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Temblor en la derecha catalana

Piqué podría aliarse con Durán i Lleida

Piqué podría aliarse con Durán i Lleida

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Manuel Campo Vidal - madrid
León

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Si Jordi Pujol hubiera adivinado hace un año, cuando decidió no presentarse y dar paso a Artur Mas, lo que pasa hoy, seguramente hubiera decidido optar a la reelección. Sobre todo de saber que Fraga vuelve a presentarse cumplidos los ochenta, lo que rejuvenece a cualquiera. Y, especialmente, de haber imaginado, claro, que su partido, Convergencia con Mas como candidato, todavía era capaz de ganar en noviembre del 2003, como así fue, al socialista Maragall. Por supuesto que hubiera podido tener enfrente un gobierno de coalición tripartito como el actual, pero se duda de que el independentista Carod Rovira se hubiera atrevido a jubilar al histórico Pujol, al fin y al cabo el artífice de encajar a Cataluña en la España moderna, por parafrasear al profesor Pierre Vilar. Quizás Pujol, de nuevo, presidente de la Generalitat tendría a Carod como primer consejero. Era la otra opción razonable. Pero la realidad es que hoy tenemos a Jordi Pujol, sin duda el mas estadista de los nacionalistas de este país, muy preocupado por la profunda división en sus filas a cuenta del referéndum sobre la Constitución europea del próximo febrero. Es una división doble, o sea, aún más grave: sus socios de Unió Democrática, los democristianos de Duran Lleida, dirán «sí» a la Constitución. Entretanto Convergencia se inclina por el «no» mostrando una fractura interna , a cuenta seguramente del frágil liderazgo de Mas, bien profunda y ruidosa. Lo que Pujol sufre con este conflicto solo lo sabe él y quizás la Virgen de Montserrat de quien es devoto confeso: ve crecer semana a semana las grietas en la coalición CiU y, además, dentro de la propia Convergencia. Y encima, la batalla interna dilapida el capital europeísta que cuidadosamente se encargó de acumular durante años. Pujol que habla alemán, inglés, francés e italiano y que es europeísta desde un viaje a los veinte años a Aquisgrán, no se imagina al frente de un partido, aunque él lo fundara, que dice «no» a Europa en un referéndum histórico. Sólo Fraga puede comprender esa desazón porque él, atlantista de toda la vida, se vio empujado por las malas compañías -Herrero, Oscar Alzaga, etc- a decir «no» a la Otan en aquel tenso referéndum de marzo del 86 que estuvo a punto de costarle la carrera política a Felipe González. El día que Ronald Reagan visitó Madrid, Fraga tuvo que refugiarse en Melilla, por aquello de las dos ciudades españolas de África que quedaban fuera del paraguas Otan, para evitar un desaire de sus aliados de toda la vida. Un año después, en febrero del 87, tuvimos oportunidad de conversar a fondo sobre España en Washington, con altos funcionarios del Departamento de Estado que conocían nuestro país al detalle. Le reprochaban duramente a Felipe González el haber convocado el referéndum por el riesgo que corrió: «¿Desde cuando se cumplen las promesas electorales?», argumentaban fríamente. Pero si se mostraban así con Felipe que defendió el «sí» a permanecer en la Otan -Leopoldo Calvo Sotelo, su antecesor, fue el que firmó el tratado de adhesión- la agresividad con Fraga se puede imaginar. Fraga, por cierto, había dimitido ya tres meses antes de esa conversación acorralado por la patronal Ceoe y por esa derecha española que suele almorzar con el embajador americano. «Si no quieren que hablemos de Fraga -les preguntamos tentativamente- quizás no quieran hablar de Oscar Alzaga, de Segurado, de Herrero de Miñón,..». La lacónica respuesta anunciaba víctimas: «Le agradeceremos que a esos señores ni los nombre». Muy poco después estaban todos en su casa dedicados a otros menesteres. Piqué, a por la UPN catalana La grave división en el seno de la coalición Convergencia i Unió, ha relanzado la idea de que un Partido Popular catalán centrado, con Josep Piqué al frente, podría aliarse con los democristianos de Duran Lleida y constituir un partido como la Unión del Pueblo Navarro. (El PP renuncia a presentarse en Navarra y los diputados de UPN se integran en Madrid en el Grupo Popular). Esa idea, que hace años que circula, era impensable con Aznar en el poder aunque a él no le disgustaba antes de tener mayoría absoluta. De hecho Rodrigo Rato cortejó a Duran algunos veranos en la Costa Brava para esa operación. Pero con un Aznar crecido y beligerante contra Cataluña nadie hubiera dado el paso. Ahora Piqué cree que tiene posibilidades y ha lanzado públicamente la idea. Rajoy lo entendería y Durán se lo pensaría, según como vayan las cosas. Un alto dirigente de Unió Democrática así lo confirmó a Diario de León en Barcelona. Antes, el temblor que padece la derecha política catalana debe producir algunos desperfectos: por ejemplo que Convergencia diga definitivamente que «no» a la Constitución europea lo que en la práctica rompería la coalición. O incluso que la propia Convergencia llegue a fracturarse o a deshincharse perdiendo militantes a mayor gloria de ERC, como ya sucede en las comarcas catalanas, además de electorado por la derecha, en favor de un PP menos agresivo. Condición indispensable para que todo pueda avanzar y veamos algo así como la «Unió Democrática Popular de Catalunya», desde luego, es que Rajoy se imponga sin matices en su partido. No se olvide que anunció el «sí» a la Constitución europea pero le salió Aznar por detrás anunciando su voto negativo.

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