Diario de León

OPINIÓN

¿Policías corruptos?

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TUVE ocasión de leer hace poco un audaz artículo publicado en una revista donde F.F.G., funcionario de Policía, escribía lo siguiente: «Soy policía de base, paso privaciones y odio la corrupción. ¿Estaré enfermo, me habré vuelto loco, seré normal?». Explicaba a renglón seguido el autor con todo lujo de detalles lo exiguo de su salario, la carencia de medios existente en su comisaría y los reveses que soporta en el servicio cotidiano. Concluía nuestro amigo «al confesar» que está pluriempleado como operario en una pequeña y honesta empresa de la construcción, lo que le permite llevar cuarto y mitad de futuro a una casa con tres vástagos en edad de almorzar cada uno media docena de veces al día. Semejante lectura me arrojó a los obstinados brazos de la reflexión. ¿Puede de verdad un ciudadano que goza de cierta autoridad e influencia pasar carencias, agravios, penalidades... y reprobar la corrupción aunque sea pasiva? Sí, sin duda. Hay que proclamarlo alto y claro. Afortundamente entre los trabajadores del CNP esa es la tónica demostrable. Conductas desviadas siempre han existido en todos los rincones y quehaceres desde que el mundo dio vacilante los primeros pasos hacia el cataclismo. Además, en condiciones adversas suelen redoblar las tentaciones; es humano aunque condenable. Una auténtica legión de policías como F.F.G. han preferido, sin embargo, entregarse al amargo pluriempleo para llegar a final de mes. Ni siquiera en la turbadora época gris del Cuerpo (por el uniforme y por el dictador) el soborno gozó de predicamente interno. Curiosamente había carreras y porrazos, pero no cohechos. En honor a la verdad, y sin dejarnos llevar por el afán solidario que suele irrumpir en aquellos que de una u otra forma nos encontramos ligados en la defensa del funcionariado, hay que decir que venimos reclamando desde hace décadas que se acabe de una vez por todas con las desigualdades que padece la Policía, y también la Guardia Civil, con respecto a otros cuerpos autonómicos y locales que perciben mayores emolumentos con menores competencias y despliegue geográfico. De lo cual, dicho sea de paso, como nobles colegas nos alegramos por lo que a ellos atañe. Pero la indiferencia presupuestaria con nosotros lleva camino de ser endémica.

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