Diario de León

«Viendo estas imágenes, uno no puede evitar pensar en la caída del muro de Berlín» Donald Rumsfeld (secretario de Defensa)

Un iraquí besa a un marine después de que los tanques norteamericanos llegaran al centro de Bagdad.

Un iraquí besa a un marine después de que los tanques norteamericanos llegaran al centro de Bagdad.

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una milicia regular considerada parte del núcleo duro del régimen. Idéntica operación se repetía a la vez en el hotel Palestina. Tras media hora de registro, los marines se retiraron a sus respectivos vehículos. Mientras, el coronel McCoy, perfecto portavoz, no declinaba una sola pregunta del goteo de entrevistas a que era sometido. «No, no, hemos entrado sólo los americanos. Los británicos no han venido». «Sí, claro, me quedaría gustoso en el hotel para darme una ducha, pero antes tengo que solventar un par de cosas». El encargado de lidiar con los medios aguantó estoicamente el chaparrón, siempre con la sonrisa a punto. Confraternización Fuera, en la plaza, proseguía la repentina confraternización entre la población iraquí y las tropas ocupantes. Los soldados recibían flores arrancadas de los jardines, vítores, parabienes y gestos de la victoria con los brazos en alto. Otra escena típica en todas las liberaciones no tardó en producirse: Nayira, una niña de cuatro años, fue izada por su padre a un BMR para dar un beso al oficial al mando. Lo hizo a regañadientes, sin separarse de la flor que en principio debía entregar al americano, una «gerbera» color fucsia. Mientras, los vehículos militares daban vueltas en torno a la plaza y los iraquíes congregados manifestaban su repentina adhesión al nuevo régimen de mando. «Sadam, danger», decía Amir Ali. «Sadam over », mantenía Aisa. Nadie quería hablar de Sadam, el vencido, aunque menudeaban los rumores sobre un posible escondrijo en la embajada rusa. Sólo unos pocos veían en la entrada de los americanos el inicio de una incógnita, en vez del fin de una etapa. «El futuro no está claro. El comienzo no ha sido bueno, así que resulta imposible saber qué va a pasar. Yo desde luego no veo el final de esto, que está en el aire. Porque los iraquíes no queremos empezar de cero. Ya teníamos un país, y queremos conservarlo», confesaba apesadumbrado y perplejo Qais Jamir, ingeniero electrónico. Emociones y saqueos Pero este miércoles no fue día de reflexiones, sino de emociones, incluido el pánico. Por la mañana, con el régimen en desbandada -los funcionarios del Ministerio de Información habían abandonado ya el Centro de Prensa del hotel Palestina-, la calle quedó en manos de los milicianos armados y los buscavidas de toda laya, que camparon por sus respetos en las calles y las tiendas: los saqueos fueron la tónica de la mañana. A mediodía, ya no quedaban objetos de valor, sólo, aisladamente, algún equipo de sonido, una nevera, antediluvianos aparatos de aire acondicionado o, incluso, un caballo arrastrado de la soga por tres civiles armados a lo largo de la calle Saadun, por donde una hora después desfilarían los americanos. La sede de la FAO en el barrio de Yadiría fue asaltada por hordas de jóvenes armados, que se llevaron ordenadores, archivadores y material de oficina. La sede del Tribunal de Justicia tampoco se salvó de la quema: un grupo de incontrolados entró a saco en los archivos, destrozando documentación y asientos. En la zona comercial de Rachid, el cámara de la RTP portuguesa Nuno Patricio fue atacado y desvalijado por un grupo de milicianos. El informador salió vivo, pero con un ojo amoratado y magulladuras por todo el cuerpo. Fueron los estertores de una agonía, un escenario tan peligroso como los bombardeos al que ayer a media tarde puso fin, en teoría, la entrada triunfal de las tropas estadounidenses. La gota que colmó el vaso de veinte días de una guerra que aún no ha terminado.

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