Diario de León

Crónica en la calle

Una historia entre catalanes

Voces de distintos ámbitos constatan la fractura social y alertan sobre la necesidad de una solución rápida a un asunto que desangra la economía.

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Oskar Belategui | Barcelona

Esta crónica arranca en una República estrenada con sordina y culmina una semana después con el sobrecogedor estruendo de una cacerolada a las diez de la noche que era imposible no escuchar en ningún rincón de Barcelona. Cataluña ha pasado en pocos días de una situación de ‘impasse’ y extrañeza a llenar las calles de una marea independentista con el fervor renovado tras la encarcelación de medio Govern. El exdiputado Ignasi Guardans acierta a definir el estado de ánimo del primero que encendió los ánimos, Artur Mas, y por extensión de los separatistas cuando el Parlament declaró la República: «Mas sintió ese pavor ante las llamas del tipo idiota que sólo quería quemar un trocito de bosque para dar una lección…».

La extraordinaria situación política, cambiante a cada minuto, provoca efectos inesperados en la vida cotidiana. El taxista que el pasado lunes llevaba a este periodista a un Parlament disuelto por el presidente Rajoy debería estar de huelga para protestar contra la competencia de Uber y Cabify. Pero no era tan sencillo. «Tal como están las cosas es complicado montar una protesta», admiten en la asociación de profesionales del sector, Élite.

La riada de turistas que colapsa las Ramblas no parece vivir días históricos. Tampoco les afecta a los orientales que se han hecho cargo de los bares en todos los barrios, ni a los ‘paquis’ que mantienen los colmados abiertos las 24 horas. En la Plaza de la Revolución, Toni Ramon, de la Asociación Vecinal de Gràcia, señala las esteladas y las pancartas de «democracia» que inundan los balcones. «Aquí el 1 de octubre se vivió con miedo pero fue una jornada muy bonita», recuerda.

Este arquitecto de 60 años vinculado desde siempre a movimientos vecinales entendió que la proclamación de la República «era más testimonial que otra cosa». Las cargas policiales el 1-O y la prisión de Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, líderes de la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium, los ‘jordis’, se sintieron como afrentas insalvables. «La independencia en Cataluña es una insumisión», define. «

En 2012, solo el 19% de los catalanes se consideraba independentista, según un estudio de la Autónoma de Barcelona.

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