Diario de León

Revolución en una dinastía del XVII

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Enrique Vázquez - madrid
León

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Un medio informativo de difusión nacional trataba ayer de «chiquilicuatre, sujeto y hortera parisino» al rey Mohamed VI de Marruecos, quien recibía poco después a los Reyes de España, acompañados de una importante delegación gubernamental, en visita de Estado de tres días. Lo cierto es que el «chiquilicuatre» hizo pasar con su autoridad un código de familia que ha hecho avanzar decisivamente el status de la mujer y es, con la excepción de Túnez y, en cierto modo, Siria, el más avanzado del mundo árabe (a la espera de lo que legisle en su día el gobierno iraquí), hizo irreversible la cancelación de las prisiones clandestinas, se casó con una joven del común (y abolió de facto el sistema del harén) y fomentó una catarsis de autointrospección nacional sobre los «años de plomo» de su padre Todo es poco, a nuestros ojos occidentales, liberales, hijos de la Ilustración y la separación de poderes, pero es una revolución para los usos de una dinastía que lleva en el gobierno de Marruecos desde el siglo XVII y encarna lo que culturalmente es una ancestral tradición almohade. Quien quiera los detalles del principio de la gran y compleja historia del reino alaui puede leer los libros de Huici Miranda. Una reforma pausada pero firme Hay pocas dudas de que Marruecos se perfila como el buen alumno en materia de orgánica síntesis entre su formato cultural, con un fuerte componente religioso, y las necesidades y/o las aspiraciones de la mayoría de sus ciudadanos, cuyas críticas más duras proceden de los medios islamistas (hostiles a la democracia y la occidentalización) o de los laicos liberales (que juzgan insuficiente la democratización). El llamado «proceso de Barcelona», que es aun el intento más acabado de diálogo entre Europa y el mundo árabe-mediterráneo va a cumplir diez años, supo en su día, perspicazmente, que es perder el tiempo todo ensayo de imposición cultural. La reforma, si llega, sólo llegará desde el interior de las sociedades y con el aval de mayorías holgadas, no con la aplicación de un recetario foráneo. El Islam social es muy diverso y el de Marruecos, por fortuna, de los más discretos y aún moderados: sunní de escuela malikí (por Malik al-Anas, un gran jurisconsulto del siglo VIII que prima, desde la ortodoxia, los llamados «criterios de oportunidad») codificados a partir de la conducta del propio Profeta cuando le tocó lidiar con la creación de un Estado, es decir, cuando debió ser más flexible y más práctico. Una ilustre referencia para «este sujeto» que es hoy rey de Marruecos.

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