¿Franks, profesional?

El general Tommy Franks actuó con la profesionalidad que se esperaba de un militar con sus estrellas, sus experiencias y poco dado a la propaganda y a salir en los «papeles». Disciplinado con el poder civil, su balance sobre los días de guerra en Irak resultó más interesante por lo que no dijo que por lo dijo. Dentro de la ortodoxia norteamericana, la procesión va por dentro. Y dentro de la gran competitividad que caracteriza a su sociedad, no se podía ocultar que el desarrollo de los acontecimientos no respondían a los planes trazados. ¿Por Franks? No. Por los halcones de la Casa Blanca y de la administración Bush. Y esos planes habían superado las reticencias militares por disciplina y por compromiso con la trascendencia del enorme envite que se juega en Irak. Pero, visto lo visto, y ante la perspectiva de un estrepitoso fracaso, se va a hacer como los profesionales lo habían preparado al principio. Un plante hubiera significado un gran escándalo, sobre todo cuando ahora nos explicamos por qué se le abrió al general Franks un expediente por la asistencia de su mujer a una reunión de carácter restringido y se cerró pocos días antes de comenzar la operación «Libertad iraquí». Pocas cosas ocurren por casualidad en este mundo tan sofisticado. Como la dimisión del halcón Richard Perle. Ahora no hay más remedio que tener paciencia, reorganizar las fuerzas, garantizar su aprovisionamiento, esperar refuerzos para poder acometer con éxito todas las misiones y recuperar la estrategia que tan buenos resultados ha cosechado antes. Esto es, bombardear, machacar las posiciones enemigas aprovechando la gran superioridad aérea y la tecnología de precisión aliada y cuando el terreno esté medio despejado lanzar la ofensiva definitiva. Al principio, se temía el mal tiempo, las tormentas de arena y el calor. Una vez vacunados contra estos elementos, los marines esperan en el desierto y afrontan nuevos desafíos: las tácticas iraquíes del todo vale. Frente al gigante norteamericano, las guerrillas luchan vestidas de civiles, los suicidas en taxi y los escudos humanos dentro de las ciudades. Franks, con total profesionalidad, ha negado tener divergencias con su jefe, Donald Rumsfeld, y no sabe cuánto durará la guerra. Lo que sí tendrá que decidir ya es si seguir con el freno político de «guerra limpia» mientras para los iraquíes todo vale y la impresión es de estancamiento y muchas bajas propias o hacer la guerra con todas sus consecuencias. Muy difícil, pero la duda es el principio del fracaso.