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Rajoy da oxígeno a Cifuentes y acusa a la oposición de usar una doble vara de medir

El ministro de Justicia admite, sin embargo, que la credibilidad de la gobernante autonómica está en entredicho.

El primer ministro de Dinamarca, Lars Lokke Rasmussen, y el presidente Mariano Rajoy.

El primer ministro de Dinamarca, Lars Lokke Rasmussen, y el presidente Mariano Rajoy.

Publicado por
Paula de las Heras
León

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Rajoy mantiene por el momento su respaldo a Cristina Cristina Cifuentes. El hecho de que el miércoles en Buenos Aires se limitara a expresar su deseo de que la crisis abierta en Madrid se resolviera «a la mayor celeridad posible» había llevado a algunos en el PP a creer que la salida de la presidenta autonómica iba a precipitarse. Sólo quedaba, a su juicio, que el líder del partido se reuniera con ella a la vuelta de su viaje a Argentina para dejarle claro que la situación era ya insostenible y que debía renunciar por el bien de la formación, de la comunidad y de los ciudadanos. Nada de eso.

El jefe del Ejecutivo compareció ayer ante los medios por primera vez desde que aterrizó el jueves en España y no sólo no sentenció a la dirigente regional sino que le regaló un buen balón oxígeno. Para empezar, reprochó a Albert Rivera que exija su dimisión por las sospechas que pesan sobre el modo en el que obtuvo su máster en Derecho Autonómico en la Universidad Rey Juan Carlos. «No existe razón para romper un acuerdo que se está cumpliendo y que es bueno para los madrileños», dijo. Pero además, alegó que la oposición está utilizando en este asunto un doble rasero.

En los últimos días, desde el partido gubernamental se han aireado informaciones sobre los currículos inflados en otros partidos. Ocurrió con el del líder de los socialistas madrileños, José Manuel Franco, que el jueves reconoció que durante años, y hasta 2003, se presentó como licenciado en Matemáticas a pesar de que no lo era. También con el del secretario general del grupo parlamentario de Ciudadanos en el Congreso, Miguel Gutiérrez, que según la denuncia interpuesta por un militante de su formación en 2015, se hacía pasar por ingeniero superior o doctor en ingeniería cuando sólo era perito. Y ayer mismo, con el del secretario de Organización de Podemos en Galicia, Juan Merlo, otro no ingeniero. Horas después de que ABC destapara el asunto, Merlo presentó su renuncia.

Ninguno de estos engaños, reconocidos o no, implican la obtención de un título oficial con procedimientos irregulares, pero, como poco, los populares tratan de servirse de ellos para ganar tiempo. «Cada nuevo caso que vamos conociendo es peor que algunas de las cosas que están tan de actualidad», alegó Rajoy en una elíptica alusión al polémico postgrado de Cifuentes.

Las palabras del presidente del Gobierno no prejuzgan cómo puede acabar este episodio. En Ciudadanos siempre han dado por hecho que el PP se resistiría como gato panza arriba a ceder a su exigencia de dimisión y que, como ocurrió en Murcia con el expresidente Pedro Ántonio Sánchez, imputado en el caso Púnica, sólo en el último momento, incluso a horas de que se tenga que votar la moción de censura planteada por el PSOE (probablemente en la primera semana de mayo, aunque depende de la presidenta de la Asamblea) darán su brazo a torcer. En el PP, por el contrario, no falta quien apuesta por llegar hasta el final con el argumento de que para los votantes de Rivera sería muy difícil de entender que se entregue Madrid a una coalición de PSOE y Podemos.

Lo que demostró ayer Rajoy, en todo caso, es que por ahora sí está dispuesto a mantener el pulso. Ni ha hablado con Cifuentes, que según advierten en su entorno, sólo renunciará si él se lo exige, ni de acuerdo con fuentes de La Moncloa tiene ninguna urgencia por hacerlo. «La presidenta de la Comunidad de Madrid ya ha dado sus explicaciones ante los medios y ante el Parlamento regional -llegó a decir- y la universidad está tomando medidas para aclarar los errores que se hayan producido y averiguar hasta dónde llegan las responsabilidades».

La prueba más evidente de que no considera que tenga que dejar caer ya a la dirigente autonómica fue el que afirmara que si alguna reflexión suya merece lo que ha ocurrido con el postgrado de Cifuentes, hoy por hoy, es la de que «habría que pedir a todo el mundo un poco de coherencia». «’Consejos vendo que para mí no tengo’», ironizó.

Ni el hecho de que la Universidad Rey Juan Carlos anunciara ayer la suspensión del director de Instituto de Derecho Público y responsable del máster otorgado a la presidenta matrileña, Enrique Álvarez Conde, y abriera expediente a la funcionaria que supuestamente alteró sus notas, Amaya Calonge, son, para el Ejecutivo pruebas definitivas.

Eso es lo que alegó, al menos, en su comparecencia semanal el ministro portavoz y responsable de Educación, Íñigo Méndez de Vigo. «Seamos serios, no sé quién ha demostrado nada», dijo. Otros en el Gobierno, sin embargo, se tientan la ropa. En Onda Cero, el ministro de Justicia, Rafael Catalá, admitió que aunque la versión inicial de Cifuentes parecía «razonable» ahora hay elementos que «deben ser despejados cuanto antes» porque afectan a su «credibilidad». Y también adujo que la presidenta tendrá que tomar las «decisiones que correspondan», a la luz de la «verdad final».

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