Diario de León

CRÓNICA/Manuel Campo Vidal

Suárez alivia la soledad de Aznar

José María Aznar, en el centro, a su izquierda Adolfo Suárez Illana y a su derecha el padre de éste

José María Aznar, en el centro, a su izquierda Adolfo Suárez Illana y a su derecha el padre de éste

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Con el Papa Juan Pablo II en Madrid sin saber si ha olvidado su dura crítica a la guerra de Irak, Aznar recibía en Albacete del ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez el mejor auxilio a que podía aspirar en su soledad política de los últimos meses. Este personaje histórico al que España concedió su confianza y se la negó años después, acudía a Albacete para apoyar a su hijo Adolfo Suárez Illana, abogado de profesión y torero frustrado de vocación, al que Aznar le abrió la puerta de la política soltándole al mihura Pepe Bono en la difícil plaza de Castilla-La Mancha. La corrida está por celebrarse el 25 de Mayo próximo pero, si hay que creer en las encuestas y en el olfato del presidente extremeño Rodríguez Ibarra, el chico Suárez no saldrá en hombros de la faena: «Bono tiene más suerte que el Real Madrid», declaró Ibarra- «porque le echan un torerillo que ya quisiera yo, aunque fuera un sobrino de Martín Villa o algo así». Aunque el propio ex Presidente comenzó por criticar a su hijo el año pasado por aquellas fotos toreando que prestó con gusto al Hola, al final, como era de esperar y le honra, acudió con el capote como uno más de su cuadrilla. Solo que allí estaba Aznar y aprovechó para proclamar al PP como heredero de la obra centrista de la UCD de Suárez. La política de Aznar, su talante y la agresividad contra la oposición, que bajo cuerda se anuncia que moderará en las próximas semanas, nada tienen que ver con el estilo de Adolfo Suárez. Pero el ex presidente fue a apoyar a su hijo, como haría cualquier padre, y con esa magnífica foto de los tres, Aznar aprovechó la ocasión. Un respiro sin duda en unas semanas confusas en las que no se sabe si el PP se recupera tanto como dicen sus dirigentes o sigue tan abajo como afirma la oposición. De momento Tony Blair, el otro convocante de la guerra desde las Azores, ha pasado por delante en las urnas municipales con un repaso notable: pérdida de veintiocho alcaldías -entre ellas grandes ciudades como Birmingham- y casi mil concejales de menos en el recuento. Pero echaría mal las cuentas el Partido Socialista si extrapolara sin más esos resultados a España: el sistema electoral es distinto, es mayoritario y no proporcional aunque al PP se le exija mayoría absoluta casi en todas partes para obtener la alcaldía. Y sobre todo Blair tiene un electorado formalmente progresista y por tanto más sensible a la crítica a la guerra de lo que acostumbra un electorado conservador. Que el PP va a retroceder no lo duda nadie, excepto algún dirigente de Génova que de haber nacido americano hubiera militado en los grupos de majorettes de la NBA. La cuestión es la medida del retroceso, la lectura que se haga y sobre todo cómo va afectar al calendario de la sucesión de Aznar y al nombre del afortunado. Y ahí sí que, salvo descalabro sin precedentes que hoy no se divisa, muy probablemente será necesario el microscopio para detectar tendencias y predecir con una mínima seriedad acontecimientos. Nos explicamos. Es verdad que la noche electoral todo el mundo mirará de entrada a Madrid porque se espera que el PP pierda la Comunidad frente a la suma de diputados de izquierda y queda la incógnita de si Alberto Ruiz Gallardón resistirá en el Ayuntamiento. Si el PP retiene la Alcaldía en medio de una pérdida generalizada, a ver como Aznar nombra otro sucesor que no sea el joven Alberto al que las bases proclamarán aquella noche héroe del partido. Si el PP mantiene Comunidad y Ayuntamiento en Madrid, la impresión será de -menos lobos Zapatero-. Si el PP pierde las dos instituciones, Aznar se enfrentará a la mayor crisis interna desde que consiguió hacerse con los mandos del aparato de su partido y su autonomía para hacer testamento será mucho menor. Pero siendo Madrid tan emblemático, no será lo más decisivo para saber en que líos se está metiendo España en el siguiente año tan plagado de elecciones. De ahí la necesidad del microscopio para el análisis. ¿O no será más importante saber si el PP con la ayuda del PSOE logra retener la ciudad de Vitoria y la Diputación Foral de Alava para que Arzallus e Ibarretxe sepan que el territorio alavés no acepta su aventura soberanista? Y en menor medida ¿no será importante saber si el socialista Elorza aguanta en el Ayuntamiento de San Sebastián y sus correligionarios en tantas ciudades clave como Ermua, Rentería, etc.? ¿Y no será muy importante conocer el retroceso del PP en Galicia, que ahora solo gobierna Ourense y las cuatro Diputaciones pero no otras capitales, para hacer cábalas sobre la próxima Xunta? ¿Y no será decisivo en ese caso conocer esa caída, si se produce, por si alguien, básicamente quien todos tenemos en la cabeza, resucita alguna suerte de Coalición Galega clave para el futuro? ¿Y no juegan en Cataluña estas municipales como primarias a cuatro meses vista de las autonómicas que deben llevar a Pascual Maragall a terminar con veintitres años de gobierno de Jordi Pujol, el gobernante más estable en una democracia europea? ¿Y no será fundamental saber si el PSOE avanza en los graneros de voto popular de Valencia, Murcia, La Rioja y Castilla y León?. Y acaso lo más importante junto con el desafío nacionalista vasco que afecta a la integridad territorial española: ¿qué pasará si Esquerra Republicana aprovechando el clima anti-guerra de Cataluña y el declinar del pujolismo se dispara en las urnas como aseguran ya las encuestas?. Sin duda, ese resultado sería inquietante para todos, socialistas incluidos, porque un gobierno Maragall-Esquerra en la Generalitat a fin de año complicaría la imagen con la que Zapatero quiere llegar a las elecciones generales de la primavera. Pero, además, Esquerra ve con relativa simpatía el experimento de Ibarretxe. Y todavía más: el nombre de Esquerra lleva como primer apellido -Republicana- y -de Catalunya- como segundo. Y el primer apellido está en alza en las calles como se vio en las manifestaciones. Eso es más determinante que si la Comunidad madrileña la preside Rafael Simancas o Esperanza Aguirre. Por lo tanto el microscopio, como se ve, será imprescindible la noche electoral para saber por donde va España. En Madrid no se decide casi nada sustancial el 25 -M en contra de lo que se escribe y se oye por ahí.

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