Diario de León

El peor momento de Aznar

El ex presidente vivió una triste despedida. Estuvo serio, hosco y apático. Soportó las burlas de Zapatero sin poder contestar y ni siquiera comió con Rajoy en el Congreso y almorzó en Moncloa

José María Aznar, en su escaño, antes del inicio de la sesión

José María Aznar, en su escaño, antes del inicio de la sesión

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Gonzalo Bareño - redacción | madrid
León

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Aznar no se ha recuperado de la derrota. Se le ve hundido. Hasta sus propios compañeros lo notan. Ayer, el todavía presidente en funciones lo pasó mal. Mostró un gesto serio, hosco. Estaba incómodo. Incluso físicamente. Cuando Zapatero anunció que le incluirá a él y al resto de ex presidentes en el Consejo de Estado Aznar no movió un músculo. Lejos de agradecer el gesto lo sintió como la última puñalada de su amarga despedida. El mismo gesto puso cuando Zapatero reconoció que su Gobierno ha hecho progresar al país. Ni una sonrisa. Tampoco hacia su grupo se mostró generoso. Cuando Rajoy volvió a su escaño tras su intervención, el Grupo Popular le recibió puesto en pie. Y le dedicó un largo aplauso. Aznar se limitó en un principio a darle la mano. Sin levantarse del asiento. Y sin aplaudir. Pero ante la insistencia de sus compañeros, y tras casi 20 segundos que resultaron eternos, se levantó, aplaudió con desgana y se sentó de nuevo . Aznar está en horas tan bajas que ni siquiera se quedó a comer en el Congreso para asesorar a Rajoy. Almorzó en La Moncloa y luego no siguió el discurso de Rajoy con entusiasmo, sino más bien con el gesto suficiente del maestro cuando ve examinarse a su alumno. Otros no le trataron precisamente como un maestro. En su último acto Aznar tuvo que soportar, sin posibilidad de réplica, los dardos que le envió Zapatero. El candidato le espetó que él no ha «tenido que hacer un curso acelerado de catalán en la intimidad». El discurso de Zapatero no contribuyó sin duda a mejorar sus relaciones con Aznar. Cuando el presidente llegó al hemiciclo ni siquiera saludó a quien aspira a ser su sucesor. Aznar no intercambió palabra alguna con sus compañeros de asiento en los bancos azules. Rodrigo Rato, a su derecha, parecía mucho más relajado. El vicepresidente, ante el autismo de Aznar, charló animadamente con Arenas, que se permitió darle un jovial codazo cuando Rajoy alabó la política económica del Gobierno. Lo cierto es que a primera hora nada hacía presagiar el abatimiento de Aznar. Fue de los más madrugadores en llegar, andando, sonriente, con un caramelo en la boca. Pero a lo largo de la jornada su ánimo fue decayendo. Puede que a ello contribuyera comprobar que no sólo ya no es el protagonista, sino que muchos de los diputados ya le ignoran.

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