolpan en su mente, aunque reconoce que en ese cerebro no ha sido capaz siquiera de guardar una sola imagen de sus padres vivos, a los que solo reconoce ya por fotos.

El tema de los recuerdos, su falta de ellos (o la manipulación mental de éstos para rellenar los huecos en su vida que dejaron los 200 kilos de amonal y gasolina) parece torturarle. Hipercor —explica— le ha costado ya tres décadas de terapia y «mucha rabia». «Yo no perdono. Tengo rabia. No me pongas delante a ninguno de los cuatro (etarras condenados). Siento rabia por lo que hicieron con mis padres, por lo que me han hecho sentir, por los meses de mi vida que borraron en mi cerebro».

Roberto Manrique mira a Jordi como quien mira a un hijo. Mientras pasean por los alrededores de Hipercor se ve que se procesan un cariño mutuo. Manrique era el empleado de la carnicería del centro comercial aquel día. Sobrevivió de milagro.

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