Un fracaso político y moral

Cuando se cumplen diez de guerra ya se puede decir que estamos ante el escenario más pesimista de los posibles antes de comienzo. Aun se podría decir más: ante uno que casi nadie contemplaba. Decenas de muertos civiles, una resistencia encarnizada de los iraquíes, una hipotética toma de Bagdad que pone los pelos de punta por las víctimas que podría provocar, el primer atentado suicida de lo que puede ser una serie de ellos. Sólo falta que aparezcan las temidas y cacareadas armas de destrucción masiva de Sadam y que Al Qaeda irrumpa en la guerra con un atentado devastador. Y es hora de dejar a un lado los análisis de la actividad militar y centrarse en el gran fiasco político y moral que está siendo esta guerra. De la catadura ética de los «halcones» que empujaron a Bush a la guerra da cuenta el hecho de que después de asegurar que Sadam caería nada más ser atacado ahora afirmen que es mejor una guerra larga y cruenta. Si esas imágenes de niños y mujeres destrozados no ablandan ningún corazón en la Casa Blanca, ¿hasta dónde pueden llegar?