Diario de León

Catorce reclusos se estrenan como braceros del Cristo de la Esperanza

Francisco, Wilson, Goronovich, Herbert, Víctor, Jesús, Samuel... y siete reclusos más no son papones pero ya se han «graduado» como braceros del Cristo de la Esperanza, uno de los pasos que desfilará el Martes Santo en la procesión del Perdón o

Algunos de los internos que pujarán el paso de la cofradía del Perdón en el patio del módulo ocho

Algunos de los internos que pujarán el paso de la cofradía del Perdón en el patio del módulo ocho

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a. gaitero | mansilla de las mulas
León

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«Aprendimos en una hora», señalan orgullosos. Diez españoles, un bosnio, un francés, un austríaco y un colombiano; los hay que creen en Dios, aunque no todos bajo la liturgia católica. La ocasión, señalan, es «una forma de participar, de estar dentro», «una experiencia» y una demostración que de sigue vigente aquello de «allí donde fueres haz lo que vieres»: «Pienso quedarme en España y esta es una forma de participar en las costumbres del lugar donde me encuentro ahora», explica Goronovich. Nació en Bosnia-Herzegovina en una familia ortodoxa cristiana, confesión que, de ma Semana Santa, celebra de manera muy especial la resucitación de Jesús. La guerra acabó con muchas celebraciones. Desde hace un año cumple condena por un delito contra la salud pública y tiene pendientes dos más. Para alguno, como Jesús, la ocasión de pujar el Cristo de la Esperanza es la oportunidad de volver a pisar la calle por primera vez desde que ingresó hace dos años y dos meses. «Salir de permiso a la cuarta parte de la condena es difícil», comenta el joven leonés, condenado por lesiones, «un problema con el vecino», aclara. «Yo me apuntaba a un bombardeo con tal de pillar calle, pero celebrar la muerte de Cristo es otro tema. La Biblia dice que Jesús está vivo y cualquier día es bueno para recordarle». El mensaje es uno de los principios que predican los evangelistas, aunque Samuel no se muestra como un practicante. «Lo fui más y por eso tuve oportunidad de conocer la Biblia», explica este hombre de 33 años, respopnsable del taller ocupacional de carpintería en el módulo ocho. donde entró a trabajar hace dos años y medio. «Tuve que demostrar que sabía manejar las herramientas -corto la madera- y justifiqué que tenía necesidad económica. No es plan de andar sangrando a la familia porque la condena me la he buscado yo», aclara. Tiene once años por robos con intimidación -«para pagarme el consumo»- y la esperanza de salir en septiembre -cuatro años cumplidos- para liquidar el resto un centro rehabilitación de toxicómanos. «De una dije que sí porque en mi país son casi las mismas costumbres y hay que amoldarse», señala Wilson, colombiano, con 47 meses de condena y 13 cumplidos por tráfico de drogas. Trabaja en la lavandería de la prisión y no le asusta el peso del Cristo, más de 400 kilos con las flores. Tampoco a Francisco, de 28 años, camionero, que lleva cumplidos dos años y siete meses por tráfico de drogas. Herbert sabe mucho de los gustos literarios de los presos de Mansilla -Vázquez Figueroa y Stephen King son los más leídos- pero la biblioteca tendrá que prescindir de sus servicios el martes y los días de permiso que disfrutará en el centro de acogida de Cáritas en León. Es de los que creen, pero no practican la religión. Le denunciaron por pederastia, aunque él sostuvo en el juicio que no sabía que los chicos a los que pagaba eran menores. Si todo va bien, Víctor, de 27 años, pasará a un centro en agosto del 2005. Verá a su familia pero dormirá en Proyecto Hombre, donde disfruta los permisos. «Nunca pensé que iba a llegar este día; siempre ví estas cosas desde fuera».

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