Diario de León

La pérdida de Andalucía resquebraja el PSOE y abre una batalla con Madrid

Susana Díaz dará su mensaje oficial de fin de año a los andaluces pese a no poder formar gobierno.

Susana Díaz y el vicepresidente en funciones, Manuel Jiménez, en el Parlamento de Andalucía. JULIO MUÑOZ

Susana Díaz y el vicepresidente en funciones, Manuel Jiménez, en el Parlamento de Andalucía. JULIO MUÑOZ

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CECILIA CUERDO | SEVILLA

El jueves, el Parlamento andaluz arrojó una escena siquiera imaginable hace apenas un mes. Minutos antes del inicio de la sesión de constitución de la cámara, la todavía presidenta Susana Díaz bajaba las escaleras desde su despacho cuando las decenas de cámaras que la esperaban giraron de repente y centraron sus objetivos en el líder del PP y previsible futuro presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno Bonilla. Díaz terminó de bajar sola y al cabo de unos instantes, las cámaras volvieron a seguirla, pero ya con el foco en segundo plano. Y es que ahora los socialistas deben afrontar una situación inédita en los últimos 37 años, y para la que no tienen manual de instrucciones: ser oposición con la consigna de aguantar para volver a recuperar el poder dentro de cuatro años. Por si fuera poco, la insuficiente victoria en las elecciones ha dado aire a los críticos con la secretaria general, que no ocultan su deseo de renovar el partido en Andalucía.

La alianza de PP y Ciudadanos con el apoyo de Vox ha dividido el Parlamento andaluz en dos bloques, derecha e izquierda, ante el que este último tiene poco que hacer. Los 33 diputados socialistas no sirvieron para aupar a Adelante Andalucía, con 17 escaños, a la mesa del Parlamento. Un gesto que resultó insuficiente ante los 59 votos de los 109 posibles que manejan sus adversarios, y que evidencia que el único margen de maniobra que les queda a los socialistas pasa por apoyarse en Ciudadanos y lograr arrimar a la coalición de Podemos e IU a esa endeble alianza. Su papel, por tanto, se limitará a la misma irrelevancia a la que intentaron relegar a la oposición en las últimas legislaturas.

ORDEN DE NO FELICITAR

En el seno del partido han surgido ya algunas voces críticas que apuntan a que en el entorno de Díaz aún no son conscientes de lo que ha pasado, de lo que van a perder. Prueba de ello es el brindis al sol de Díaz al querer presentarse a la investidura, y que mantenga su agenda con entrevistas y mensaje oficial de fin de año televisado. O la soberbia al dar a orden de que nadie del partido felicitara a la nueva presidenta del Parlamento.

«El PSOE ha ganado las elecciones, más de un millón de personas han reeditado su confianza en nosotros y mi compromiso es hacer que se sientan orgullosos», justificó esta semana en una entrevista. «No voy a hacer un Mariano Rajoy ni una Inés Arrimadas», añadió en alusión a los dos dirigentes que renunciaron a defender sus candidaturas para gobernar pese a haber ganado las elecciones en España y Cataluña.

En el PSOE, no obstante, no han movido un dedo por buscar apoyos, por lo que la presidenta del Parlamento, Marta Bosquet (Ciudadanos), no la tendrá en cuenta y sólo citará para el debate de investidura a la candidatura que realmente tenga visos de prosperar. Es decir, la del PP. En cualquier caso, los socialistas tratan de dar la vuelta a esa escena porque más que una nueva derrota de Díaz supone visualizar ese apoyo de Vox a PP y Ciudadanos, un escenario mucho más interesante para su estrategia de arrinconar a los de Albert Rivera hacia la derecha y tratar de recuperar así espacio político en el centro de cara a las próximas citas electorales.

El papel que le aguarda por tanto a Díaz es una incógnita, aunque todo apunta a que será nombrada presidenta y portavoz del grupo parlamentario. La secretaria general del PSOE andaluz entiende que irse por no poder gobernar, como insinuaron desde la dirección federal que debería hacer, sería una «falta de respeto absoluta» a sus votantes, por lo que tiene intención de aguantar la legislatura como jefa de la oposición y ser así quien guíe al partido para hacer frente al bloque de «las derechas con la ultraderecha».

«No puede irse, lo que está en juego es más importante que la Junta», señalan fuentes socialistas para valorar ese peligro de que la ultraderecha se extienda por el resto del país. Hay que hacer «de freno».

Sánchez y sus afines andaluces, sin embargo, ven en la caída de la antaño todopoderosa «sultana» la oportunidad de recuperar el terreno que esta no quiso darles en la confección de listas y se preparan para dar la batalla interna. Pero con las elecciones municipales a la vuelta de la esquina, la situación no es fácil. Los críticos reconocen que, de momento, cualquier salida deberá ser pactada para no victimizarla y darle aire. Además, tienen otro problema y es la falta de un recambio claro, dado que durante años Diaz se dedicó a laminar a todos aquellos que podían hacerle sombra. En cualquier caso, las espadas vuelven a estar en alto.

INDEPENDIENTES EN EL GOBIERNO

Mientras, el PP y Ciudadanos (Cs), socios del futuro gobierno andaluz, están diseñando la composición del próximo Ejecutivo, que tendrá entre diez y doce consejerías frente a las trece del actual, y barajan la posibilidad incorporar a dos independientes. Fuentes de ambos partidos han confirmado que los equipos negociadores mantendrán durante los próximos días encuentros «informales» con intercambio de información sobre el organigrama y competencias del próximo gobierno de la Junta de Andalucía.

Frente a las trece consejerías del Ejecutivo socialista de Susana Díaz, los populares y la formación naranja tienen claro que van a reducir estos departamentos y pretenden que el próximo gabinete esté compuesto por una horquilla de entre diez y doce consejerías, aunque aún no han avanzado en la denominación y la distribución de competencias. Ciudadanos quiere que el gobierno esté compuesto por diez consejerías y la Consejería de Hacienda, si bien está ultimando un documento que hará llegar a lo largo del fin de semana al líder del PP andaluz, Juanma Moreno.

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