Diario de León

SIN AFANES POLÉMICOS

Sorprendente

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MARTÍN
León

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CONFIESO QUE la marcha del entrenador de la Cultural, Luis Angel Duque, su cese con el pretexto -cierto o no- de irse al Almería de donde le habían solicitado, me sorprendió sólo relativamente. Sorprendente , sí... pero menos. Luis Angel Duque llegó a la Cultural enarbolando la bandera de la esperanza. Su buen hacer en el Compostela en lo deportivo -por su trabajo allí lo juzgamos- parecía ser el hombre indicado para afrontar la difícil tarea del anhelado ascenso. Así, yo mismo pensé: Si este entrenador ha sido capaz de mantener al Compostela en Segunda A, contra el viento de la deficientísima economía, y la marea, por derivación del viento, del malestar de los jugadores, bien podía llevar al barco culturalista, donde no iba a encontrar ni vientos ni mareas iguales, al buen puerto deseado. Pero comencé a desconfiar desde el mismo momento que tuve ocasión de hablar con él, -primera y última vez- en los primeros días de octubre. Relativos buenos comienzos y el inicio de la línea quebrada, en resultados y actuaciones del equipo, trajeron la duda. La derrota ante el Conquense, los síntomas, notados primero y luego confirmados, a partir del encuentro jugado en el Amilivia frente al Tomelloso, más el deplorable partido ante el Fuenlabrada, no sólo reafirmaron mis dudas, sino que me llevaron a indicar que en el particular semáforo de la Cultural se había puesto el color rojo, señal de peligro. Falto de ideas y de reflejos, orillando el dicho puntual de, «cada jugador en un puesto y un puesto para cada jugador», la falta de fuerza y de ideas en el equipo, eran señales suficientes para alertar sobre mayores fracasos. Síntomas claros de obnubilación. Confirmación de mi particular teoría -confirmada en la práctica- sobre que a los entrenadores, en situaciones complicadas se les nublan en el banquillo los ojos y las ideas. Un momento crítico que necesita soluciones rápidas. Sorprendente, pero menos, no deja ser que teniendo una cláusula de rescisión importante, se le deje marchar sin compensación alguna; porque las ocasiones extremas requieren soluciones rápidas y provechosas, cuando existen circunstancias que las propician. Tal vez aplicaron -y vamos de dichos- aquello de, a quien huye, puente de plata. O también, por la posibilidad de llegar al cese y tener que pagar la indemnización correspondiente. Si de verdad la marcha era a petición propia, «puente de plata», pero con compensación; si ya se barajaba, como posibilidad inmediata, el cese, pues: ¡Buen viaje!

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