Diario de León

Una muerte dulce a manos de un traidor

El efecto del monóxido de carbono es fulminante. Pocos minutos bastan para sufrir daños irreparables o la muerte

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León

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El monóxido de carbono (CO) es inodoro, incoloro, insípido y mortal. El gas que, según las primeras investigaciones acabó ayer con la vida 18 jóvenes en el albergue de San Cristófol de Todolella (Castellón), es indetectable a través de los sentidos. Un asesino silencioso cuya presencia en el aire sólo puede advertir un aparato detector específico. Producto de una combustión incompleta, el CO surge por lo general en los aparatos de calefacción como las estufas o los hornillos en mal estado. Su acción sobre el organismo es muy sencilla, al tiempo que peligrosa. El monóxido de carbono se combina con la hemoglobina produciendo carboxihemoglobina. La sangre deja de transportar oxígeno, que sustituye por esta molécula, lo que produce que en poco tiempo las funciones vitales comiencen un fallo en cadena por hipoxia o asfixia celular. La exposición a este gas, aún por un periodo de tiempo muy breve, produce daños irreparables. Los primeros síntomas se asemejan a un simple catarro: dolor de cabeza, mareo, debilidad o nauseas. Sin embargo, en apenas unos minutos las consecuencias se agravan y las dificultades respiratorias pueden acabar en un shock que lleva al coma y al paro cardíaco. Según los expertos, la intoxicación por monóxido de carbono, que cada año causa miles de muertes en todo el mundo, no tiene porqué presentar todos los síntomas anteriores. Ante la posibilidad de que se pueda estar expuesto a un escape de monóxido de carbono, la primera regla básica es abrir las ventanas para ventilar el lugar y advertir a los servicios médicos de urgencia.

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