Diario de León

León reclama la defensa de sus intereses

La periodista Ana Gaitero resumió el sentir de miles de ciudadanos, empeñados en la defensa del símbolo industrial de la provincia

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Primero fueron los pueblos. Se vaciaron con los bocinazos del progreso, cuando no fueron anegados con agua prisionera. Sobre esas láminas cristalinas se dibujaron sueños de vergeles en Tierra de Campos, que aún están por escribir en las páginas de la realidad. Luego fueron las minas. El oro negro se licuó en fortunas anónimas que poco o nada dejaron en las sacrificadas cuencas, excepto frágiles promesas de reindustrialización, firmes escombreras llorando suciedad sobre los valles de los ríos y una generación marcada por la abundancia, pero sin futuro para las venideras. Ahora, vienen a por una de nuestras industrias más emblemáticas. Antibióticos es un símbolo de León, su fábrica, la de los hombres y mujeres que han trabajado en su cadena durante varias generaciones; un complejo farmacéutico que detrás de esa vieja verja de hierro y ladrillo de los años cincuenta encierra la cara más fea de la globalización. Antibióticos está en Armunia, pero sus designios pertenecen a la misteriosa mano del capital deslocalizado, ese que transplanta factorías de un país a otro en busca de mano de obra más barata y más fácil de explotar. En veinte años, la fábrica ha pasado de sobrevalorarse y venderse por 58.000 millones de pesetas (dicen que sólo valía la mitad) a ser desprestigiada, infravalorada y humillada con anuncios envenenados de «todo a un euro». Han pasado cinco años desde el último gran grito ciudadano en contra del desmantelamiento de Antibióticos. En este tiempo la fábrica, lejos de tocar los planes de futuro prometidos ha sido adelgazada en 200 trabajadores, ha sido vendida de nuevo, al menos formalmente («los mismos perros con distinto collar», dirían a las claras en cualquiera de nuestros pueblos). Pero no estamos en el mismo punto que hace cinco años. No nos engañemos. La diferencia entre hoy y febrero del 2000 es que Antibióticos ha mermado en silencio, a golpe de prejubilaciones ¿alguien se atreve a explicarle a un niño, a su hijo o hija, lo que significa una prejubilación?. En esta provincia hay mucho que reflexionar sobre prejubilaciones. «Pan para hoy y hambre para mañana», sentenciaría el sabio popular. También ha habido recolocaciones, pero ¿dónde? En una fábrica nueva que teóricamente tenía que haber creado nuevos puestos de trabajo. Pues no ha sido así. El medio centenar de trabajadores que están poniendo en marcha Vitatene, el bombón del grupo en León, proceden de Antibióticos. Ha habido bajas incentivadas. Más emigración para León porque aquellos trabajadores que optaron por esta salida han tenido que buscar trabajo en otras fáctorías fuera de la provincia. Y ha habido, sobre todo, mucho dinero público para «diseñar el plan de futuro». Pero los dueños de Antibióticos no han hecho sus deberes y nadie les ha pedido el cuaderno para cuadrar cuentas y justificar las millonarias subvenciones. Nadie ha preguntado por qué los antibióticos de nueva generación que se desarrollan en el departamento de I+D de la empresa no se producen en la fábrica de Armunia y, sin embargo, salen de las factorías italianas y china. En nombre de la libertad de mercado a la fábrica de León se la condena a producir medicamentos obsoletos, que es como si a la Seat la dedicaran a fabricar los entrañables 600 y el Seat León o el Seat Toledo lo mandaran hacer en cualquier otra factoría. En nombre de la sacrosanta libertad de empresa los gobiernos dicen que no pueden interferir en las decisiones de las multinacionales, pero las dotan con cuantiosas subvenciones y dejan que los trabajadores «primermundistas» y los trabajadores «tercermundistas» se enfrenten entre sí por tener una fábrica en su país. Convierten la escena laboral en una especie de concurso del trabajador más dócil, el menos costoso y el que mejor agacha la cabeza. Antibióticos lleva cinco años en un túnel; ni se ha diversificado ni se han traído nuevos productos a la fábrica. Esta es la clave del futuro. Si se consiente un solo despido, una prejubilación o una baja incentivada sin nada sólido a cambio, se llevarán también a Antibióticos. Entonces ya no será un aviso. Los trabajadores y trabajadoras de Antibióticos tienen el apoyo de la sociedad leonesa, pero hace falta que quienes se erigen como sus líderes también asuman la responsabilidad de ser exigentes y beligerantes con los propietarios a los más altos niveles. En la medida que Antibióticos es un símbolo de León quienes quieren acabar con la fábrica tienen menos opciones de conseguirlo, pero llevan camino de lograrlo si no se pone remedio pues a la fábrica le han dado sentencia de muerte lenta. Quienes estamos aquí esperamos que esto no suceda en la tierra del presidente del Gobierno; ansiamos su apoyo decidido; pero también exigimos el respaldo de una comunidad autónoma, de la Junta que la gobierna, en la que León no se puede sentir a gusto si no palpa la necesaria defensa de sus intereses. Que el poder político democráticamente elegido intente corregir la irracionalidad de las decisiones económicas en las que sólo unos pocos, que nadie ha elegido, deci den sobre la vida de una ciudad.

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