Diario de León

| Crónica | La habitación del Papa | EL CLAN POLACO

Muerte entre sábanas blancas

Sólo un puñado de estrechos colaboradores tuvo acceso permanente, junto al equipo médico, a la habitación del Santo Padre en sus últimas horas de vida

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«He visto al Papa junto a otros colaboradores y me ha dado el último saludo y las gracias por el trabajo de los últimos años» JOSEPH RATZINGER, cardenal Sólo un puñado de estrechos colaboradores tuvo acceso permanente a la habitación privada del Papa en sus días y horas finales. Pasó su agonía especialmente bajo la atenta mirada de su fiel secretario privado Stanislaw Dziwisz, encargado de filtrar las visitas. Tras el agravamiento de su enfermedad, las visitas al Pontífice se redujeron considerablemente y en los últimos días sólo un selecto grupo de miembros de la curia romana tuvo vía libre para pisar sus aposentos. Entre ellos figura el secretario de Estado, el cardenal Ángelo Sodano, encargado de la maquinaria del Vaticano; su sustituto, el argentino Leonardo Sandri, y el cardenal italiano Camillo Ruini, vicario de Roma, quien anunció su muerte. También lo visitó el cardenal Joseph Ratzinger. Exceptuando estas visitas externas, el entorno de Juan Pablo II está compuesto sobre todo por leales compatriotas y por un equipo médico que tiene su propio ambulatorio dentro del apartamento pontificio. A cargo de las operaciones estuvieron su médicos de cabecera desde hace un cuarto de siglo, Renato Buzzonetti, de 81 años, considerado la personificación del secreto médico y que jamás ha concedido una entrevista. Su equipo lo completan dos médicos especialistas en reanimación, un cardiólogo y un otorrinolaringólogo, además de cuatro enfermeras, tres de ellas polacas. Toda esta organización seguramente no funcionaría sin las cinco religiosas polacas de la congregación Siervas del Sagrado Corazón de Jesús que trabajaban para Juan Pablo II desde la época en que era obispo de Cracovia. Pero uno de los testimonios más lúcidos de la agonía lo ofreció el cardenal Mario Francesco Pompead. El prelado, que vitió a Juan Pablo II el viernes a mediodía. «Se encuentra en una gran cama cubierta con sábanas blancas. Todo era blanco. Reposaba recostado en unos almohadones, ligeramente girado sobre el flanco derecho. Su secretario y una monja estaban sentados en unos sillones frente a él. Unos aparatos, que sostenían las perfusiones en torno a las que se afanaban dos enfermeras, a los lados de la cama». Texto El Papa, cuando está mal, siempre quiere hablar en polaco, su lengua natal. Su país natal siempre ha estado presente en su vida y en más de una ocasión aseguró que quería realizar una última visita a su patria antes de que le llegue la muerte. Esta fuerte vinculación con Polonia también es lo que ha motivado que haya elegido entre sus personas más allegadas a compatriotas suyos. Sus dos secretarios personales, el arzobispo Stanislaw Dzivisz, de 66 años, y el joven sacerdote Mieczyslaw Mokrzycki, son de esta nacionalidad. Los dos, así como otras tres monjas polacas, son, de hecho, los que lo estuvieron acompañando de forma permanente las últimas horas de Juan Pablo. Este era su círculo más íntimo, el más próximo. El intérprete de la voluntad Pero Dziwisz es algo más que el secretario personal de Juan Pablo II. Es su sombra desde hace casi cuarenta años. Este polaco, a quien el Pontífice llama cariñosamente Staszek, administrar la agenda de Juan Pablo II y decide quién tiene acceso a él. Pasa las 24 horas del día junto al Santo Padre: le ayuda a levantarse, celebra para él y con él la misa en su capilla privada y habla con sus médicos. Dziwisz, el secretario, que ocupa un apartamento en el piso superior al de Karol Wojtyla, es siempre la última persona en verlo todas las noches. Es también quien intrepreta la voluntad del Papa y quien le ha ayudado «materialmente» a escribir la noche del jueves una nota de la que se desconoce su contenido. También sería él quien habría reconstruido las palabras que Juan Pablo II dirigió a los jóvenes en la noche del viernes. Su otra mano Permanentemente al lado del Santo Padre también se encuentra el joven sacerdote Mieczyslaw Mokrzycki, conocido por su diminutivo de monseñor Mietek. Fue él quien sujetaba el micrófono desde el que Juan Pablo II intentó hablar agónicamente en los últimos días.

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