Diario de León
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Pedro Sánchez ha logrado por fin su objetivo de ser presidente del Gobierno por el procedimiento convencional. El que fuera príncipe destronado, hoy rey incuestionado del socialismo español, llegó a la Moncloa en junio de 2018 gracias a la moción de censura que propició la sentencia de corrupción en el PP contra Mariano Rajoy, con el apoyo de Unidas Podemos y de los independentistas. Durante mucho tiempo, tanto él como sus afines justificaron la decisión de aceptar los votos de quienes apenas nueve meses antes habían decidido dar, en palabras de la propia vicepresidenta, Carmen Calvo, un «golpe a la Constitución», en que no habían negociado nada porque tampoco aquello podía considerarse una investidura como tal.

Ahora, la elección de Esquerra como socio determinante ha sido más que meditada, a pesar de que el partido de Oriol Junqueras fue uno de los principales blancos de sus críticas durante la campaña electoral.

El último viraje del secretario general del PSOE, al que se atribuye una ambición y capacidad de encajar los golpes que él mismo se encargó de cultivar en su autobiográfico ‘Manual de resistencia’ (Península, 2019), es un buen reflejo de cómo ha ido construyendo su carrera política. Desde que en 2014 asumió por carambola las riendas de su partido, gracias a la ingenuidad de una Susana Díaz que lo había elegido para calentarle el sillón («este no vale, pero nos vale»), Sánchez ha demostrado que no le duelen prendas por modificar ejes básicos de su discurso para situarlos al servicio de un objetivo mayor: la retención del poder.

En 2016, después de haber propuesto que se dejara gobernar a aquel candidato que fuera capaz de reunir a un mayor número de parlamentarios tras la repetición de las elecciones, se abrazó al ‘no es no’ a Mariano Rajoy sabedor de que esa era la postura que aplaudiría una militancia a la que habría de enfrentarse en el congreso que le esperaba a la vuelta de la esquina.

Sus socios son perfectamente conscientes de esa maleabilidad del presidente del Gobierno y algunos no dudaron en echársela en cara durante la primera jornada de la sesión de investidura, pero están decididos a utilizarla a su favor en tanto resulten necesarios para la continuación de la investidura. Con todo, hasta la fecha, Sánchez se ha mostrado reacio a traspasar ciertos límites y el respeto a la soberanía nacional es uno de ellos. Desde la oposición apoyó la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña en el otoño de 2017. Y nunca ha aceptado dar un paso que superara la Constitución.

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